Lorenzo se va otra vez de escapada
El de Yamaha domina en Le Mans desde la primera curva Rossi y Dovizioso le acompañan en el podio de una carrera en la que Márquez es cuarto
Hay días en los que las victorias no tienen mucha explicación. Como esos días en los que uno se ve un poco más guapo cuando se mira al espejo por la mañana. Y no ha cambiado nada durante las horas de sueño, pero a uno le da por sentirse mejor. En esas está Jorge Lorenzo. Quién sabe si también él sintió que tenía el guapo subido al amanecer en Le Mans. Su triunfo se explica de la misma manera en la que apenas podían explicarse sus fracasos anteriores. Los pequeños detalles le arrebataron hasta el podio en las carreras iniciales. La fortuna parecía haberle abandonado tan rápido como se le escurre el buen humor cuando las cosas no funcionan. Pero las bromas volvieron tan pronto como lo hicieron los resultados. Ocurrió en Jerez, donde Lorenzo pareció olvidarse de todos sus fantasmas, decidió pensar menos y se dejó llevar por su talento. La fórmula funcionó. Y funcionó tan bien que el de Yamaha repitió este domingo en Le Mans.
Ese dejar de comerse el coco se tradujo en un Lorenzo tan fino como de costumbre, constante giro tras giro, veloz y hasta huraño (sólo en la pista); un Lorenzo que gana carreras desde la primera curva, sin nadie que le rechiste. Como solía. Como hizo en este gran premio de Francia en que en un visto y no visto –y merced a una maniobra arriesgada y brillante, llegó a rozar a Iannone– se puso en cabeza en la salida. Y en apenas dos giros ya sacaba siete décimas al segundo, Dovizioso.
Si además del magnífico estado de confianza uno busca más explicaciones a la exhibición de Lorenzo las encuentra en los neumáticos. Y en la temperatura, fresca en tierras galas, pese a que salió el sol y calentó más que en todo el fin de semana. Es en esos circuitos en los que no hace demasiado calor y el asfalto no es demasiado abrasivo donde Lorenzo puede pilotar con las gomas más blandas, con las que suele encontrarse más cómodo: le dan mejor agarre en aceleración a la salida de las curvas, y resisten tan bien el paso de la carrera –gracias a la delicadeza de su pilotaje– que apenas caen sus tiempos en los compases finales de la misma. La teoría, a la que hay que añadir que la Yamaha del 2015 es una moto completa y regular, se cumplió en Le Mans.
Intentó Dovizioso que no fuera así. Le aguantó el ritmo. Se fue acercando. Se puso a tres décimas. Y cuando parecía estar a punto de intentar el ataque cometió un error (vuelta 11) y se fue largo. Al giro siguiente el de Yamaha le había sacado un segundo de ventaja. Una distancia que no hizo más que aumentar desde entonces, fuera la Ducati quien le persiguiera, fuera su compañero Rossi, como ocurriría poco después. El líder del Mundial, que salía séptimo y que resultó tener también un magnífico ritmo –“Nos la jugamos con un cambio en la configuración de la moto y la apuesta salió genial”, confesó–, atrapó primero a Márquez (vuelta tres), luego a Iannone (vuelta 11) y finalmente a Dovizioso (13). Utilizó para ello la última chicane y la última curva del circuito, donde asestó el adelantamiento definitivo. Definitivo para el segundo puesto. Pues a Lorenzo no había quien lo alcanzara.
La carrera, sin embargo, tuvo otro foco de atención en los últimos minutos. A falta de diez vueltas, Márquez, que había salido mal (cayó de la pole al cuarto puesto) y que hizo peor los primeros giros, espabiló (ya con el depósito más ligero) cuando rodaba en sexta posición y a un ritmo prácticamente un segundo más lento que el de Lorenzo. Se fue a por Smith primero y a por Iannone después. Incómodo este curso con las derrapadas excesivas de su moto, con mala entrada a curva y mala aceleración, tampoco era capaz de controlar el tren delantero en Le Mans –“Se me cerraba mucho la dirección, todos los pilotos de Honda se han caído por ese motivo y yo he salvado unas cuantas”, explicó–, pero se empeñó en ir a por el cuarto puesto. Y lo logró. Cabezota y ambicioso, el campeón del mundo protagonizó un cuerpo a cuerpo con Iannone que se alargó durante tres vueltas. Cualquiera hubiera pensado que el italiano –se dislocó el hombro entrenándose con la Ducati en Mugello apenas una semana antes de viajar a Francia– desistiría ante el empuje y la agresividad de un tipo como Márquez. Pero no lo hizo. Y aunque perdió el duelo, lo hizo después de devolverle los ataques una y otra vez al español: en la primera chicane, en la última, a final de recta... “Ha sido lo más divertido de todo”, concedió Márquez.
No se divirtió tanto Pedrosa, que se cayó en la segunda vuelta. Volvía tras mes y medio de baja por las molestias (y la posterior operación) en su antebrazo derecho. Y terminó la carrera a duras penas, el tercero por la cola. Y no fue por su brazo. Fue por su moto. Y por lo que quedó de ella tras la caída: tenía el manillar doblado y el acelerador no tenía retorno. Todo un reto.
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