El paso atrás de Márquez
El de Honda confía en el chasis del 2014 que ya usó en Assen para volver a ganar
La primera vez que Marc Márquez venció en Sachsenring fue con una 125cc. Era el 2010, y con aquel triunfo en Alemania sumaba cinco victorias consecutivas, las primeras de su historia en el Mundial. Era el año en el que se daría a conocer al mundo. Porque con aquella menuda Derbi ganaría su primer título. Cinco años después, con otras tres coronas a su nombre (la de Moto2 y dos de MotoGP), el español vuelve a brillar en el único circuito que no le ha visto perder desde aquel extraordinario 2010. En una temporada en la que comenzó fallón y que descubrió las vergüenzas de su Honda –tan potente como difícil de dominar en las frenadas–, después de una solitaria victoria en Austin y otros dos segundos puestos, Márquez se presenta en la pista alemana con la confianza de que podrá volver a ganar.
Lo hace, además, justo el día en que se conoció el fallo del jurado de los Premios Nacionales del Deporte, que ha decidido galardonarlo por segundo año consecutivo con el Premio Rey Felipe, concedido al deportista español más distinguido. Además, el Premio Princesa Leonor, para deportistas menores de 18 años, recayó en su hermano Àlex, que comparte mención ex aequo con la regatista Aina Colom.
Nunca había hablado tanto con los ingenieros de Honda. Hemos necesitado tiempo para encontrar el camino” Marc Márquez, piloto del Repsol Honda Team
Márquez fue el más rápido tanto en la primera como en la segunda sesión libre del fin de semana en Sachsenring. Y eso que, asegura, este circuito nunca le gustó especialmente. No es divertido. Claro que, aunque anodino, el trazado germano puede este año echarle una mano. Siempre se le dio bien. Y, además, le sienta como un guante a la Honda. Presenta apenas dos frenadas fuertes: la primera y las dos últimas; y sus virajes invitan, en su mayoría; a un paso fugaz: levantar rápido la moto y hacer poco paso por curva. Además, Assen le dejó buenas sensaciones que parecen confirmarse en Sachsenring. Después de volver a usar tanto el chasis como el escape del año pasado (entre otros muchos cambios), tras unas cuantas carreras manipulando la electrónica hasta dar con la configuración que ayude a minimizar el carácter agresivo del motor, y después de un muy positivo test en Montmeló finalizado el gran premio de Cataluña (con un cero, el tercero del año), Márquez se cree capaz, por fin, de mandar sobre su moto.
“Hacía tiempo que no me sentía así un viernes. En las frenadas puedo parar mejor la moto, puedo ser más constante y mantener la trazada si cometo un error”, decía. Hasta ahora podía ir deprisa, era capaz de sacar un buen tiempo a una vuelta, pero la regularidad en carrera era otra cosa, porque para lograr esos tiempos tenía que arriesgar más de la cuenta. Ahora ha ganado confianza en la moto, una máquina que todavía tiene muchos vicios de aquella con la que empezó la temporada (el motor es el que es y no se puede cambiar ni modificar su carácter) pero que se va pareciendo cada vez más a la del año pasado. Se trata de una vuelta atrás tan tardía como necesaria. “Desde el fin de semana de Mugello tenía en el camión un chasis como el del año pasado, pero no pude probarlo hasta el test en Montmeló”, confesó. Lo recuperó en la última carrera, en Assen, y le permitió pelearse con Rossi en la última vuelta.
Los dos tests de pretemporada en Malasia, en los que se determina la dirección a seguir en la fábrica para la configuración de la moto, le confundieron. Así lo reconoció este viernes. “Pude rodar muy rápido y con un muy buen ritmo”, recordó. Pero Sepang, una pista muy ancha y en la que el calor enmascaró el rendimiento real de aquel nuevo motor (todo potencia), no es el mejor escenario para decidir si una moto funciona como uno quiere. “Nunca había hablado tanto con los ingenieros de Honda”, concedió Márquez, entre risas. “Hemos necesitado tiempo para encontrar el camino”, asumió.
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