El Barcelona sortea el estrés con goles
Los de Luis Enrique, discontinuos en el juego, defienden el liderato en las áreas
A diferencia del Atlético, que se condenó como equipo en el Camp Nou por la irresponsabilidad futbolística de Filipe Luis y Godín, el Barça ha encontrado en las individualidades la solución para los males colectivos, evidentes en los últimos partidos: Málaga, Athletic y Atlético. Nadie cuestiona la alineación, la misma que conquistó cinco títulos, ni tampoco el estilo, la bandera de la institución para convencer a los patrocinadores después de las dudas con Qatar, ni mucho menos el liderazgo de Messi, último Balón de Oro. Existe la sensación general, solo desmentida por el técnico, de que los azulgrana son simplemente víctimas del estrés competitivo, el mismo que el año pasado llevó al Real Madrid a la perdición, expresada en la destitución en junio de Ancelotti. El club de Florentino se perdió desde que ganó el Mundial de Clubes al San Lorenzo. No ha ocurrido lo mismo con el Barça.
Los azulgrana suman 26 partidos invictos, a dos del récord conseguido por el plantel de Guardiola en 2010-2011; no pierden desde el 3 de octubre pasado en Sevilla; han remontado hasta seis encuentros y suman nueve victorias, ocho consecutivas, y un empate —0-0 en Cornellà— desde su triunfo en Japón ante el River Plate. El técnico y los jugadores miran al marcador y a la clasificación para no tener que dar explicaciones sobre el juego, que ha remitido respecto a otoño, menos virtuoso, fresco y fluido, y también más práctico, poco excelente si se tienen en cuenta partidos referenciales como el disputado en el Calderón o el del Bernabéu. No hay una sola causa para explicar la situación azulgrana, discontinua en su fútbol y por el contrario muy fiable en la tabla de la Liga.
El antídoto
Los azulgrana no escapan a los picos de juego que afectan a los equipos más comunes, más evidentes cuando se para la Liga de Campeones. Ya muy exigido por una pretemporada viajera, a los azulgrana les pesan los muchos partidos y torneos oficiales disputados —no hay que olvidar las dos Supercopas— y la Copa del Rey, que le ha enfrentado en dos series muy complicadas de tres partidos al Espanyol y al Athletic. Y, por otra parte, su plantel ha sido muy requerido por la sanción de la FIFA, que ha impedido hasta enero la alineación de Aleix y Arda.
Las rotaciones han sido escasas y, en contrapartida, los rivales han aprendido a combatir el plan azulgrana, más previsible, menos sorprendente que en el estreno de Luis Enrique. Los contrarios han aprendido a presionar la salida de la pelota del Barça y a inutilizar la línea de medios con una marca sobre Busquets. Al Barcelona le cuesta completar un buen partido y alterna momentos eléctricos y ráfagas de juego incontenibles, parecidas a las del dream team, con ratos de aburrimiento y cansancio, por no decir de regulación o contemplación, propicios para que el adversario replique como pasó con el Deportivo.
A falta de finura y de regularidad colectiva, se imponen remedios particulares, manifiestos en las dos áreas: Bravo (10 goles encajados en 17 partidos) y Piqué han sido tan decisivos en la defensa de su marco como la efectividad de Messi, Luis Suárez y Neymar en el arco contrario, también contra el Atlético. El uruguayo, que ya suma tantos goles como en su mejor temporada ante el Liverpool (31), vuelve a ser decisivo en los encuentros más importantes desde que comenzó el campeonato en San Mamés. El mejor aval para confiar en el equipo es precisamente el compromiso de los tres delanteros, dispuestos a mantener la misma ambición y pegada en la abundancia que en la escasez, líderes indiscutibles del Barça. La confianza en el tridente es tal que la directiva no quiere gastarse el dinero que no tiene en el fichaje de Nolito.
Hoy toca sufrir y resistir en la cancha porque la brillantez la da la clasificación de la Liga.
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