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Los héroes llegan cansados a Valderrama

Sergio García y Rafa Cabrera-Bello terminan en +3 la primera jornada del Open de España

Carlos Arribas
Pablo Larrazábal, con el putter en el 18º.
Pablo Larrazábal, con el putter en el 18º.Matthew Lewis (Getty Images)

Austin, Houston, Augusta, Valderrama. Cuatro semanas. Cuatro torneos. Dos continentes. Al final de un mes tan viajado y competido, Sergio García y Rafa Cabrera-Bello, los héroes del golf están cansados y no pueden honrar como desearían el Open de España, el torneo bandera de su país, que por primera vez se juega en el duro y hermoso Valderrama, el llamado Augusta de Europa por su afán de perfección. Terminada la primera jornada en unas condiciones magníficas, sol, calor y mínima brisa del Mediterráneo agitando apenas las hojas de los alcornoques recién podados, marchaba líder el joven francés Alexander Levy (-5), que nació en California hijo de farmacéuticos, pero es hincha del triste Olympique de Marsella. A un golpe estaba el mejor español del día, el malagueño Alejandro Cañizares, y a dos el barcelonés Pablo Larrazábal. Las figuras fatigadas, atrás, en +3.

A Sergio García le fastidia llegar de “bajón” a un torneo que patrocina y promueve a través de su Fundación en un campo que prestigia a quien lo vence y que a él no le disgusta. “No he notado que he jugado mal pero estoy en un momento complicado de temporada, sin duda me hace falta descansar”, dijo el castellonense, de 36 años, quien debutó en Valderrama, en un American Express, cuando tenía 19: ganó Tiger Woods en el desempate a Miguel Ángel Jiménez y él terminó séptimo. “Me ha dado rabia que no juguemos en otra fecha, es un campo que exige mucho, hay que estar muy fino de juego y de cabeza y ahora estoy un poquito de bajón, necesito más de energía”.

En el Masters, hace una semana, tras dos jornadas magníficas jueves y viernes que le mantuvieron a tiro de la cabeza, García se vino abajo el sábado con 81 golpes, su peor resultado en Augusta. Siguió una trayectoria contraria a la de Rafa Cabrera-Bello, el español de moda, quien tras comienzos titubeantes terminó el domingo pudiendo con el campo de Georgia. El canario llegó a Valderrama con sueño más que nada. “Han sido tres semanas, las tres anteriores, de mucha intensidad, peleando hasta el final del domingo. Estoy cansado”, dijo Cabrera-Bello, que aterrizó el martes en España después de una gira norteamericana que contuvo un tercer puesto y una victoria sobre Rory McIlroy en el Mundial Match Play de Austin y un cuarto puesto en Houston. “Pero no es un cansancio físico, sino de falta de sueño bueno. En cuanto duerma dos noches como un bebé estaré perfecto”.

En sus noches bien dormidas, seguramente el jugador de Las Palmas, de 31 años, antes de roncar, echará cuentas del año magnífico que lleva. Lo comenzó como 11º del mundo y ya es 29º, un pasaporte a lo mejor, y así, cuando mentalmente desgrana el calendario que le viene puede incluir los grandes que quedan (el US Open, el Open, el PGA), y también, por ahora, los Juegos y, su gran aspiración, la Ryder Cup.

Y no muy lejos, con el niqui amarillo chillón, el color del canario los domingos de torneo, sonríe José María Olazabal, que se ha pasado por el Open a oler golf y a vivir como una persona de 50 años sin más preocupaciones que los achaques de la edad, y a cada paso que da se ve asaltado por peticiones de todo tipo: unos comentarios para la tele, un golfista que no da una y que le pide que le eche un vistazo en el campo de prácticas, un apoyo al equipo olímpico… Y Olazabal, feliz, disfruta.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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