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MEMORIAS EN BLANCO Y NEGRO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cinco pequeños espantan el pesimismo ante Rumania

Guillot cabecea el 4-0 en el España-Rumania.
Guillot cabecea el 4-0 en el España-Rumania.DIARIO AS

Al Mundial Chile 62 fuimos con un equipo de figuras pero caímos en la fase de grupos. Cesó el dúo seleccionador-entrenador, Hernández Coronado-Helenio Herrera, y entró José Villalonga como seleccionador-entrenador, fusionando ambas funciones.

José Villalonga, cordobés, era militar (comandante), como el presidente de la Federación, Benito Pico (coronel y auditor general del Cuerpo Jurídico). Voluntario en el bando franquista en la guerra, la acabó como alférez provisional. Luego ingresó en la Escuela de Mandos de Toledo, donde además de formación militar adquirió nociones de preparación física. Hasta la aparición del INEF, lo más parecido a la preparación física que se podía estudiar en España era aquello. Le tiraba el fútbol. Jugó de portero en equipos menores. Pensó que su tarea podía estar en lo físico.

Tras el fracaso del Mundial de Chile, entró José Villalonga como seleccionador

Entró en el Madrid como preparador físico en 1952, y en 1954 ascendió a entrenador por cese de Enrique Fernández, que chocó con Ipiña, el secretario técnico. Ganó las Ligas 54-55 y 56-57, y las Copas de Europa de 55-56 y 56-57. Pese a ello, Bernabéu no le quiso pagar lo que le pedía. Reemprendió su carrera militar, ascendió de capitán a comandante y ya en 1960 fichó por el Atlético, con el que ganó la Copa en 1960 y 1961 y luego la Recopa, aunque para entonces había pasado a secretario técnico a fin de tener tiempo para seguir con su carrera militar.

Su nombramiento fue polémico sobre todo porque era secretario técnico del Atlético. El primer rival es Rumania, eliminatoria a ida y vuelta para la Eurocopa. Su lista es esperada con máximo interés. ¿Cuántos de Chile caerán? ¿Caerán las vacas sagradas?

Villalonga anuncia una lista previa de 22 en la que faltan 14 de los mundialistas. Parte de la cuestión la resolvió la FIFA, que en agosto había prohibido que quienes hubieran jugado en una selección militaran después en otra. Eso eliminaba a Di Stéfano (que fue a Chile pero no jugó por lesión), Puskas, Santamaría y Eulogio Martínez. También cayeron santones como Carmelo, Garay y Segarra. Más los emigrados a Italia: Suárez, Del Sol y Peiró, los tres mejores jugadores nacionales del momento.

No hay nadie del Athletic y sólo un vasco: Araquistain. Cuando reduce la lista a 18, borra a Araquistain, Vergés, Oliveros y Marcelino. ¡Por primera vez en la historia no hay ningún vasco en el equipo nacional!

España pasó esa eliminatoria, y otra, y otra... Y acabó ganando la Eurocopa de 1964

Y sí hay seis del Atlético: Rivilla, Calleja, Glaría, Jones, Adelardo y Collar, más madera. Y hay muchos jugadores sin experiencia internacional y varios con muy pocos partidos en Primera. Villalonga se defiende: “Dentro de cuatro años, todos estos jugadores estarán en plenitud”. Curiosamente, se habla más del Mundial del 66 que de la Eurocopa del 64, que es lo que se iba a jugar… y que acabaríamos ganando.

Defiende la amplia convocatoria de atléticos porque el equipo es el líder. Pero el domingo inmediatamente anterior al partido, el Atlético cae aparatosamente en Mallorca 4-0, deja el liderato y le pone en posición aún más comprometida.

El grupo se concentra en el Hotel Zurbano. Hay dos bajas de última hora: Rivilla y Amancio. Éste era el único extremo derecho. Sin él, habrá que tirar de la misma solución que se improvisó en el Mundial: Collar a un lado y Gento al otro. Ambos zurdos. En la época, lo del extremo cambiado de banda se veía sacrílego.

