El Celta desnuda al campeón
El Atlético, en su peor versión, sucumbe en Balaídos sometido ante un rival muy superior
Justo cuando había tocado el cielo con el estrépito de la goleada al Real Madrid, con la presentación de su candidatura a renovar glorias recientes y la sensación de haber ajustado sus nuevas piezas; justo cuando se aguardaba el mejor Atlético, el que mantuviese la distancia con los dos grandes, llegó su peor versión de la temporada, la de un equipo chato, tan incapaz de hilar juego, de tramar dos pases seguidos que por momentos flirteó con el sonrojo.
El Atlético se cayó en Balaídos en una primera parte impactante por patética y una segunda que le mandó a la lona cuando tímidamente trataba de alzarse, prisionero de unas limitaciones que se evidenciaron con la pelota, huérfano de Arda y Koke, que por lo visto no pueden faltar y, menos de manera simultánea, en este equipo. Se vino abajo el Atlético, que solo se sostuvo durante una hora porque el Celta encontró la profundidad pero no la pegada. Tuvo en ese tiempo un punto previsible el equipo de Berizzo, que ayudó a que el oficio de la zaga rojiblanca lidiara con la situación, incomodada al tener que aplicarse de manera continuada en la resta. Le alivió que el partido tomase como única dirección no sólo la que llevaba hacia portería de Moyá sino también que lo hizo a través del perfil zurdo del ataque celeste. Despreció el otro flanco el Celta porque Sergi Gómez, un central, operó como lateral postizo y no se atrevió a romper la línea trasera de cuatro, y tanto Krohn-Dehli como Orellana se acostaron hacia el centro y convirtieron el dibujo de su equipo en asimétrico. Y a la mezcla le faltó el aliño de la sorpresa.
Celta, 2-Atlético, 0
Celta: Sergio Álvarez; Sergi Gómez, Cabral, Fontàs, Jonny; Radoja, Augusto; Orellana (Santi Mina, m. 89), Krohn-Dehli (Álex López, m. 88), Nolito; y Larrivey (Hernández, m. 76). No utilizados: Rubén Blanco, Planas, Bongonda y Charles.
Atlético: Moyá; Juanfra, Miranda, Godín, Siqueira; Griezmann, Tiago (Mario Suárez, m. 33), Gabi (Raúl Jiménez, m. 72), Saúl; Torres (Cani, m. 45) y Mandzukic. No utilizados: Oblak, Jesús Gámez, Giménez y Ansaldi.
Árbitro: Martínez Munuera. Amonestó a Godín, Cani, Mario Suárez.
Goles: 1-0. M. 58. Nolito, de penalti. 2-0. M. 71, Orellana
Balaídos. Unos 23.000 espectadores
Trabajó el Celta en el manejo, se aplicó para recuperar la pelota con prestancia ante un rival sin recursos, desnudó sus defectos, pero en principio no fue más allá de un zarandeo, del caracoleo de Nolito y Orellana. No encontró a Larrivey y, paradoja, el Atlético sobrevivió a su desastrosa primera mitad sin que su portero apenas tuviera que estirarse. Entre medias, el banquillo colchonero vivió el desplome con la fiereza que se le supone a su entrenador, desesperado por los problemas de Torres y Mandzukic para presionar la salida del balón del rival. Más gestual que el Niño, al croata se le vio superado ante el vapuleo, irritado con el ir y venir tras un balón que no tocaba, más desconectado en ese trabajo de zapa que de costumbre y sin alimentación para darse algún gustazo en ataque. Sufrió él y padeció su compañero en la punta, sustituido tras el descanso cuando Simeone ya había expuesto dos planes, uno inicial con dos líneas de cuatro tras los delanteros y otro con tres centrocampistas por dentro tras la entrada de Mario Suárez por Tiago a la media hora.
No cesó de buscar el Cholo porque el partido requería soluciones para un equipo sin ellas y probó tras el descanso con Griezmann en la mediapunta y Cani en la izquierda. Venía de la nada y quizás por eso pareció llegar a algo, pero fue entonces cuando golpeó el Celta mediante el inevitable Nolito, que ha recuperado su mejor tono, el que le llevó a la internacionalidad y le ayuda a desabrochar las mejores zagas. Fue él quien provocó un penalti ante Mario Suárez y lo transformó, el que fabricó una oportunidad que Larrivey mandó increiblemente al limbo para aumentar la ventaja del Celta cuando el Atlético se hacía a la idea de jugar en desventaja.
La respuesta del Atlético brotó del orgullo y el empuje porque a esas alturas ya había quedado claro que fútbol tenía menos del justo. Apretaron Saúl y Griezmann, pero respondió bien el meta Sergio Álvarez y el Celta supo explotar los espacios que le dejaron las prisas de un rival descosido. Marcó Orellana el segundo en una de las escasas ocasiones que percutió desde el extremo, una apoteosis del toque y la conexión que premió la idea que tuvo el equipo, que tras una racha nefasta ha sabido levantarse fiel a la identidad que le ayudó a construir su éxito inicial en el campeonato. Dos goles abajo ya era demasiado tarde para el Atlético, que reclamó un penalti que sí lo pareció al arrollar Fontàs a Siqueira. Pero no es tiempo de disculpas (el césped de Balaídos estaba tamizado por una incómoda arena, pero seguramente molestó más para tocar el balón que para correr tras él) y sí de reflexión para el campeón, para concluir entre otros aspectos que el poderío de una delantera como la que alineó ayer Simeone se queda en poco si no hay quien trabaje el balón tras ella.
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