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Radwanska, toda una ‘maestra’

La talentosa polaca bate a la checa Kvitova en la final (6-2, 4-6 y 6-3) y conquista la Copa de Maestras, su primer gran trofeo. Cometió solo cinco errores en todo el duelo

Alejandro Ciriza
Radwanska posa con su título de 'maestra'.
Radwanska posa con su título de 'maestra'.EDGAR SU (REUTERS)

Frente al power game y la izquierda seccionadora de Petra Kvitova, temple, ponderación y análisis; control y dominio absoluto de la escena. Después, maestría, la que exhibió La Profesora Radwanska, Agnieszka Radwanska. La polaca, de 26 años, se convirtió en la nueva maestra del circuito femenino al derrotar en la final a la checa por 6-2, 4-6 y 6-3, después de dos horas y cinco minutos de enfrentamiento. Tras eliminar a Garbiñe Muguruza en las semifinales, una nueva exhibición de la número seis del mundo, que elevó en Singapur el primer gran trofeo de su carrera.

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Un título que, de algún modo, supone el reconocimiento a una magnífica jugadora, heterodoxa, porque Radwanska rompe con los estándares del tenis actual. Frente a la potencia y las bolas duras, la polaca conserva la esencia del juego de antes, que premiaba el talento por encima de los físicos (el suyo, de 1,73 y 56 kilos) y la fuerza. Muy reconocida entre las tenistas, aún le faltaba un galardón importante. En 2012 pisó la final de Wimbledon, pero chocó con Serena Williams, y dos años después se quedó a un solo paso de luchar por el título en Australia.

Ahora, en su sexta participación en la Copa Masters, estrena su casillero de trofeos mayores. Hasta ahora, Pekín (2011) y Miami (2012) eran sus mejores metas. Muy reconocida entre sus compañeras, por su comprensión del juego y su riqueza técnica, Radwanska concibe el tenis de forma cerebral y arquitectónica; domina a la perfección las proporciones de la pista y gestiona los espacio. Luego, ejecuta. Y si encima la superficie beneficia su capacidad defensiva, como lo hace la capa rugosa del Singapore Indoor Arena, que agarra la pelota y le hace perder revoluciones, mejor que mejor para ella.

Frente a la potencia  actual, la polaca representa la esencia del juego técnico de los viejos tiempos

Contra Kvitova, dolorida del muslo derecho, la polaca continuó la clase que impartió un día antes, frente a Muguruza. De nuevo, un mejunje de cortadas, derechas y dejadas. Esta vez, sin embargo, la resistencia fue todavía mayor. Kvitova pegó, pegó y pegó sin perder nunca la fe. La checa, con menos cartel mediático que otras, cuenta entre otros méritos con dos coronas de Wimbledon (2011 y 2014) y con el aval de saber ya lo que era ganar (2011) este torneo.

Lo que de inicio parecía muy decantado a favor de Radwanska, se transformó después en un choque de poder a poder. La fiabilidad de la polaca (un solo error no forzado en los dos primeros set, cinco en todo el partido) fue correspondida con una catarata de golpes ganadores (41) de Kvitova, que le infligió un parcial de siete juegos a uno para darle vidilla a la final, presenciada en primera fila por leyendas como Martina Navratilova o Chris Evert. Sin embargo, pese a llevarse el segundo parcial, sus 53 errores no forzados le condenaron ante La Profesora, ya Maestra. Una docente ejemplar.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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