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sin bajar del autobús
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Quién es José Mourinho?

Sus títulos rutilantes en todos los clubes en los que entrenó nos impidieron averiguar quién era; hacían contraluz

Juan Tallón
Mourinho en una imagen de archivo.
Mourinho en una imagen de archivo. Francisco Seco (AP)

Pasado el tiempo, los títulos alcanzados por un entrenador empiezan a ser sólo cuadros colgados de una alcayata en la pared. Te hacen pensar en la sala de espera del dentista, cubierta de insulsos diplomas. A técnicos como Mourinho, sin embargo, les gusta detenerse a observarlos un rato cada día, igual que si fuesen caravaggios,y pasarles el plumero para que no se pose el polvo. “Esta Champions la ganaste tú, José”, se dice mientras señala a la pared con nostalgia, “y esta Premier, y también esta Liga con el Real Madrid, ¿la recuerdas?”. Si alguien preguntase “¿Pero quién demonios es José Mourinho?”, éste sonreiría en silencio, le alcanzaría un papelito con sus títulos, del que siempre lleva una copia en la carta, por seguridad, y al fin diría: “Lo pone ahí”.

Nada más aburrido y triste, no obstante, que un buen currículo. Huele a ese ambientador de pino que los padres ponían en el espejo retrovisor. Me temo que apenas sirve para recordar que en una etapa de tu vida te fueron bien las cosas, y te dedicaste a coleccionar torneos, millones, y portadas de periódico. Pero esa no es la verdad de una persona. Pensar en toda la gloria alcanzada, después de muchos años, pone a uno bastante lacónico, como si los éxitos también sufriesen la erosión del tiempo, hasta que sólo quedan en pie unas pocas piedras. El currículo seguramente serviría para adivinar quién es José Mourinho si, después de explicar que entrenó a Oporto, Chelsea, Inter y Real Madrid, contase que tal vez sufre insomnio, usa batín de raso para andar por casa, y algunos días flaquea en su vocación y tiene que llamar a su madre, que le prepara su comida preferida para reconfortarlo.

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En el instituto me tocó sentarme con un alumno que llegó mediado el curso. Nadie sabía quién era ni de dónde venía. Simplemente, un mañana apareció de la nada, leyendo a Bukowski. “Cuéntanos algo de ti”, le pidió un profesor el primer día. “Me llamó Carrillo, y me han expulsado de los Maristas, de los Salesianos, de los Jesuitas y de los Escolapios, y por eso estoy aquí”, informó orgulloso. De repente, todos tuvimos la sensación de que nunca habíamos conocido tan bien a un desconocido. Sucede algo parecido con Mourinho. Sus títulos rutilantes en todos los clubes en los que entrenó nos impidieron averiguar quién era; hacían contraluz.

Arrojado a la calle por Abramovich, y un poco también por sus jugadores, que ni se han asomado a la ventana para decirle adiós lanzándole besitos con la punta de los dedos, ahora será más fácil acceder a su núcleo. A solas, y derrotada, se conoce mejor a la gente. Ciertas biografías únicamente se entienden del todo si incorporan esa información tenebrosa que no se recoge en los currículos, y que es tan oscura que casi parece inventada. Me refiero a los equipos que te despidieron a mitad de temporada, o las discotecas en las que te prohíben la entrada sólo porque un noche destrozaste el local cuando un camarero se negó a ponerte la última copa.

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