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Balas de fogueo en el Deportivo

El Almería sale indemne de un intenso asedio de un rival sin puntería

Verza y Oriol Riera luchan por el balón.
Verza y Oriol Riera luchan por el balón.Carlos Barba (EFE)

Más le vale al Deportivo que en mayo no se tenga que acordar de los dos puntos que se dejo ayer en Almería porque, sin duda, los echará en falta. Empató un partido que fue suyo, en el que disparó mucho, pero con balas de fogueo. Tan superior se vio que acabó ansioso, prisionero de la necesidad y la cercanía de la victoria porque además, cuando mayor era su dominio, se encontró con la expulsión de Thievy y una superioridad numérica que no supo explotar. Aún así antes había tenido tiempo para pasarlo mal y permitir alguna ocasión clara de gol al rival, lo que no deja de ser un mal síntoma.

Pudo marcar de inicio Hemed, también Dos Santos, porque el Deportivo comenzó tan ambicioso como contemplativo en defensa, despistado para abrigarse de la estrategia rival. Se ajustó de inmediato a partir de la pelota, de su control. Se la quitó al Almería y lo convirtió en un equipo vulnerable al que sometió a un intenso bombardeo en cuanto anclado a Álex Bergantiños controló el medio campo y zanjó el ida y vuelta.

ALMERÍA, 0 - DEPORTIVO, 0

Almería: Julián; Míchel Macedo, Dos Santos, Trujillo, Dubarbier; Verza, Corona (Jonathan Zongo, m. 88); Wellington Silva (Edgar, m. 66), Soriano (Thomas, m. 79), Thievy; y Hemed. No utilizados: Yeray, Fran Vélez, Ximo Navarro y Espinosa.

Deportivo: Fabricio; Juanfran, Insua, Sidnei, Luisinho; Borges, Álex Bergantiños (Medunjanin, m. 85); José Rodríguez (Hélder Costa, m. 65), Lucas Pérez, Cuenca (Luis Fariña, m. 80); y Oriol Riera. No utilizados: Lux, M. Pablo, Laure y Juan Domínguez.

Árbitro: Gil Manzano. Expulsó a Thievy (m. 54) y a Míchel Macedo (m. 90). Amonestó a Edgar, Ximo Navarro, Luisinho, Juan Rodríguez y Borges.

Estadio de los Juegos del Mediterráneo. Unos 10.000 espectadores

Hasta 25 veces remató el equipo de Víctor Fernández, que por momentos propinó a su rival una monumental tunda futbolística, pero sin puntería, con una carencia alarmante de recursos para definir allí donde mandan los buenos. Porque tampoco puede afirmarse que el meta Julián salvase el partido al Almería. Y ese es otro mal síntoma para el Deportivo, que con todo y más allá de sus desastres en las áreas dejó la sensación de estar muy por encima de un rival directo, que festejó el empate a cero y mantener la media goleadora favorable como una gran victoria en una jornada en la que al menos tanto gallegos como andaluces consiguieron alejarse un punto de los puestos de descenso.

Al Deportivo le queda mal cuerpo porque fue superior cuando el partido le exigía más y se topó con sus carencias cuando la inferioridad numérica del rival le demandaba soluciones que no supo encontrar. Se diluyó en su propia impotencia, en la de Oriol Riera, un delantero con movimientos y trazas de manual, un nueve que lo hace todo por el libro, pero que se está encontrando con un muro ante la portería rival. Se equivoca en la definición para echar por la borda todo lo bueno que hace antes de ella porque ayuda, se desmarca, trabaja para bajar balones y sacar al equipo hacia delante con tanta pulcritud que hasta enternece y casi se disculpa el borrón final en el remate. Riera marra, pero ayer se evidenció en medio de la bacanal de remates deportivistas que no estaría mal que tras él jugase un pasador. Y Lucas Pérez, demasiado concreto, siempre con la portería en la mira, no lo es.

El Almería se aturdió ante la exhibición de juego del rival. Perdió el hilo porque se convirtió en un equipo largo y desconectado y acabó sumido en protestas al árbitro por dos expulsiones que no parecieron injustas y que en el caso de Thievy, muy revolucionado y proclive a soltar brazos en los saltos, incluso pudo haber llegado antes. Por el camino se fue al limbo un penalti de Dubarbier al despejar con el codo un centro al área. Pagó con el mal trío arbitral sus limitaciones el equipo local, pero tuvo oficio para entender el partido y sufrirlo. Con diez sobre el campo se echó atrás y encontró salida en Edgar y Hemed. Al tiempo convirtió su defensa en un jeroglífico indescifrable para el Deportivo, que se atoró y bajó el ritmo de circulación de la pelota justo cuando más veloz tenía que rodar, cuando menos aliento tenía además para conducirla. Acabó con todo su armamento (tampoco le sobra) Víctor Fernández en el césped, pero jamás encontró la munición.

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