La dinamita fue amarilla
El Villarreal derrota al Celta (1-3) con dos goles de Moi Gómez en apenas un minuto
El Celta crece. No hace mucho era un equipo más de los que sobrepueblan el vagón de cola, el de tantos que tratan de escapar de la quema. Hoy compite contra cualquiera y lo hace con argumentos de equipo de enjundia, también con alguna carencia que le desnuda. Por momentos tan agradable de ver, tan grato en su propuesta, torna en blando y accesible en ciertas fases defensivas en las que no termina de acerarse. En ocasiones el Celta se vuelve permisivo, huérfano quizás del oficio y el afán expeditivo de otros colectivos más baqueteados. El Villarreal, también conformado por bastantes noveles, parece en ese aspecto un punto por encima. Tampoco está en ese vagón de penitentes. Nada más regresar la campaña pasada a Primera ya ni siquiera dio opción a que le sacaran ahí un billete. Su victoria en Vigo, en un partido ameno y pleno de matices, le engancha a la parte delantera de la tabla, justo a rebufo del Celta, al que laminó en las áreas. Que no es poco.
El equipo gallego pagó por un minuto mortificador, tiempo en el que la mecha de la dinamita amarilla prendió para acallar Balaídos, tan festivo como merece la excelente marcha de sus colores. De pronto el espacio ante la zaga celeste pareció un latifundio y su permisividad un pasaporte para velocistas como Cheryshev o llegadores como Moi Gómez. El primero abrió la espita a base de piernas, el segundo con puntería. El extremo ruso encontró camino cada vez que le dejaron dos metros para tomar vuelo. No fueron muchas, pero sí las suficientes para que al menos fabricase el primer gol por el flanco derecho. Allí apuró hasta la línea de fondo y encontró en el punto de penalti a su compañero después de que en el postrero forcejeo Cabral se quedase más allá de la línea de fondo e invalidara así cualquier petición de fuera de juego por una posición dudosa de Giovani.
CELTA, 1 - VILLARREAL, 3
Celta: Sergio Álvarez; Hugo Mallo, Cabral, Fontàs, Planas (Jonny, m. 68); Radoja (Madinda, m. 74); Orellana, Krohn-Dehli, Álex López (Charles, m. 83), Nolito; y Larrivey. No utilizados: Rubén Blanco, Sergi Gómez, Pablo Hernández y Santi Mina.
Villarreal: Sergio Asenjo; Mario, Gabriel, Víctor Ruíz, Marín; Trigueros, Bruno, Moi Gómez (Cani, m. 72); Giovani (Vietto, m. 66), Uche y Cheryshev (Jonathan Dos Santos, m. 64). No utilizados: Sánchez, Dorado, Espinosa y Gerard Moreno.
Árbitro: Álvarez Izquierdo. Expulsó a Fontàs por doble amarilla (m. 85). Amonestó a Krohn-Dehli, Orellana, Madinda, Marín, Gabriel, Moi Gómez, Cani
Goles: 0-1. M. 32. Moi Gómez; 0-2. M. 33: Moi Gómez; 1-2. M. 44: Larrivey; 1-3, M. 89: Mario
Balaídos. 22.323 espectadores
Marcó Moi Gómez, que lo volvió a hacer segundos después. Su primer gol sonó en el estadio como un petardo, el segundo como una explosión. En media hora larga el Celta lo había hecho todo bien, había mezclado con acierto el juego en corto y en largo, la combinación con los cambios de frente. Encontró los flancos con reiteración y así dañó cualquier intento de presión del rival. Su amplitud incomodó al Villarreal y demostró una vez más que no hace falta extremos al uso para trabajar desde la línea de cal. Orellana y Nolito no lo son, pero parten de allí y descosen como sólo está al alcance de los wings más granados. Una vez más asomó el Celta a partir de ahí, tan bien engrasado y dominante que el minuto fantástico de Moi Gómez tomó por sorpresa hasta al Villarreal.
Dolorido por el inesperado revolcón, el Celta tuvo suerte de que Bruno no embocara a la red un remate de cabeza tras un saque de esquina. Fueron momentos críticos para el equipo de Berizzo. Los únicos en los que se sintió inferior. Apenas diez. Un cañonazo de Krohn-Dehli en el epílogo de la primera parte le ayudó a entrar en el partido, un grosero error del central amarillo Víctor Ruiz le metió de lleno al permitir justo antes de ese final que Larrivey acortase distancias. El Celta ganó vida en esos instantes. Se rearmó en un descanso del que salió sin dudas. Arriesgó a cada minuto que pasaba, dejó espacios tras si, pero hasta que llegó la sentencia sobre el final no volvió a sufrir a su espalda. Pero no tuvo la pericia suficiente para sacar fruto de su meritorio esfuerzo en ataque.
Volvió a retomar la pelota hasta obligar al Villarreal a un extenuante ejercicio de persecución que invitó a Marcelino a refrescarse con tres incorporaciones antes del cuarto de hora final, a redoblar las vigilancias sobre Orellana y Nolito, encimados por tres o cuatro rivales cada vez que controlaban el balón y buscaban el horizonte. Se juntó el Villarreal hasta conformar una telaraña amarilla que tipos tan cerebrales como Krohn-Dehli (magnífica su evolución de extremo a armador de juego durante el último año) trataban de destejer a través de pases interiores. Tuvo fuerza y fútbol el Celta, también fe, brega e insistencia. Pero no puntería. Bruno sacó bajo palos un remate de Fontás que era el empate. Con el central catalán fuera del partido, por doble amonestación, el Villarreal encontró en una contra la puntilla. Demasiado castigo para el Celta, pero no poco premio para el esfuerzo del ganador.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.