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El Eibar sella la permanencia

La Real Sociedad, que jugó mejor, mereció mucho más en Ipurua

Los jugadores del Eibar celebran el segundo gol.
Los jugadores del Eibar celebran el segundo gol.Javier Etxezarreta (EFE)

Sabido es que el fútbol no tiene entre sus atribuciones la de impartir justicia. Eso le corresponde al árbitro, que es solo una parte del fútbol y que no quiso otorgarle a la Real Sociedad el premio que merecía su juego. Sin embargo, el fútbol sí quiso premiar el coraje y el tesón del Eibar, un equipo que cuando juega poco o mal no decae jamás en su actitud por adverso que le sea el resultado y esquivo que le resulte el balón. La solidaridad merece en ocasiones que se haga justicia poética. Y algo de eso tuvo que ver con un equipo azulgrana en el que sus dos delanteros, Enrich y Bastón, acaban siempre fundidos, rotos, como si hubieran jugado un partido y una prórroga. Clato, son los primeros defensores. El primer tuvo el premio de un gol,m vale que afortunado porque su cabezazo dio también en la cabeza de Diego Reyes y descolocó a Rulli. El segundo se marchó exhausto con una ovación de gala de Ipurua que ejercía así la justicia popular.

La injusticia se cebó con la Real Sociedad, que se adelantó con un golazo de Zurutuza, en un despiste extraño en el Eibar, un equipo que hace gala de una concentración extrema en el juego. Fue un saque de banda de Yuri a los pies de Zurutuza, autopase y derechazo increíble a la escuadra del sorprendido Riesgo. Todo lo hacía bien el equipo donostiarra: taponar el centro del campo del rival y a los laterales impidiendo el juego exterior del Eibar, su arma predilecta para que Bastón y Enrich encuentren los argumentos que necesitan para sus goles. Todo hasta que despertó unos minutos Keko Gontán, ayudado por Capa, y en uno de los centros del madrileño se fraguó el empate de Enrich. Pero salvo en el marcador, la Real seguía intacta, ordenada, ambiciosa, con los toques de calidad de Oyarzabal y Vela y el ímpetu rematador de Bergara en el juego aéreo.

No se encontraba el Eibar, incapaz de combinar y obligado a balones largos y verticales, presa fácil para los centrales realistas. Pero lo mismo que el fútbol no entiende de justicias o injusticias, también juguetea con los errores. Y Zurutuza, el mago del gol, cometió un error extraño. Al intentar ceder a su defensa le dejó el balón a los pies de Enrich, su centro flojito lo despejó aún más flojo Rulli y por allí apareció Escalante para cabecear haciendo un escorzo y meter el balón entre dos jugadores de la Real. Zurutuza había hecho gestos en su gol de no saber como había logrado aquel disparo, y después de su error debió pensar que lo que el fútbol te da a veces te lo quita cuando se pone caprichoso.

Aún así siguió mereciendo más el grupo de Eusebio, ya volcado en el área de Riesgo, que apareció grandioso para despejar con la yema de los dedos un cabezazo del omnipresente Bergara. Y aparecía también una y otra vez la cabeza de Ramis para despejar la sucesión de centros que buscaban a Jonathas, muy desubicado. El Eibar contragolpeaba con el ánimo que se le supone y Escalante disparó al larguero. Y Rulli tuvo que echarse a los pies de Keko para frenar otra oportunidad

Hasta que llegó el minuto 90, y Vela dispuso de un libre directo al borde del área, muy mal ejecutado. Y llegó el minuto 91 y Juncà derribó a Vela dentro del área, pero el árbitro o no lo vio o vio otra cosa. Y murió el partido con el corazón de Ipurua en un puño. En el minuto 93, el árbitro pitó el final y el Eibar sintió que la permanencia ya era suya. Sufriendo, ¿cómo si no?

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