Bola a James
Ancelotti confía en que el criterio del fichaje más arriesgado de Florentino Pérez le convierta en un jugador fundamental
Los equipos de fútbol son el resultado de fuerzas en tensión. La fuerza del presidente defendiendo sus intereses, la fuerza del entrenador maniobrando para imponer sus ideas, y la fuerza de los jugadores haciendo lo posible para que se respeten sus puntos de vista. La última vez que estos tres poderes se agitaron en el Madrid fue tras el partido de Villarreal. El vestuario se convirtió en un hervidero de gente quejándose de la poca colaboración de los centrocampistas a la hora de defender. Los veteranos como Arbeloa, Cristiano, Ramos, Pepe o Casillas lamentaban el desequilibrio de una plantilla en la que casi todo el mundo es mediapunta o fue mediapunta en su periodo de formación. El Villarreal les remató 19 veces y los jugadores esgrimieron una explicación recurrente: James no había tapado la banda derecha.
El partido de James en el campo del Levante —dos asistencias y un gol— supuso un alivio para todos. El sábado, el mediapunta colombiano fue el futbolista más decisivo del Madrid. Dinámico, concreto y punzante, hizo las jugadas que pusieron punto final a la parte disputada del partido: el pase a Chicharito que desembocó en el penalti del 0-1 y el pase a Chicharito en el 0-2. Solo entonces, con el rival hundido, Isco y Cristiano se lucieron.
James es el fichaje más arriesgado que ha hecho Florentino Pérez desde que llegó al club en 2000, que ya es decir. El presidente se fijó en el colombiano durante el Mundial de Brasil, inmediatamente después de descartar a Luis Suárez. Cuentan en el club que el mandatario no tardó ni un día en cambiar cromos, alarmado tras la mordida de Suárez a Chiellini. Los motivos exactos de su elección solo los sabe Florentino Pérez. Los técnicos ni la esperaron ni la recomendaron. El director general, José Ángel Sánchez, tampoco vio en el colombiano una figura rentable. No es lo mismo amortizar el fichaje de una estrella desarrollada en el mercado anglosajón que hacerlo de un sudamericano que viene del Mónaco. Los 80 millones que pagó el Madrid por James fueron, desde el punto de vista de los expertos futbolísticos y económicos, un malabarismo.
En Valdebebas aseguran que lo primero que evaluó de James el entrenador, Carlo Ancelotti, fue su posición. El técnico señaló que James era un enganche de categoría mundial pero como volante interior podría no destacar más allá de la vulgaridad. Había que esperar. Su puesto ideal era detrás del punta en un esquema de 4-2-3-1. Imposible en este Madrid de Bale, Benzema y Cristiano. La inversión del club, sin embargo, obligaba a insertarlo. Meterlo en un 4-3-3, cuando no en un 4-4-2, fuera de su ámbito natural de expresión.
Cualquier entrenador más o menos ortodoxo habría rechazado la idea de jugar con James, Kroos, Modric, Benzema, Bale y Cristiano. El año pasado, en el Mónaco, el italiano Claudio Ranieri le mandó al banquillo. “Piensa como un atacante”, se justificó, “pero también debe defender. Es un gran jugador. Cuando tiene el balón siempre pasa algo. Puede jugar en una banda, pero creo que es mejor detrás de Falcao”.
Lo primero que hizo Ancelotti para que James se sintiera cómodo fue modificar los hábitos defensivos de todo el equipo. Mandó al Madrid a defender más arriba, a intentar presionar y tener más la pelota en campo contrario. La cosa no siempre funcionó. A veces, como en San Sebastián, Villarreal o Sofía, las líneas se separaron en exceso. Entonces los defensas protestaron. Se les vio hacer aspavientos en el campo, reclamando a los volantes que colaboraran. Gestos que van contra los códigos del fútbol porque denuncian a los compañeros ante el público. No les importó.
Los veteranos le señalaron tras el desequilibrio defensivo ante el Villarreal
Los veteranos creyeron necesario demostrar su disgusto para que tanto la afición como Ancelotti supieran que aquello debía corregirse. Que en el medio había demasiados artistas y que, por ese camino, tropezarían y los defensores se quedarían en evidencia sin tener la culpa.
Ancelotti maniobró entre dos aguas: el palco y el vestuario. Pasó la crisis y llegaron las goleadas. El 5-0 al Athletic y el 0-5 al Levante. Entretanto, James se creció. A sus 23 años demuestra tener carácter y determinación en modificar sus costumbres. En el Ciutat de València no se limitó a tocarla. Peleó. Robó cuatro balones, frente a dos de Isco, cinco de Modric y ocho de Kroos.
La progresión coincide con las últimas impresiones de Ancelotti. Ahora el entrenador advierte que James puede convertirse en la gran sorpresa de la temporada. Observa que es un chico enérgico, resistente para cubrir espacios en el mediocampo, y muy ordenado. Ancelotti apunta a sus colaboradores que sin el balón todavía debe mejorar su nivel de atención; pero subraya que cuando tiene la pelota es más claro que Di María. Esta capacidad para hacer la pausa, juzgar con criterio y repartir el juego podrían darle al equipo un equilibrio insospechado desde la posesión. Incluso actuando fuera de su puesto natural. Incluso en el centro del campo. Si James continúa en esta línea podría transformarse en un jugador fundamental. Tan importante o más de lo que fue Di María.
El próximo sábado, el día del clásico, el partido más determinante en lo que va de temporada, una cosa será segura en los planes del Madrid. No hay estrategia sin darle bola a James.
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