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HISTORIAS DE UN TÍO ALTO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cavaliers, desconexión emocional

Las cosas no permanecen inmutables. Es probable que LeBron James todavía no esté en decadencia, pero su película, como todas, abandonará la cartelera antes de lo que pensamos

LeBron James, ante Babbitt en un Cleveland-Nueva Orleans.
LeBron James, ante Babbitt en un Cleveland-Nueva Orleans.Chris Graythen (AFP)

Fuera de temporada, los Cavaliers de Cleveland montaron la última versión de un superequipo de la NBA. Convencieron a su querido hijo LeBron James para que volviese a casa, donde se unió a Kyrie Irving, por su parte reciente receptor de la versión NBA del título de caballero: el contrato más alto. A continuación, el equipo cambió a Andrew Wiggins —una de las elecciones del draft—, un tazón de azúcar y una docena de huevos por la superestrella barbuda Kevin Love. Tanto si se les amaba como si se les odiaba, los Cavs han formado un conjunto al que cualquiera querría ver; una versión actualizada de los Heat de Miami de la Era de las Decisiones.

La semana pasada sintonicé un partido que los Cavaliers jugaban en casa contra los Raptors de Toronto, líderes de la Conferencia Este. Hacia el final, los Raptors —que son los anti-Cavaliers gracias a una serie de desconocidos sorprendentemente eficaces— estuvieron a punto de hacerse con la victoria. Entonces, LeBron James marcó un triple desde el extremo del área y los Cavaliers ganaron su octavo encuentro consecutivo.

Acto seguido apagué el televisor y me puse a ocuparme de los asuntos de la noche sin volver a pensar en el partido. No me alegraba de que los Cavaliers hubiesen ganado. Tampoco hubiese querido que perdiesen. No sentía nada.

Tanto si se les amaba como si se les odiaba, los Cavs han formado un conjunto al que cualquiera querría ver; una versión actualizada de los Heat de la Era de las Decisiones.

Achaqué parte de mi desinterés a los problemas de los Cavs con el baloncesto. Cuando Irving tiene el balón, Love no hace nada. Cuando Love tiene el balón, Irving no hace nada. Cuando James tiene el balón, nadie hace nada. Pero, por encima de todo, mi desinterés se debía a una desconexión emocional.

Los Cavaliers de Cleveland son algo así como un segundo matrimonio precipitado. Sobre el papel tenía sentido, porque ella ya va entrando en años y a él le acaban de ascender en el trabajo. Pero la primera vez que ella se casó hubo cartas de amor tórridas y promesas escritas a mano. Ahora hay la sala de un juzgado, el mejor amigo de alguno para hacer de testigo y una botella de champán de graduación media en una habitación de hotel conseguida con descuento.

No valdría la pena quejarse de nada de esto si el novio no fuese el mejor jugador de baloncesto del mundo. A no ser, por supuesto, que LeBron James ya no sea el mejor jugador de baloncesto del mundo. ¿Es posible que a los 29 años ya se dé por satisfecho? (Michael Jordan abandonó la NBA para jugar al béisbol cuando tenía 30). ¿Podría ser que a los 29 hayan quedado atrás los tiempos de gloria en la NBA si se ha empezado a jugar el campeonato con 18? (La carrera de Jordan empezó cuanto tenía 21). ¿Quizá estoy exagerando un poco? (sobre todo con estas oportunas comparaciones con Jordan).

Desconocemos la respuesta a las dos primeras preguntas, pero sí sabemos la de la última, que es: probablemente. LeBron James sigue siendo el principal reclamo de la NBA. La temporada todavía está en sus comienzos, y los Cavaliers seguramente encontrarán la manera de jugar sin que los espectadores se queden dormidos.

No obstante, deberíamos recordar que las cosas no permanecen inmutables durante mucho tiempo. Es probable que LeBron James todavía no esté en decadencia, pero su película, como todas, abandonará la cartelera antes de lo que pensamos.

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