El indomable Kyrgios
El australiano, defendido por McEnroe pese a sus malos modos, ha sido sancionado por los jueces en los tres partidos que ha jugado: "Es un soplo de aire fresco para el juego"
Tiene 20 años, es un tallo (1,93) y por sus diamantes, pequeña cresta y demás ornamentos, muchos le identificarían como un comercial del barrio londinense de Camden Town. Pero para los aficionados españoles es un viejo conocido, no en vano hace un año apeó a Rafael Nadal de Wimbledon a raquetazos. Y, durante estos días tropicales en Londres, agita el All England Tennis Club, territorio por antonomasia de la tradición, un enclave selecto y estricto en el que cualquier salida de tono no está nada bien vista y suele tener sus consecuencias.
Es Nick Kyrgios (Canberra, 1995), jugador altanero, de genes griegos y malasios, los que heredó de sus progenitores; un tenista tan insultantemente talentoso como irreverente. Pues bien, en estos días londinenses, al bueno de Nick le ha dado por sacar la vena pendenciera que lleva dentro. En semejante marco, donde la norma es la base de todo funcionamiento, le ha dado por hacer sus fechorías. La última de ellas, cometida el pasado viernes, concluyó con su raqueta en la grada. Y, claro, con la sanción arbitral correspondiente.
Es la tercera que suma, una por cada uno de los partidos que ha jugado. En su primer duelo ya infringió el código de conducta al negarse a jugar después de una discusión de uno de los jueces de línea; dos más tarde recibió otro toque de atención del árbitro por mascullar algunos improperios en dirección a uno de los asistentes; y en la última ocasión, el número 20 del ránking fue sancionado con otro warning por malos modales.
No creo en no decir nada ahí fuera o ser un robot"
Esta vez, después de fallar una bola de break, colérico, estrelló su raqueta con tanta fuerza contra el césped que esta salió despedida hacia arriba, más de dos metros. La herramienta cayó sobre uno de los espectadores de la primera fila. Después, en la conferencia de prensa, le preguntaron por las críticas. “No me importan”, soltó Kyrgios, que en el caso de haber dañado el césped podía haber recibido una multa similar a la que el año pasado tuvo que abonar el italiano Fabio Fognini. El récord: 27.500 dólares (24.700 euros) por abrir el césped.
Por su carácter, Kyrgios tiene muchos detractores. Sin embargo, también hay quienes defienden al bad boy del circuito. Uno de ellos, el volcánico John McEnroe, parece haber encontrado a su doble. “A la gente no le gusta su corte de pelo o que hable demasiado, pero es un soplo de aire fresco para el juego. Ganará torneos grandes”, augura el estadounidense. “Me gusta el tenis entretenido. No creo en no decir nada ahí fuera o ser un robot. Creo que debemos expresarnos. Esto es un deporte, ¿sabes?”, respondió él en la sala de prensa.
Ya estuvo a punto de ser expulsado del US Open y del Abierto de Australia por mal comportamiento
Amante obsesivo de la NBA, indomable sobre la pista, a Kyrgios se le suele ver entre bambalinas junto a sus compatriotas Thanasi Kokkinakis o Bernard Tomic, otros dos malotes. Lleva shorts larguísimos, cadenas y capuchas o gorros, al estilo rapero. En el último Abierto de Australia insultó a los aficionados y unos meses antes, en el US Open, estuvo a punto de ser expulsado por sus palabrotas y tirar la pelota a la grada; recibió tres castigos en ese mismo partido. Tres acumula ahora en Wimbledon. En los octavos se medirá al francés Richard Gasquet. ¿Habrá show? Quién sabe. Pero mientras, McEnroe sonríe.
VÍDEO: El incidente de Kyrgios con la raqueta en Wimbledon.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.