Los rumanos llegan el domingo. Se sabe poco de ellos. Su único jugador de algún peso internacional es el interior Ozon. Vienen de ganar en casa 4-0 a la Selección Olímpica de Checoslovaquia, 3-0 a Marruecos y de perder 3-2 en Leipzig ante Alemania Oriental. Son gente amable. Visitan El Escorial y se deshacen en elogios.

Jueves, 1 de noviembre de 1962, 16:30, Estadio Bernabéu. Es el día. Entrada de dos tercios, en tarde fresca, soleada y magnífica. Fue el primer partido de la Selección al que asistí, y antes de empezar todo eran discusiones, en el autobús, en la puerta, en la grada… Que si Di Stéfano, que si Puskas, que si el Atleti, que si se le ve el plumero. Que si Amancio está lesionado o no. Que si Collar a la derecha y Gento a la izquierda o Gento a la derecha y Collar a la izquierda. Que cuándo se ha visto una selección sin ningún vasco. Que los delanteros son cinco renacuajos. Que si coincide con un desempate en la Copa de Ferias del Barça y que por eso no está este y sí aquel… Cada cual, un seleccionador.

Villalonga ha hecho declaraciones cautelosas que trae la prensa del día. Se queja de que no haya habido un amistoso antes, de que el estreno sea oficial. Y sin tiempo: el domingo hubo Liga, sólo se pudo trabajar martes y miércoles: “Es como una obra de teatro que se representa con sólo una lectura, sin ensayos previos”.

Salen los actores: Vicente (2); Pachín (6), Rodri (2), Calleja (4); Paquito (0), Glaría (0); Collar (11), Adelardo (1), Veloso (0), Guillot (0) y Gento (29). Fuera quedan Sadurní (0), Reija (1), Antonio Ruiz (0), Jones (0) y Fusté (0). El paréntesis marca los partidos internacionales. Como se ve, salvo Collar y Gento, no había gente fogueada.

Guillot me cuenta que la víspera habían discutido quién era más alto, si Adelardo o él. Por gusto, se tallaron los cinco delanteros. El gálibo lo ponía Adelardo, con 1,69, frente al 1,68 de Guillot. Los demás eran más bajos. “Les dijimos a Paquito y Glaría que no enviaran ningún balón por alto, porque era balón perdido. Que todo por abajo”.

Arranca el partido y, en efecto, España rasea el balón. Y, sorpresa general, todo sale como la seda. Esa selección pardilla, de delanteros bajitos, sin vacas sagradas, sin “transatlánticos ni transdanubianos”, (como escribió Antonio Valencia, crítico con los internacionales de importación) jugó como los ángeles. En media hora ganaba 4-0. Terminó 6-0. Atacó con velocidad e ingenio, profundizó, divirtió. Guillot y Veloso se entendieron de maravilla, Collar lo bordó una hora en la derecha y la última media en la izquierda, cuando cambió de lado con Gento, que lució igualmente a ambos lados. Guillot debutó con tres goles, uno de ellos, ¡de cabeza!: “De los dos o tres que he marcado en mi carrera, no más. ¡Ese día salía todo! Y eso que éramos tan nuevos. Yo jamás había jugado con ninguno de esos, pero nos entendimos a la primera”. Veloso marcó uno, pero le dio dos de los suyos a Guillot. Otro fue de Collar y el sexto, en propia meta, al desviar Numweiler un tiro de Gento.

España pasó esa eliminatoria, y otra, y otra… Llegó a la semifinal y la ganó. Y a la final, ante la URSS, y ganó la Eurocopa. Con Villalonga pero con sólo uno de los de aquel día ante Rumania: Calleja. La revolución permanente. Desde Iríbar, con el que volvió a haber vasco (¡y qué vasco!) en la Selección, hasta Lapetra, el extremo-interior que le quitó el puesto a Gento, y pasando por otros ocho puestos, el equipo cambió. Guillot no lo lamenta: “Seguimos asistiendo a la Selección, pero iban apareciendo otros, y sí, en la final, veinte meses después, no quedaba casi ninguno. Pero pusimos la primera piedra en un día muy difícil. Nosotros enterramos el pesimismo que desató lo de Chile. Eso no nos lo quita nadie”.

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