Benzema baila sobre la raya
El francés resuelve los problemas del Madrid sin espacios con una jugada evocadora del mejor Butragueño
El autobús del Madrid lo esperaba bajo la grada del Coliseum cuando alguien preguntó a Karim Benzema si alguna vez vio el gol que Butragueño le había hecho al Cádiz en un partido de Copa, en febrero de 1987. Porque es verdad que en esa sucesión de arranques, fintas y pausas desconcertantes el Buitre había prefigurado ante Juan José, Linares, Arreitu y Jaro lo que él, Karim, le acababa de hacer a Juan Rodríguez, Alexis, Naldo y Codina. A la audiencia más memoriosa le maravillaba que dos sucesos tan extraordinarios pudieran repetirse, demostrando que el destino es circular y que los genios, ante situaciones similares, reproducen obras parecidas, del mismo modo que los hombres corrientes caen en los mismos engaños que sus corrientes predecesores históricos. La respuesta de Benzema fue inequívoca:
-No.
Los futbolistas que poseen una clase descomunal, como Benzema, suelen aparentar displicencia. Ellos hacen sin esfuerzo lo que la mayoría se desvive por intentar. Tranquilamente, conducen sus carreras envueltos en un halo de serenidad. Se sienten seguros al amparo de su don. No necesitan obsesionarse para competir y esto los convierte en extraños en un mundo de maníacos. Los profesionales lo repiten: a Primera se llega de dos maneras. Los menos, los raros, con su virtud natural. Los más, con voluntad fanática de ser futbolistas. La clase de fuego que los empuja por encima de sus limitaciones. Exactamente algo que nunca precisó Benzerma, que a ojos de algunos de sus compañeros madridistas merece un juicio simple: “No le gusta el fútbol”.
Benzema es un misterio a quien no le interesa el fútbol como medio de nada, como no sea de diversión con la pelota y de financiación de sus aventuras discográficas. El hombre no desespera por las cosas del juego, ni por el público, ni por las demandas inherentes a la industria. Por no preocuparse, no se preocupa ni por lo que le pagan, y el dinero es fuente de angustias sin fin en un gremio como el suyo, donde el tiempo de vida útil es escaso. Cuentan en el club que nunca ha subido a pedir un aumento de sueldo, cosa insólita, y que este detalle admiró tanto al presidente Florentino Pérez que el último verano le renovó hasta pagarle seis millones netos por temporada. En septiembre, cuando el público le pitó, durante la derrota en el derbi de Liga, se presentó ante los micrófonos en el Bernabéu con la misma impasibilidad que en Getafe: “No sé si me pitaron pero es normal después de una derrota. Para mí no pasa nada. Yo no escucho nada. Ya sé que hay presión”.
"Se hace muy difícil porque todos los equipos juegan atrás", apunta el delantero francés
Durante un mes, en el inicio del curso, Benzema se convirtió, junto con Casillas, en objeto de la ira de la hinchada. Pero la cosa le dio más o menos igual. Como ayer, cuando los medios le dispensaron tratamiento de ídolo. Le preguntaron si acababa de vivir su mejor momento desde que llegó al Madrid, en 2009, y su rostro no experimentó la más mínima alteración, aparte de abrir ligeramente los labios para dejar escapar tres monosílabos incrédulos:
-No lo sé.
Hay algo plano, mecánico, previsible, en este Madrid de los primeros días de 2015. El equipo parecía abocado al empate por la vía reglamentaria en Getafe hasta que Benzema comenzó a maniobrar contra la ortodoxia. Esa capacidad de provocar lo imprevisible aumenta su importancia para un conjunto que venía de sufrir dos derrotas y un empate contra el Valencia y el Atlético. El francés lo atribuyó al modo de defender de los rivales: “El Getafe juega muy bien metido atrás. ¡Todos atrás...! Para mí el Madrid es el mejor equipo. Esperamos continuar así. Pero ahora se hace muy difícil para nosotros porque todos los equipos juegan atrás. Y nosotros necesitamos ese espacio para marcar goles”.
No es en las grandes extensiones donde se destacan los mejores. El fútbol moderno se caracteriza por la falta de espacios. Ahí está el problema del Madrid y el problema de todos. Y ahí, acorralado en una raya de cal, en la línea de fondo, es donde Benzema se desenvolvió como un bailarín para burlar a cuatro rivales del Getafe y encaminar la victoria entregándole el gol a Cristiano. El 0-1 y no, como Butragueño, el 6-1 frente a un adversario completamente humillado, en febrero de 1987.
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