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HISTORIAS DE UN TÍO ALTO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El cuento del ‘draft’

K.J. McDaniels, de Filadelfia, salta ante Marco Belinelli
K.J. McDaniels, de Filadelfia, salta ante Marco BelinelliMatt Slocum (AP)

Los 76ers de Filadelfia son horrorosos. Tan horrorosos que la semana pasada se pusieron a una derrota de batir el récord de todos los tiempos de la NBA de partidos perdidos a principios de temporada. Su condición horrorosa no es casual. Es un secreto a voces que el equipo pierde adrede con el fin de aprovisionarse de las consiguientes primeras elecciones del draft, que espera que devuelvan a la franquicia una cierta apariencia de respetabilidad.

El problema con este plan es que “dejarse ganar” —como se llama a ese comportamiento en mi lengua materna— no funciona. Es decir, funciona en el sentido de que proporciona mejores elecciones en el draft al equipo autor de todas esas derrotas; pero análisis tras análisis queda de manifiesto que tener mejores seleccionados ahora no suele guardar relación con ganar en el futuro próximo. La mayoría de los conjuntos ganadores llegan a serlo no por el impacto de un joven de 19 años de la Universidad de Kentucky, sino porque llevan mucho tiempo construyendo un equipo, o porque han firmado un contrato con LeBron James en su mejor momento.

Es un secreto a voces que los 76ers pierden adrede con el fin de aprovisionarse de las próximas primeras elecciones

De hecho, la mayor parte del tiempo los primeros seleccionados consiguen sus victorias en otro lugar. Desde el advenimiento de la lotería del draft en 1985, solo cinco jugadores han ganado el campeonato de la NBA con los equipos que los reclutaron en el sorteo: Sam Elliot, David Robinson, Tim Duncan, Jason Kidd y Darko Milicic. En los casos de Elliot y Kidd, sus equipos ganaron únicamente cuando volvieron a hacerse con ellos. Y Milicic no condujo exactamente a los Pistons de Detroit a la victoria. Se pasó la mayor parte de la temporada mirando a las animadoras.

Pero las personas suelen ser estúpidas e incompetentes cuando se trata de estadística, y a veces a esas personas las ponen a cargo de equipos de baloncesto. Por lo tanto, es improbable que conjuntos como los 76ers de Filadelfia abandonen sus respectivas carreras hacia lo más bajo. Es decir, a menos que la NBA haga algo para resolver el problema.

Michael Carter-Williams se tapa la cara durante un partido de los 76ers
Michael Carter-Williams se tapa la cara durante un partido de los 76ersMatt Slocum (AP)

La solución más sencilla sería suprimir la lotería del draft, pero parece exagerado. La mayoría de los jugadores seleccionados en el sorteo no salvarán una franquicia, aunque ciertamente Andrew Wiggins no haría que un buen equipo como los Golden State Warriors fuese peor. La siguiente mejor idea es una proscripción al estilo europeo, pero esa solución es problemática para la NBA, porque la NBA es estadounidense y los estadounidenses son tozudos y se embarullan fácilmente con cualquier cosa con apariencia europea.

Lo cual lleva a este sencillo (e inconfundiblemente estadounidense) arreglo: una sanción económica. ¿Qué pasaría si el equipo de la NBA que acabase con la peor puntuación tuviese que pagar una multa de, pongamos, 30 millones de dólares, el segundo peor, de 15 millones, y el tercero peor, de cinco millones? El dinero se podría repartir entre los equipos de las eliminatorias, o donarlo a obras de caridad, o dárselo a usted y a mí por haber apoyado la idea en su fase incipiente.

La NBA ya paga por ganar. El año pasado los Spurs de San Antonio se llevaron a casa cuatro millones de dólares adicionales por ser los vencedores de un campeonato. ¿Por qué no penalizar la derrota? Sobre todo si beneficia al deporte y a sus aficionados. La lotería del draft de la NBA no fue creada como una recompensa, sino como un premio de consolación. Y si los malos equipos no pueden recordar este hecho, la NBA debería hacerles pagar por ello. Literalmente.

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