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El Real Madrid pierde el centro del campo ante el Villarreal

Benítez compensa la ‘BBC’ dejando a Kroos en el banquillo y apostando por Casemiro en una fórmula frustrada

Diego Torres
Cristiano rodeado de defensas
Cristiano rodeado de defensasAlberto Saiz (AP)

Toni Kroos es uno de los mejores centrocampistas del mundo. Pero este domingo, en el partido más difícil que le quedaba por jugar al Madrid en 2015, permaneció en el banquillo. Como decía Carlo Ancelotti, que para ese puesto sugirió al chileno Arturo Vidal, “no siempre los mejores jugadores del mundo son los mejores para el Real Madrid”. A veces, las necesidades de un equipo no coinciden con las cualidades individuales de un futbolista, por magníficas que sean. Este es el gran dilema que tiene ante sí Rafa Benítez. El actual técnico madridista, como su predecesor, cree que la presencia de Bale, Benzema y Cristiano, tres puntas que se asocian poco al resto del equipo, tres hombres que dedican los partidos a esperar el pase y el remate, deja tan expuesto el centro del campo que si no se toman medidas excepcionales corre el riesgo de verse desbordado. Superado numéricamente y despojado de la pelota, como el día del 0-4 ante el Barça. Para evitarlo, la medida extraordinaria de Benítez consistió en introducir a Casemiro. Sin resultados aparentes.

Bale regresa al lateral por unos minutos

La lesión de Marcelo, que sufrió un problema muscular en los últimos minutos del partido, inspiró en Benítez una solución asombrosa. El técnico retrasó a Bale, una de las estrellas del equipo, al lateral izquierdo para tapar el hueco. El galés, que fue canterano del Southampton y fichó por el Tottenham como lateral zurdo, fue adelantando su posición con el paso de los años dada su facilidad para hacer gol y generar ocasiones. Gareth Bale regresó ayere a su origen. Fue casi una degradación. Sucedió en El Madrigal, el campo que le vio debutar en la Liga en septiembre de 2013.

Sin la pelota

Se suponía que Casemiro debía dotar al equipo de la firmeza defensiva que no posee Kroos, inclinado a las desatenciones. No sucedió así. Solo en la primera parte el Villarreal tuvo cuatro ocasiones nítidas después de una exhibición de toques que puso de relieve la incapacidad de los jugadores visitantes para robar y administrar la pelota. Dos Santos mandó un tiro al palo, Soldado metió un gol, y Bakambu desperdició dos mano a mano con Keylor. El portero le cerró muy bien el ángulo en una de las ocasiones, y el remate del congoleño se fue ligeramente abierto. No hubo noticias de Casemiro y el efecto de la BBC fue doble: el Madrid no solo fue incapaz de robar la pelota con eficacia; cuando la tuvo no la supo administrar.

Pocas aficiones transmiten una sensación de felicidad más pura que la del Villarreal. Los adeptos son recientes en su mayoría. No hay señales de fanatismo. Predomina un sentido de orgullo y de curiosidad ante el surgimiento de un club que en la última década ha desarrollado un proyecto pujante casi de la nada. Como la industria de la cerámica surgida del naranjal que señaló la vida de la comarca hasta los años 70. Los hinchas que se acercan a El Madrigal no lo hacen tanto por lealtad a un escudo como por el gusto por asistir a un buen espectáculo. Los jugadores lo comprenden a la perfección. Dos Santos, Bruno, Trigueros o Denis Suárez conectan con la sensibilidad de las gradas a base de toque. Entre los cuatro se apropiaron del partido. El Madrid experimentó un desconcierto tan absoluto que se pasó una hora sin tirar entre los tres palos. El primero en probar fue Bale en la culminación de un contragolpe.

Ocho de los titulares del Villarreal jugaron el jueves en Liga Europa. Solo cinco jugadores del Madrid disputaron la última jornada de la Champions el miércoles anterior. El tiempo corrió en contra de los futbolistas locales, que quizás sintieron la fatiga de la competición entresemana. Ni aun así el Madrid consiguió superar claramente a su adversario. La multitud de aficionados que asistieron al partido expectantes y en silencio consumieron los últimos monutos en un éxtasis vibrante. "¡Sí-se-puede! ¡Sí-se-puede!", cantaba la gente.

Firme en su propósito, Benítez insistió con la Bale, Benzema y Cristiano hasta el final. Cambió a Casemiro por Kovacic. A la sombra del banquillo, Kroos no quiso salir ni a calentar.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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