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Atletismo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La sospecha derrotada

Bolt confirma su reinado en unos Mundiales donde el dopaje sigue siendo tema de debate

Justin Gatlin, tras la carrera.
Justin Gatlin, tras la carrera.PEDRO UGARTE (AFP)

Cada campeonato del mundo de atletismo tiene su rey o su reina: son aquellos que consiguen batir un récord del mundo o que suman varias medallas. Invariablemente también, ese puesto de honor lo comparten con otro rey, el atleta más rápido de los campeonatos, el que gana los 100 metros lisos. En los Mundiales que se están celebrando en Pekín, en el reinado de la velocidad la disyuntiva estaba clara: o ganaba Bolt, sumaba otro oro más a su abultada colección y disipaba los rumores sobre su prematura decadencia, o ganaba otro, un nuevo rey coronado tanto por su victoria como por haber derrotado a Bolt, auténtico rey de reyes. Tras las semifinales quedó claro que ese otro sería Gatlin.

Bolt llegaba a la carrera en el séptimo lugar del ranking del año. Era evidente que no estábamos ante el superhombre absolutamente invencible, y su accidentada semifinal no hizo más que confirmar que iba a tenerlo muy difícil. Al final ha ganado, sin la superioridad abrumadora con que lo hacía antes, pero ha ganado; gracias, sobre todo, a una salida especialmente buena tratándose de Bolt. Con ello se ha demostrado que, aún hoy, en los 50 últimos metros el atleta jamaicano es invencible, y que para ganarle hay que sacarle mucha ventaja en los 50 primeros. Algo de lo que no ha sido capaz Gatlin, el sospechoso perfecto.

Estos campeonatos han estado marcados por la sombra de la sospecha que ha introducido los nuevos métodos de control, especialmente el conocido como pasaporte biológico. En los últimos tiempos, cientos de medallas olímpicas o de campeonatos Mundiales pasados aparecen manchadas. Con pavorosa frecuencia nos enteramos de que un atleta que en su día nos emocionó con su gesta es desposeído del título por hacer trampa, por competir dopado. Quien en su día fue un héroe aparece ahora como un villano.

En la final disputada ayer han corrido un buen número de velocistas reinsertados —Gatlin, Powel y Gay entre ellos—, apartados de la competición en algún momento de su vida por doping y recuperados para el atletismo cumplida su sanción. Soy un defensor convencido de la reinserción social; creo que a quien ha infringido una norma hay que darle una nueva oportunidad. Pero en el caso del deporte mi confianza se debilita cuando quien fue castigado por doping corre más rápido, lanza más lejos o salta más alto ahora que cuando competía dopado. La sospecha se ha instalado en el deporte, y eso es letal para la epopeya. Es como si años después de haber escrito La Ilíada, de Homero se hubiera visto obligado a rectificar su relato ante las evidencias de que Aquiles había derrotado a Héctor gracias a un bebedizo. Si tras la final de Pekín todavía podemos mantener la ilusión es gracias a Bolt, a un Bolt que ya no aparece como un semidios, sino como un hombre con unas capacidades extraordinarias.

Alfredo Pérez Rubalcaba corrió los 100 metros lisos en 10,9 segundos.

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