“Sonríe, que hoy juega el Atléti”
Cientos de aficionados rojiblancos se motivan antes del comienzo del encuentro ante el Barcelona agarrándose al precedente de 2014
Dos horas antes de que comenzara el Atlético-Barcelona de Liga de Campeones el metro de Madrid parecía una tumba. Ni un sonido que no tuviera que ver con el choque, involuntario, de un abrigo con otro al intentar encontrar un espacio al que agarrarse. Dos Fernando Torres charlaban con un Falcao, pero sin levantar demasiado la voz. Como si no quisieran elevar el tono demasiado pronto, aguardando un espacio más propicio. Cuatro agentes de la Policía entraron cuatro paradas antes de llegar a la estación de Pirámides -la más cercana al Calderón-, en La Latina. Si el silencio era entonces un grito atronador, con su llegada se convirtió en una opción innegociable. Pero todo ese vacío sonoro, casi hermético, se desató al salir a la calle y toparse de frente con la realidad.
Tres seguidores en estado espirituoso rompieron de golpe con la liturgia y se dedicaron a recordar todos y cada uno de los cánticos que acompañan al equipo de Simeone en el campo. Mal entonados y con algún aparatoso baile tobillero de por medio, alcanzaron un bar. Allí se quedaron. No se adentraron en el Paseo de los Melancólicos, una especie de autopista con mil peajes obligatorios en las que lo raro era encontrar a alguien sin algo que decir. Si no decían nada era porque la copa les acaparaba momentáneamente su atención. La Policía montada contemplaba la escena en formación, sin intervenir. Si acaso algún caballo soltaba un relincho.
Y ahí, entre los centenares de aficionados, se levantaban incontables brazos, para móvil en mano grabar el sonido de petardos, gritos, cánticos y todo tipo de grandes éxitos rodeados por una pancarta: “Nunca dejes de creer”, junto a la placa de la Calle San Epifanio. Y ahí creían todos, menos los conductores. “Me da que no vas a poder girar”, le decía uno de los miembros del coro rojiblanco al conductor de un Volkswagen Scirocco que no sabía cómo llegar hasta su garaje. “Sonríe, que hoy juega el Atléti”, le decía otro.
Pero a medida que se acercaba la hora del partido las sonrisas eran más pronunciadas, el miedo no existía, y solo quedaba recordarse unos a otros que ya lo hicieron, ya eliminaron al Barcelona hace dos años en la misma fase, y que hoy no tendría por qué ser diferente. Y del silencio nunca más se supo.
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