La dicotomía de Andy Murray
Después de un curso notable, el escocés simultanea el asalto al trono 'maestro' con la histórica final de la Davis con Gran Bretaña, solo cinco días después de Londres
Andy Murray es un tipo que va de frente. Superviviente de la masacre de Dunblane, el asesinato múltiple de 15 niños y una profesora escolar, el 13 de marzo de 1996, cuando él y su hermano Jamie tenían ocho años y no llegaron a entrar en ese gimnasio porque escucharon los disparos, el número dos de la ATP no suele andarse con paños calientes. Si le preguntan, él contesta; y si le piden opinión, sus reflexiones son sinceras. Así es el escollo con el que se topará hoy (15.00, Canal+ Deportes2) Rafael Nadal, en busca ambos de un triunfo que les abriría de par en par las puertas de las semifinales de la Copa de Maestros.
Murray, por encima de todo, ama el tenis, pero no rehúye otras cuestiones. Hace dos días, cuestionado por el asunto, expresó su dolor por los recientes atentados en París. “Fue horrible”, denunció. “Es difícil hablar sobre esto, porque no se puede hacer sin tener toda la información, pero fue una tragedia terrible. Lo mejor que podemos ahora hacer es vivir nuestra vida con normalidad, porque si no los terroristas estarían ganando. Debemos salir ahí fuera y hacer lo que hacemos siempre, sin demasiados cambios”, razonó.
Hace más de un año, justo antes del referéndum sobre la independencia escocesa, Murray también se pronunció: “Hoy es un gran día para Escocia. Toda la negatividad de los últimos días ha hecho que cambie totalmente mi punta de vista. ¡Hagámoslo!”, escribió en Twitter. Su apoyo al sí derivó en una catarata de amenazas y reproches en su cuenta. Los unionistas le tacharon de traidor y antipatriota, le señalaron. Las coacciones alcanzaron tal magnitud que tuvo que intervenir la policía. “Si Escocia llegase a ser independiente, me imagino que jugaría para Escocia”, aseguró en las páginas del diario The Guardian; “pero parece que esto no va a ocurrir, así que no pienso mucho en ello”.
Tras un curso notable, vuelve a ser llamado para otra causa histórica: romper la sequía británica, 37 años después del último título en la Davis
Desde entonces, Murray, 28 años y residente en Londres, anda con pies de plomo. A sus espaldas siempre ha portado mucha presión, la del Reino Unido, que percibe en él al heredero de Fred Perry, icono del tenis británico. Y él, más allá de las banderas, siempre ha correspondido a aquellos que le reclamaban. Ganó el oro olímpico en 2012, ante el público londinense, y un año después recogió el testigo de Perry en Wimbledon, 77 años después.
Hoy día, Murray afronta otro gran desafío. Después de un curso notable, con cuatro títulos ya en el zurrón –entre ellos, los Masters 1.000 de Madrid y Canadá–, vuelve a ser llamado para otra causa histórica: romper la sequía de Gran Bretaña en la Copa Davis. Del 27 al 29 de noviembre, es decir, cinco días después de la Copa de Maestros, debe guiar a su equipo hacia la Ensaladera, 37 años después; la décima, sería. Y ahora, claro, vuelve a estar bajo la lupa del Reino Unido, preocupado por cómo se entrena, por cómo se adaptará de una superficie a otra –de la rápida a la tierra– y por cuánta gasolina le queda en el depósito a estas alturas.
Me siento bien, fresco. Ojalá pueda hacerlo bien aquí y en Bélgica”
Algunos, poco menos, le pedían que tirase el torneo de Londres. “Si no hubiese jugado aquí, hubiera ido a Gante sin jugar un partido en tres semanas”, argumenta él, que va a por todas aquí y allá, aunque barajó la idea de bajarse de la cita de los maestros, lo que hubiera conllevado un severo castigo de la ATP; “jugar contra los mejores es el mejor modo de prepararme. Me siento bien. Ojalá pueda hacerlo bien aquí y en Bélgica”, desea.
Desde finales de octubre, Murray ha estado ensayando sobre tierra, que exige unos códigos muy distintos a los de la pista del O2. Una semana antes de competir en Londres, se ejercitó en concreto sobre las pistas de arena de Queen’s. En su mente, ahora mismo, existe la dicotomía. Sin embargo, dice poder afrontar el doble episodio con garantías. “He cambiado mi programa de trabajo de los dos últimos meses y, a diferencia de otros años, llego fresco”, asegura el escocés, al que le basta un triunfo más para cerrar el año, por primera vez, como número dos del mundo.
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