Lorenzo se impone en Jerez desde las entrañas
El de Yamaha domina la carrera de principio a fin en Jerez merced a su ritmo imposible Márquez es segundo y Rossi tercero en una prueba sin adelantamientos en cabeza
Lo avisó. Iba a pilotar por puro instinto. Desde las entrañas. Sin pensar en cómo hacerlo, en cómo se supone que es la mejor manera de tomar las curvas, en si es más eficiente hacer derrapar la moto y frenar no sólo con el tren delantero, sino también con el trasero, en si hay que sacrificar el paso por curva para levantar antes la moto y salir más rápido en aceleración, en si Valentino lo hace así o Márquez lo hace asá. A Lorenzo, que ha ganado mucho, empezaron a darle igual las recomendaciones sobre cómo pilotar la 1.000cc y estos neumáticos Bridgestone —tan distintos de aquellos del 2013, con un compuesto más duro en los flancos— cuando comprobó que tampoco intentándolo podía ganar. Y decidió guiarse por su propio instinto. Y dar rienda suelta a su talento. Y así fue como ganó en Jerez, con su estilo, el de siempre, el que le hizo campeón, el que le permite pilotar con comodidad. Sin tener en la cabeza nada más que el circuito. Aplicando la finura en la trazada que siempre le caracterizó.
Lorenzo sacó partido desde el primer minuto al asfalto del circuito jerezano y al neumático más blando —favorecido su rendimiento por un considerable descenso de las temperaturas—. Con agarre suficiente para no sufrir en frenada, podría pilotar a su antojo. Y eso hizo. Bordó lo que para él es una carrera perfecta: salida desde la pole, primero en la primera curva, primero en la primera vuelta, un segundo de ventaja después de seis giros, cuatro alcanzado el ecuador de la prueba, y una última vuelta en la que se permitió alzar el brazo izquierdo unos segundos para saludar a la afición.
Su impresionante ritmo —firmó el récord del circuito en la segunda vuelta: 1m, 38,7s y se mantuvo durante muchos minutos en los 39 medios— fue suficiente para ganar la carrera. No necesitó de maniobra alguna, tal era la perfección de su pilotaje. A Márquez, que intentó seguirle desde el inicio, lo fue perdiendo de vista así: una décima por tramo, cuatro décimas por vuelta, victoria asegurada. “Cuando llevas tiempo sin estar en el podio un buen resultado te hace fortalecer la confianza”, confesó.
Si el triunfo del de Yamaha —no ganaba desde el Gran Premio de Japón, en octubre del año pasado— tuvo mérito, no fue menor la carrera de Márquez. Tras un fin de semana en el que trabajó al ralentí por exigencias del guion —fue operado de una fractura en el meñique el sábado anterior— y en el que pasó menos minutos en pista de los habituales para no agotarse demasiado, pudo acercarse bastante a los tiempos de Lorenzo y (mucho más importante aún) imponerse con un ritmo mejor que el de Rossi. La diferencia entre ambos era de sólo unas décimas: ahora dos, ahora tres, ahora cuatro. Al inicio rodaba más rápido el de Honda. Pero empezó a sentirse mal: al no poder forzar demasiado el brazo izquierdo, por el cuidado con el que maniobraba con su mano, terminó estresando demasiado el derecho: y apareció el síndrome compartimental —“empecé a notar mucho dolor en el brazo y casi no podía mover los dedos”, explicaría después—; pero encontró solución. Puesto que rodaba solo, bajó ligeramente el ritmo para relajarse físicamente y coger fuerzas. Cuando vio que tenía a Valentino a un segundo (a siete vueltas del final) volvió a tirar un poco más. Y salvó la segunda plaza. Un resultado que le sabe a gloria.
Rossi, por su parte, no pudo obrar una nueva hazaña esta vez. En ningún momento del fin de semana fue capaz de sentirse tan cómodo como lo hacía su compañero de equipo. Y esas escasas décimas de diferencia son las que valen para ganar carreras. Si en los compases iniciales fue Pol Espargaró (finalmente quinto) quien le dio problemas (tardó tres vueltas en adelantarle), en los últimos giros fue el neumático delantero el que empezó a complicarle la vida. Y tuvo que renunciar a un duelo final con Márquez como el de Argentina. Eso sí, sumó su podio número 200 en el Mundial, más que nadie, unos cuantos más, incluso, de los que tiene Giacomo Agostini, 159.
No hubo ni rastro esta vez de las Ducati. Iannone, que se había clasificado en la primera fila, salió mal y no remontó más que hasta la sexta posición final; Dovizioso hizo un mal inicio, se salió de la pista y tuvo que escalar desde la última posición para acabar noveno. Crutchlow fue el primero del resto, cuarto. Y, tras la visita real —el rey Juan Carlos entregó el trofeo al ganador—, el Mundial llegará a la quinta cita, en Le Mans, con cuatro pilotos (Rossi, Dovizioso, Lorenzo y Márquez, por ese orden) separados por sólo 26 puntos. Un gustazo.
Una clavícula rota por un calentón
Juanfran Guevara, de 19 años y piloto murciano del equipo de Moto3 de Jorge Martínez Aspar, cruzó la meta en la 20ª posición. Y logró lo que otros tantos no pudieron hacer este domingo de carreras en Jerez: adelantar en la última curva. Él lo hizo en la última vuelta y le ganó la posición a Karel Hanika, 19 años, promesa checa, uno de los descubrimientos de la Red Bull Rookies Cup y piloto del equipo de Aki Ajo. El checo se lo tomó tan mal que, terminada la carrera, fue a buscar al español en la vuelta de honor y le embistió.
La acción, un arrebato —lo reconoció cuando Dirección de carrera le llamó a capítulo: “Me había adelantado en la última curva y me enfadé, por eso fui a por él”— terminó con Guevara por los suelos. La caída, bastante aparatosa, provocó la fractura de la clavícula derecha del español. Tendrá que pasar por el quirófano para que fijen el hueso con una placa. Y se perderá, probablemente, la próxima carrera: en Le Mans dentro de dos semanas. Allí sí estará el checo, a quien Dirección de carrera decidió imponerle cinco puntos de sanción y que, en consecuencia, saldrá el domingo desde el pit lane.
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