El guerrillero que secuestró a Di Stéfano en 1963
El cubano Paúl del Río, hijo de republicanos españoles se dedicó al dibujo, y la escultura
Paúl Del Río, el hombre que bajo el seudónimo de Máximo Canales lideró el comando guerrillero que en 1963 secuestró a Alfredo Di Stefano en Caracas, falleció este domingo en la capital venezolana. Del Río, hijo de republicanos españoles en el exilio, nació en 1943 en Cuba pero llegó con sus padres a Venezuela en 1945. Adolescente todavía, se sumó a los movimientos guerrilleros que, a comienzos de los años 60, organizaron el Partido Comunista (PCV) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), con asistencia cubana, para derrocar a la entonces joven democracia representativa, nacida tras la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez en 1958.
Como líder de un destacamento ligado al MIR, llevó a cabo acciones espectaculares de gran impacto en la opinión pública, como la toma en alta mar del carguero venezolano Anzoátegui, en ruta a puertos brasileños en 1963, y el secuestro en 1964 del entonces agregado militar de la Embajada de Estados Unidos en Caracas, Michael Smolen.
Sin embargo, su operación más recordada no fue, quizás, la más audaz. En agosto de 1963, el Real Madrid participaba en Caracas en un torneo intercontinental de verano. Con el club viajaba su estrella, Alfredo Di Stéfano, La saeta rubia, el mejor jugador del mundo del momento. Del Río, que asumió durante la campaña subversiva el nombre de guerra de Máximo Canales, fue en persona con otro compañero al hotel donde se hospedaba el equipo madrileño y, con una simple argucia —ante el futbolista se hicieron pasar por agentes de policía—, capturaron al astro argentino.
Di Stéfano permaneció 48 horas en manos de sus secuestradores. Fue liberado una vez alcanzados los objetivos del comando: dar a conocer en todo el mundo la lucha que la insurgencia venezolana llevaba a cabo. Por el resto de su vida Del Río debió relatar muchas veces la aventura. Todavía en 2005 asistió en Madrid a la premiére de Real, la Película, la cinta que dirigió Borja Manso sobre el club blanco.
Del Río cayó finalmente en prisión en 1971, donde estuvo hasta 1974, cuando se acogió a la política de pacificación del Gobierno venezolano. Desde entonces dio rienda suelta a su vocación de artista. Trabajó en el dibujo, la pintura y la escultura.
Cercano al comandante Hugo Chávez, durante el régimen bolivariano alcanzó una cierta categoría de artista oficial. Una escultura suya frente a la sede de la estatal petrolera Pdvsa, en Caracas, rememora la “recuperación” de la principal industria del país por parte del chavismo tras el paro petrolero de diciembre de 2002. El propio Chávez le encargó el diseño del sarcófago de madera donde reposan, desde 2011, los restos del Libertador suramericano, Simón Bolívar, exhumados en 2010 y reubicados desde 2013 en un nuevo mausoleo.
Pero Del Río no evitó controversias con el chavismo. En 2008 ocupó, con un grupo de exguerrilleros el Cuartel San Carlos de Caracas, un viejo fortín colonial que durante el siglo XX sirvió de cárcel para prisioneros políticos y militares. De hecho, fue allí donde Del Río pasó parte de su cautiverio en los años 70, tal como Chávez, quien quedó recluso en la vetusta prisión tras su intentona golpista de febrero de 1992.
La ocupación buscaba denunciar irregularidades administrativas y exabruptos históricos en la remodelación del Cuartel San Carlos, obra que entonces se adelantaba bajo la gestión del ministro de Cultura y arquitecto favorito de Chávez, Francisco Sesto. El gesto tuvo éxito mediano. Pero a partir de él Del Río pudo hacer campamento permanente en el cuartel, donde vivió y despachó a nombre de su fundación de ex prisioneros políticos y como gerente de facto del sitio, hasta este domingo. Allí, en el lugar donde estuvo encarcelado, decidió terminar su vida de película con un disparo al corazón.
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