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Nadal despliega las alas ante Ferrer

El número cinco se impone al alicantino en un duelo de fajadores (6-4, 5-7 y 6-2) y se medirá a Djokovic en las semifinales de Montecarlo (sábado, 15.30, Canal+ Deportes)

Alejandro Ciriza
Nadal, durante el partido frente a Ferrer.
Nadal, durante el partido frente a Ferrer.Julian Finney (Getty)

Es la constatación de un advenimiento, de que cuando pisa la arena se transforma y vuelve a desplegar las alas. Es, confía él, esperan muchos desde hace tiempo, el punto de inflexión que demandaba una trayectoria dinamitada por las lesiones y salpicada por las dudas, por la incógnita. ¿Volverá Rafael Nadal a la cumbre? Tal vez. El futuro no espera y en los dos próximos meses, con París en el horizonte, llegará la respuesta definitiva. De momento, lo que sí certificó el español con su triunfo frente a David Ferrer (6-4, 5-7 y 6-2 en dos horas y 45 minutos) y su acceso a las semifinales de Montecarlo, en las que retará este sábado al número uno, Novak Djokovic (15.30, Canal+ Deportes), es que no está dispuesto a claudicar; que ha recuperado la chispa; que hoy está un poco más cerca de sí mismo que ayer.

El balear ha roto la barrera mental, aquella que le aturdía cuando divisaba de nuevo las alturas

Pero, por encima de todo, la victoria contra el alicantino corrobora que Nadal ha roto una barrera, la mental, aquella que le impedía tomar vuelo en los instantes más complicados, la que le aturdía cuando divisaba de nuevo las alturas y el desnivel crecía. Desde que el pasado 8 de junio batiera a Nole en la final de Roland Garros, entre prolongadas ausencias y el escepticismo no había conseguido batir a un miembro del top-10. Cayó frente al checo Tomas Berdych en Australia y después contra Milos Raonic en Indian Wells. De ahí la importancia de doblegar a Ferrer, un guerrero que pese a tener la losa estadística en los careos (23-6 ahora, 19-2 sobre tierra batida) le había derrotado las dos últimas veces que se habían visto las caras (París 2013 y Montecarlo, en los cuartos del año pasado).

Venció Nadal en un hermoso pulso de fajadores en el que tanto él como Ferrer, séptimo en el ránking, ofrecieron un nivel brutal. No se entregó nunca el de Jávea, soberbio en el primer tercio de 2015 –títulos en Acapulco, Río y Doha–, incombustible a sus 33 años sobre la pista. Y eso que el partido se le puso cuesta arriba desde el principio, cuando cedió un doble break y no encontraba la manera de hincarle el diente al balear en el primer set, por más que buscase una y otra vez su revés, a ver si se le enredaba la bola o bien impedía que su adversario se perfilase de derecha y saliese despedida como un tiro. Pero no había forma.

Ferrer bregó como un peón de obra y a la vez cinceló golpes artísticos

Podía haber caído Ferrer en la trampa del dejarse llevar, de volver la cara y marcharse rápido, pero no lo hizo porque no es su estilo. Bregó como peón de obra y a la vez cinceló golpes de lo más artísticos, brocha gorda y brocha fina a la vez, un regalo para aquellos que deseaban un duelo como los de antes. Amagó con irse, después de que Nadal le rompiese el servicio dos veces consecutivas en el segundo parcial y se pusiese 3-0. Podía haberse ido, así es, pero no lo hizo. Se repuso y encaró, como los grandes. Replicó con otros dos breaks, equilibró el marcador y acto seguido se destensó un pelo, pero enseguida se agarró de nuevo a la faena, tan exigente que le generó una ampolla en el pie izquierdo y hubo una interrupción de casi siete minutos.

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De vuelta al coso, Ferrer igualó el partido, pero Nadal demostró que ha recuperado el nivel competitivo. Otra es si le dará para batirse en un cuerpo a cuerpo con Djokovic (6-0 y 6-3 al croata Marin Cilic; el francés Gael Monfils y Berdych se verán en el otro cruce), hoy día el ser supremo del circuito, ganador de los tres grandes títulos disputados hasta el momento en este curso (Australia, Indian Wells y Miami) y con las piernas más frescas, pero lo que está claro es que sobre la arcilla ha reencontrado el punto, su punto. Muy sólido en todos los sentidos (60% de puntos ganados al primer saque y otro 60% en puntos de ruptura), como ya demostrase un día antes contra el cañonero John Isner, el mallorquín lanzó un mensaje rápido: break para empezar. Después, otro paquete de advertencias para salir definitivamente de la jaula y volver a batir las alas, golpes poderosos y profundos que terminaron por liquidar a Ferrer. “Estás bien, estás bien”, le decía el alicantino, voz amiga, durante el apretón de manos final. El campeón gana poco a poco confianza.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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