Primero paz y después Insigne
El Nápoles, a hombros del joven atacante y las dianas de Higuaín y Callejón, cañonero de la Serie A, vence al Roma (2-0) en un duelo armónico y sin incidentes en San Paolo
Fútbol, solo fútbol. Apretones de manos, arrumacos y carantoñas entre los futbolistas y ambos entrenadores. Un efusivo saludo entre Rafa Benítez y Rudi García. Alegría en los graderíos, todo buenas intenciones en el Derby del Sole celebrado en San Paolo. Ni rastro del ambiente bélico que envolvió el último careo entre el Nápoles y el Roma, el pasado 3 de mayo en la final de la Copa de Italia. Entonces, el enfrentamiento entre los ultras napolitanos y romanos se saldó con la muerte de Ciro Espósito, un joven de 30 años alcanzado por las balas de un tifoso capitalino. Esta vez imperó el sentido común y la paz. Hubo paz y después goles, los de Higuaín y Callejón, dos dagas asistidas por el formidable Insigne.
El triste episodio del curso pasado condicionó toda la puesta en escena del encuentro, amenazado por un aroma de vendetta y la amenaza de la violencia. Se prohibió viajar a los seguidores romanos; se adelantó la hora del duelo; se desplegó un dispositivo de seguridad con un millar de efectivos policiales; y se evitó que trascendiese el hotel en el que se alojaba la expedición del Roma. Ya se sabe, en Italia, azotada en el fútbol por la sinrazón de sus aficionados más fanáticos, toda precaución es poca.
NÁPOLES, 2 - ROMA, 0
Nápoles: Rafael Cabral; Maggio, Albiol, Koulibay, Ghoulam; Jorginho; David López (m. 80, David López); Callejón, Insigne (m. 72, Mertens); Hamsik (m. 66, Gargano); e Higuaín. No utilizados: Colombo, Andujar, Britos, Henrique, Mesto, Radosevic, De Guzman, Zapata y Michu.
Roma: De Sanctis; Torosidis (m. 83, Ljajic), Manolas, Yanga, Holebas; Pjanic, Keita, Nainggolan; Florenzi (m 65, Destro), Totti (m. 65, Iturbe) y Gervinho. No utilizados: Slorupski, Somma, Calabresi, Cole, Pardes, Ucan, Emanuelson, De Rossi y Sanabria.
Goles: 1-0. M. 3. Higuaín. 2-0. M. 85. Callejón.
Árbitro: Paolo Tagliavento (ITA). Amonestó a Maggio, David López, Holebas, Florenzi y Nainggolan.
Unos 50.000 espectadores en San Paolo.
En un ambiente extraño, con varios sectores del estadio semivacíos y con menos decibelios de los habituales para un encuentro entre los dos equipos con las hinchadas más ruidosas del país, se impuso desde el inicio el fútbol. Y se impuso desde el comienzo el exquisito juego de Lorenzo Insigne, un joven napolitano de 23 años, oriundo de Frattamaggiore, tan diminuto (mide 1,63) como insultantemente bueno con el balón en los pies. A sus hombros cabalgó el Nápoles, al que esta campaña le está costando mucho carburar a pesar de que mimbres, argumentos y millones no le faltan.
Salieron los de Benítez dispuestos a comerse el césped, enrabietados, buscando la punzada en cada una de sus acciones. Todo lo contrario que el Roma, de cuyo once desapareció el capitán De Rossi, corazón y símbolo giallorosso. Amasó sin sentido el bloque de Rudi García y agradeció la indulgencia su adversario, incisivo y vertical, timoneado por el pequeño Insigne. De un disparo suyo nació el primer gol. El cuero golpeó en la chepa de Torosidis, el toque habilitó a Higuaín y el argentino dibujó un escorzo perfecto en el aire, de media volea, imparable para el multiplicado De Sanctis, antiguo guardián del marco celeste.
A partir de ahí, cada llegada se tradujo en un tembleque para el Roma, fragilísima en defensa, sin ideas en ataque y agarrada a las piernas de Gervinho, atacante inerme. Embistió una y otra vez el Nápoles, subcampeón el curso pasado junto a los romanos y empeñado este en acercarse al tren de cabeza. Lo hizo el genial Insigne, con una pisada, un cambio de sentido y un tiro que salió rozando el poste izquierdo; diseñó después un contragolpe, iniciado por un robo del español David López, que a punto estuvo de ampliar el electrónico si el zambombazo de Callejón no se llega a encontrar con la cruceta; y asistió más tarde a Higuaín, que sorteó con habilidad al portero y sirvió a Hamsik. Este, por eso de compensar, debió pensar, desempolvó la escuadra que no había mellado Callejón.
Se desperezó en el segundo acto el Roma, que acarició el empate con un remate involuntario de Florenzi, predispuesto ante la discreta tarde de Il Capitano, del eterno Totti. Meloso, pero sin un referente claro arriba que le permitiera descerrajar el muro napolitano, no encontró la llave ni el gol el cuadro de García. Enfrente, el Nápoles se replegó cuando debió hacerlo e insistió con el contragolpe. En uno de ellos, originado por una fulgurante salida de Koulibaly, un zaguero que rebaña y sale al cruce como un expreso, Callejón pudo ampliar su cuenta de capocannoniere del torneo (es el mejor artillero del calcio con ocho dianas) y poner el lazo al encuentro, pero fue tan sutil su toque para elevar la pelota sobre el arquero que a Nainggolan le dio tiempo a despejarla sobre la línea y evitar así el entuerto.
Quiso resarcirse el goleador granadino en los instantes finales. De un nuevo ejercicio de presión desembocó la jugada en Higuaín, que desde el flanco izquierdo centró preciso a su compañero. Ahora sí, el español embocó y San Paolo pudo rugir, casi tanto como cuando unos minutos antes despidió entre vítores a Insigne, el héroe napolitano.
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