Manchester City, decadencia y discordancia
Guía para comprender el juego del rival del Madrid en Champions
El Manchester City, el rival que recibe al Real Madrid este martes en el estadio de Etihad para dirimir la primera vuelta de la semifinal de la Champions, comparte con su contraparte cierto aroma decadente y un marcado contraste entre propósito y estrategia. La plantilla del equipo inglés es de naturaleza contradictoria. Mientras de mitad de campo hacia adelante está conformada para jugar al fútbol elaborado, del mediocentro hacia atrás el diseño corresponde al de un conjunto que pretende encerrarse en su área. Todo indica que los mejores tiempos de este City discordante han quedado atrás. A veces recuerda a una rica momia. Pero si hay un equipo en la Champions que puede darle vida es el Madrid.
El entrenador. Nunca una mezcla resultó más homogénea. El City expresa una alarmante tendencia al acomodamiento y su entrenador es uno de los técnicos más tibios y agradables del fútbol mundial. El ingeniero Manuel Pellegrini asiste a los acontecimientos con la mirada curiosa del empírico. Los jugadores hablan del chileno como de alguien tan desprendido y noble que es capaz de privarse del sueldo para que cobren sus subordinados antes que él. Lo hizo en el Málaga. En Manchester practica el mismo dulce tutelaje. Con la diferencia de que aquí sus futbolistas no son esforzados muchachos que se abren paso en el oficio sino verdaderos potentados a la sombra del dosel que les brinda el generoso emir de Abu Dabi.
Los centrales. A Manuel Pellegrini le gusta que sus equipos jueguen en campo contrario, estableciendo la presión en la línea del mediocampo, con un esquema de 4-2-3-1. Su manual aconseja disponer de centrales veloces, capaces de interpretar los tiempos del juego con agilidad para poder anticiparse a las situaciones de peligro y sacar el balón con criterio. El único defensa con estas cualidades es el belga Vincent Kompany, pero está fuera de forma. Kompany fue una de las claves del equipo que ganó la Premier hace dos temporadas. Desde entonces se ha pasado más tiempo de baja que en actividad. Hoy tiene varios kilos por encima de su peso ideal, pero conserva un resto de potencia. Potencia para girar, corregir o apretar es lo que les falta a Nicolás Otamendi y Eliaquim Mangala, los otros dos centrales. Ambos responden al perfil de marcador que se desenvuelve bien metido en su área. Cuanto más se adelantan, más inseguros se muestran. Especialmente Mangala, cuya rigidez física coincide con una asombrosa falta de sentido del tiempo en las coberturas.
Los laterales. Pellegrini es amigo de proyectar a los laterales para que brinden apoyo al mediocampo y, sobre todo, a los atacantes. No cualquier lateral puede cumplir estos cometidos con precisión. Se requiere algo de clase y talento asociativo. El único lateral del City que posee estas condiciones es el serbio Alexandar Kolarov. Ni Pablo Zabaleta ni Bacary Sagna progresan naturalmente en ataque. La consecuencia es el inevitable aislamiento de los cuatro hombres más ofensivos en el 4-2-3-1. Con un agravante: Kolarov, cuando sube, no tiene por costumbre regresar.
Los mediocentros. Fernando y Fernandinho forman la pareja del doble pivote. Fernando exhibe unas dotes defensivas que no siempre administra correctamente. En su mejor versión es prolijo en el auxilio de los centrales; en su peor versión es un peligro para su propia portería. Fernandinho fue un gran jugador en otra época. Hoy se le ve embotado. Su misión es de índole logística, pero ha perdido el sentido del pase y el gobierno con el que hacía crecer las jugadas a su alrededor. Le resulta trabajoso encontrar vías de suministro a Silva, Agüero y De Bruyne.
David Silva. Transcurrieron meses sin que los hinchas del City contemplaran a Silva en su máxima expresión. Por fin, el mediapunta canario abandonó la sombra para jugar con el brillo propio de uno de los mejores especialistas mundiales. Es, indiscutiblemente, el mejor jugador del equipo. Y el más necesario. Destaca varios cuerpos por encima del resto desde hace varias semanas y su contribución se hace imprescindible en la medida en que no abundan cauces para hilar el juego entre una retaguardia y un ataque que hablan lenguajes diferentes. Silva representa la inteligencia del movimiento entre líneas, la oportunidad del apoyo, el regate corto y el tacto del penúltimo toque. Sin él, Agüero y De Bruyne recibirían la mitad de balones.
Raheen Sterling. Dos de los extremos más prometedores que existen, De Bruyne y Sterling costaron 74 y 60 millones de euros respectivamente. En el mundillo de los agentes dan por hecho que fueron dos sugerencias de Pep Guardiola, al que sitúan desde hace un año trazando coordenadas de la política deportiva del club. Con buen ojo. Los analistas del club consideraban a Sterling como el mejor atacante del Liverpool que estuvo a punto de ganar la Liga en 2014, por encima de Luis Suárez y Sturridge. No solo porque sabía desbordar y definir sino porque además leía bien los partidos y cuando bajaba al mediocampo intuitivamente ofrecía soluciones en la elaboración. Todos aquellos apuntes se han desvanecido hasta convertirle en un nuevo caso de jugador adormecido por el entorno: otro Robinho, otro Adebayor vestido de azul cielo. Una infancia tormentosa, la falta de presión, y un sueldo que sobrepasa los diez millones de euros netos por temporada, parecen haber desenchufado a Sterling a los 21 años. Ante su indolencia, Pellegrini suele apostar por el laborioso Jesús Navas.
Kevin de Bruyne. El belga se lesionó una rodilla en enero y forzó su reaparición antes de que tuviera el tono físico necesario. En París, ante el PSG, pidió el cambio asfixiado. En su mejor versión De Bruyne es un jugador ligero capaz gran movilidad, coordinado para asociarse y rápido para trazar trayectorias cortadas antes de definir. En su versión actual, con sobrepeso, es un futbolista potente, temible en los últimos metros siempre que encuentre espacios para acelerar sin que le obstaculicen, y dueño de un fuerte disparo.
Kun Agüero. Epítome del futbolista impredecible Agüero lleva esta cualidad a tal punto que resulta poco fiable incluso para su propio equipo. Es imposible determinar cuál será su disposición de ánimo. Cualquier incidente, por trivial que parezca, puede desviar su atención. Es un prodigio de ingenio, técnica y habilidad. Nació con armas futbolísticas de gigante pero no siempre las emplea con un mínimo de determinación. Pasa por ser la bandera de este City. La identificación resulta fatalmente lógica.
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