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“Garbiñe es una superatleta”

Pese a que aún tiene un margen de progresión técnica importante, Muguruza explota una condición excepcional. “Tiene un físico privilegiado”, describe su compañera Carla Suárez

Alejandro Ciriza
Muguruza efectúa un servicio ante Kerber.
Muguruza efectúa un servicio ante Kerber.WALLACE WOON (EFE)

Sam Sumyk, el técnico francés encargado de moldear y dirigir la ascensión de Garbiñe Muguruza, es un hombre poco desprendido en el elogio. Silencioso y observador, en las sesiones de entrenamiento escruta cada paso de su alumna, pero rara vez le da una palmada en la espalda o le regala los oídos. En ese sentido, el preparador responde al modelo de la vieja escuela: mano dura y pocas recompensas. En las sesiones, sus intervenciones se limitan sobre todo a la corrección y las puntualizaciones, al igual que durante los partidos. Porque Sam, oriundo de la Bretaña francesa, no es nada dado a los aplausos. Sin embargo, Sam es un hombre “justo y equitativo”, cuentan, “un entrenador con mucho olfato”.

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Sabe Sumyk que ahora mismo, entre sus manos, tiene un diamante en bruto que en los últimos seis meses ha comenzado a adoptar la forma correcta; y sabe Sumyk, sabueso de 47 años, que con Garbiñe ha dado con una máquina anatómicamente extraordinaria. Así lo reconoce el francés, cuyo plan de trabajo, “muy marcado” según explican desde el entorno de la jugadora, no deja una sola rendija para el escapismo. “Ella es una superatleta”, responde el entrenador cuando se le cuestiona por la fisonomía de su alumna, que a sus 22 años todavía tiene un margen de progresión técnica muy elevado, pero que corporalmente no tiene nada que envidiar a las jugadoras más fuertes del circuito.

La definición de Sumyk no es nada gratuita. Describe de forma fidedigna a una tenista con un cuerpo privilegiado, ergonómico, de tallo alto (1,83 y 73 kilos) y extremidades kilométricas. Una deportista compensada, supervisada por el preparador físico Ignasi de la Rosa y que mima su carrocería, pero sin privarse de algún bocado extra que otro. “Lo quemo absolutamente todo”, detalla la protagonista, que en Singapur, después de los partidos y de atender a los medios, apura alguna que otra galleta de manzana y mantequilla.

En la mezcla genética posee un tesoro para poder competir en las altas esferas del tenis moderno

Preguntada por la loa de su técnico, ayer, entre bambalinas, Garbiñe se trastabillaba en la respuesta. “Eh… ¿Superatleta? No sé si soy súper, pero desde luego sí me considero una buena atleta. ¿Me ha llamado superatleta? Bueno, pues si lo dice mi entrenador, lo dice mi entrenador, ¿no? Si lo dice él va a misa. Creo que tengo un buen físico para jugar a tenis. Soy alta… y no estoy gorda. ¿Pero qué pregunta es esta?”, titubeaba Muguruza, que en la mezcla genética de su madre Scarlet, venezolana, y su padre José Antonio, vasco de Eibar, posee un tesoro para poder competir en las altas esferas del tenis femenino moderno.

“Tiene un físico privilegiado”, constata la canaria Carla Suárez, a la que el patrón actual de potencia, centímetros y palanca le pasa factura. Su 1,62 y sus 62 kilos se quedan hoy día cortos para combatir los obuses que envían colosas como Serena Williams, Maria Sharapova o Petra Kvitova, todas ellas de envergadura, al igual que la explosiva Garbiñe. Esta, en 2013, fue intervenida de una osteocondritis de astrágalo en el tobillo derecho que le apartó de las pistas medio año y le forzó a entrenarse dos meses sobre una silla para al menos no perder tacto. Algo que ya es pasado.

Conforme pasan los años me siento mejor, mi cuerpo se formado más"

“Ha habido momentos del año en los que jugar muchos partidos seguidos me han hecho sentirme muy agotada”, admite ella, que pese al desgaste también participa en el dobles, en el que hoy (6.00, contra las hermanas Chan) aspira junto a Carla a un billete para las semifinales. “Conforme pasan los años me encuentro mejor. Con el tiempo, mi cuerpo se ha ido formando más. Es cierto que con Sam entreno mucho más y el hecho de meter más horas en la pista te hace luego sentirte mejor”, concluye Muguruza, que juega con unas protecciones en los tobillos —llegó a Singapur con el izquierdo tocado, por una mal paso en Wuhan— y unas plantillas especiales para minimizar la carga de su propio chasis. De fórmula 1.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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