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Atlético 2 Granada 0

Cuando Arda gobierna

El turco despierta al Atlético y lidera un triunfo bien gestionado ante el Granada

Ladislao J. Moñino
Raúl García logra el segundo tanto del Atlético
Raúl García logra el segundo tanto del AtléticoÁlvaro García

Cuando Arda gobierna los partidos, el juego experimenta esa brusca transición temporal que siempre acompañó a los futbolistas distintos. Lo suyo es que un partido pase del frío al calor en un pispás desde el libertinaje que le da su calidad técnica. Lo que parece pura anarquía cuando recibe el balón termina por convertirse en puro juego colectivo. Desde otra demostración suya, creció el Atlético para empezar a dominar el Granada y después para gestionar un 1-0 que duró demasiado tiempo. Casi una hora, aunque el campeón apenas sufrió agobios pese a la tardanza en entrar en el partido y cerrarlo. Cómo no, con otro golpe de cintura y un pase delicado de zurda del propio turco con el que Raúl García zanjó el duelo.

Atlético, 2 - Granada, 0

Atlético: Moyá; Juanfran, Godín, Giménez, Siqueira; Gabi, Mario, Arda (Raúl Jiménez, min.90), Koke; Torres (Griezmann, min.58) y Mandzukic (Raúl García, min.83). No utilizados: Oblak, Miranda, Saúl y Gámez.

Granada: Oier; Nyom, Babin, Mainz, Sissoko (Foulquier, min.63); Héctor Yuste, Iturra, Lass (Juan Carlos, min.74), Piti, Ibáñez (Success, min.77); y El Arabi. No utilizados: Roberto, Marcelo Djalo, Uche, Javi Márquez.

Goles: 1-0. M. 34. Mandzukic. 2-0. M. 88. Raúl García.

Árbitro: Iglesias Villanueva. Amonestó a Godín, Mario, Mandzukic, Lass, Sissoko y Nyom.

Estadio Vicente Calderón, unos 45.000 espectadores.

Tardó 20 minutos el Atlético en ser reconocible. No le pegan esas constantes vitales de otros equipos que pueden empezar de menos a más. Necesita jugar con el corazón en la boca. En ese primer tramo adormilado concedió lo que no acostumbra, casi media docena de saques de esquina, uno lo estampó Piti directamente en el larguero, y unos cuantos contragolpes que sirvieron de escaparate para el punzante Robert, un chico cedido por el Valencia que en esos primeros minutos se quedó con partido.

Acostumbrado a diseccionar al contrario y dárselo mascado a sus futbolistas, los de Simeone parecieron estudiar sobre el terreno que les planteaba este Granada, ya sin Joaquín Caparrós en el banquillo. El Atlético necesita rock and roll, un voltaje elevado que vaya más allá del propio juego cuando tiene el balón. El interruptor que lo enciende está en las disputas de las pelotas sueltas y en la ocupación de los espacios que le permite estar preparado para controlar todo lo que sucede alrededor del balón. Ahí es donde le hace entender a sus adversarios que no habrá más partido que el que quieren jugar los futbolistas de Simeone. Si no se retroalimenta desde el esfuerzo no alcanza las revoluciones que le convierten en ese equipo tan incómodo. A ese ritmo más bajo de inicio no había ocasión de comprobar el poderío real de esa dupla Mandzukic-Torres.

Hasta que no ajustó la presión en campo contrario y empezó a ganar los rechaces, no se activaron los rojiblancos. El primero en encenderse fue Arda, que es la dinamo de los biorritmos del equipo y también de la grada. Puede ser el partido extraño y hasta feo por parte de su equipo, como lo estaba siendo, con un exceso de balones largos que acompañaba esa sensación de equipo salido del vestuario a medio gas. Tiene el turco, entre sus muchas virtudes, una vital para el conjunto. Una chispa suya, una de esas jugaditas en las que combina la cintura con el culeo de un poste bajo del baloncesto y el tacón, puede generar un incendio generalizado en los suyos y el desconcierto en el contrario. Juega a contranatura de un deporte ya tan físico, donde abundan los futbolistas longilíneos de torsos cincelados. En su anacronía física, Arda devuelve el juego a lo sublime de lo que siempre fue, el arte del engaño en el uno contra uno, dañino de verdad, el que después del regate liga con una jugada colectiva. Lo suyo fue una continuidad de lo que hizo en la media hora que jugó en el Bernabéu el jueves. Cuando hace los partidos suyos, tiene esa rara habilidad para que el juego pase de la rutina a lo espasmódico en décimas de segundo.

A partir de Arda se animaron Koke, Gabi y Juanfran. La rebelión más definitiva fue la de Godín, que tiende a escoger bien cuando el equipo necesita un descuelgue desde la cueva. Zancada larga y cabeza alta, Godín se aventuró al ataque a la media hora de juego tras un robo en su propia área. Le entregó la pelota a Arda y este conectó con Mandzukic, que a la carrera dejó que Torres aumentara la velocidad. El Niño se paró en un costado y desde allí observó la entrada rompiendo la línea defensiva del Granada de Godín. Sissolo le agarró porque el central uruguayo se disponía a un control o un remate franco ante Oier. Mandzukic aseguró el lanzamiento con un golpeo rotundo de interior alto y colocado.

No gestiono el Atlético ese gol de ventaja desde la especulación o el repliegue. Buscó siempre aumentar la diferencia. No dejó crecer al Granada en ningún momento. Jugo lo que le faltaba del primer tiempo y también todo el segundo en el campo de su rival. Se apoyó en la solidez de Mario y se vio a Torres espoleado, incluso más hábil en espacios reducidos que en sus actuaciones anteriores. Le dio una hora Simeone antes de romper su dupla con Mandzukic dando entrada a Griezmann. Siguió punzante y estirado el campeón con el francés, pero fue Arda el que acabó con el partido. Ese recorte tan suyo que congela el tiempo, ese pase templado y medido y la voracidad y la fe de Raúl García para entrar al remate.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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