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DIARIO DEL PALOMERO
Columna
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Un bigote, un cambio de sexo y un chupón

Bruce Jenner durante la entrevista con Diane Sawyer.
Bruce Jenner durante la entrevista con Diane Sawyer.HANDOUT (REUTERS)

27/04 Lunes

Definitivamente no está siendo un buen año para los exjugadores de baloncesto que andan por los 40 o 50 años. Hoy nos hemos enterado de la muerte de Mike Philips en un accidente doméstico, que se suma a las de Lalo Garcia, Chris Welp, Anthony Mason, Jerome Kersey o Roy Tarpley. Mike era un armario de tres cuerpos (para aquella época) con una mano muy fina y resultaba demoledor cerca de la canasta. Le sufrí durante unos cuantos años y doy fe que se trataba de una máquina de anotar (como se puede apreciar en este video) muy difícil parar. Jugó en varios equipos de la liga española (fue hasta máximo anotador una temporada) para terminar completando una buena carrera, ganándose el honor de formar parte de ese reducido grupo de norteamericanos de los ochenta de los que no cuesta nada acordarse. Tanto de él como de su juego y por supuesto de su bigote. ¡Qué tiempos aquellos donde estaba de moda!.

Pero pasó su momento, el de los bigotes, con el de Aznar como uno de los últimos simbólicos. Ahora es época de barbas, como las del Chacho, James Harden o incluso la de Rajoy. Por cierto, nuestro presidente del gobierno ha declarado en un desayuno esta misma mañana que sí, que quiere ser candidato en las próximas elecciones generales. Y siendo el que manda, a ver quien le dice que no. Es una buena noticia, sin duda, pues se habrá alegrado mucha gente. Empezando por sus seguidores y siguiendo con sus detractores, que pensamos que con él de cabeza de cartel, las posibilidades de que el PP no siga gobernando aumentan. Total, que este anuncio sólo ha podido disgustar a la parte de su partido, de tamaño desconocido, que no le traga. Filias y fobias aparte, hay que reconocerle coraje. Con su hoja de servicios llena de promesas incumplidas, con sus ínfimos índices de popularidad, con su inopia (siendo benévolos) para no enterarse de nada de lo que durante 25 años se cocía a su alrededor y con la única carta de una dudosa mejora económica (sólo habla de cantidades y no de calidades) volver a enarbolar la bandera de la transparencia, la honestidad y ¡tócate los pies! el cambio, no puede provocar otra cosa que te rindas y te quites el sombrero.

28/04 Martes

Siempre he sentido admiración por los campeones de decathlon. Me parecen superhombres capaces de correr distancias cortas y largas, saltar a lo largo y a lo ancho y lanzar todo tipo de artefactos, desde un peso hasta una jabalina pasando por un martillo. Sus competiciones son agónicas, y encima dejan el 1.500 para el final, donde llegan exhaustos después de dos días de competición interminables. Si dominar una especialidad, sea la que sea, ya es complicado, hacerlo con diez debe ser tremendo. Mi memoria guarda especialmente a dos de los más grandes. El primero, Daley Thompson, que ganó el oro olímpico en los dos Juegos en los que yo participé, Moscú y Los Ángeles. Era un tipo capaz de correr los 100 metros en 10,26, los 400 en 46,86, saltar 8,11 en longitud, 2,14 en altura, 5,25 en salto con pértiga o lanzar la jabalina a 65 metros. Vamos, lo que se conoce como un superhombre. El otro fue Bruce Jenner, el primer decatleta del que tuve conocimiento gracias a su triunfo en Montreal 76. Jenner tenía pinta de cantante country de la época, con una melena parecida a la de Jimmy Connors o incluso a la del cantante John Denver o a uno de los componentes de Los Monkeys. Su popularidad en Estados Unidos continuó después de su retirada al hacerse conferenciante y aparecer con regularidad en la tele, bien por él mismo, bien por ser padrastro de las Kardashian, uno de los grandes ejemplos de hasta qué punto esta sociedad está perdiendo el rumbo. Hoy Bruce Jenner es noticia por su primera entrevista después de someterse a un cambio de sexo. Como ha dicho, ya es una mujer a todos los efectos, y pienso en lo complicado que ha tenido que ser su vida y de paso la de muchos otros hombres que viviendo en universos machistas como era (y sigue siendo en algunos casos) el del deporte, tuvieron (y tienen) que esconder preferencias, gustos o sentimientos que no obedecen al modelo de atleta machote.

29/04 Miércoles

Hace muchos, muchos años, recibí una lección que desgraciadamente tardé en interiorizar. Debía tener unos 25 años, era pieza importante en los exitosos Real Madrid y selección española de baloncesto, tenía de todo y la vida, más que sonreírme, me ofrecía carcajadas. Después de un partido en el que habíamos ganado y yo había jugado muy bien, la mujer de un compañero de equipo me dijo: “Disfrútalo, porque esto se acabará algún día”. Como supongo que han hecho otros deportistas a esas edades, yo atravesaba esa fase de la vida donde estas cosas ni te las planteas y crees que esa agradable realidad va a durar para siempre. Leo a Nadal decir que los grandes de la historia no son eternos, y él tampoco. Y me alegro que lo sepa con antelación, que no necesite cruzar la línea para saber que está en algún lugar cada día más cercano. Esto le previene contra dos errores: Uno, el flagelarse en exceso en la derrota. Dos, el no disfrutar al máximo con las victorias. Todo esto puede parecer obvio, pero la normalidad no es muy normal en estos universos. A veces se te exige el sentirte imbatible, indestructible, capaz de superar cualquier límite. Para ciertas cosas puede ayudar, pero tiene un grave efecto secundario. Que cuando te das cuenta que eres batible, destructible o que todos tenemos un limite, la digestión puede ser complicada.

Hablando de digestiones, difícil hacerlo a veces con el comportamiento de Cristiano Ronaldo. Esta vez su indisimulado cabreo con Arbeloa por haber marcado un gol que podía haber sido para él le muestra de nuevo como un niño egoísta, preocupado más por sus asuntos y disputas individuales que por el bien colectivo. Cierto es que los goleadores suelen tener tendencia al chuponismo pero el Cristiano actual, que parece más obsesionado con sus números que con el de los marcadores, termina irritando y hasta el Bernabéu se lo recriminó en forma de pitos (tibios, eso sí, pero que se notaron). Dicen sus defensores que “es que Ronaldo es así”. Pues si es así, que intente ser de otra forma porque si no, cuando como ahora, las cosas no le salgan redondas, puede que no encuentre ni comprensión ni cariño.

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