“Es el final de una era”

Luca Cordero de Montezemolo dejará de ser presidente de Ferrari el próximo 13 de octubre, justo cuando el holding Fiat Chrysler Automobiles (FCA), matriz del conglomerado, empiece a cotizar en bolsa. Su relevo en el cargo será Sergio Marchionne, administrador delegado del grupo Fiat, que a su vez es propietario del 90% de las acciones de la marca de Maranello. “Ferrari tendrá un papel importante que desempeñar en FCA en su próxima entrada en Wall Street. Esto abrirá una nueva fase que debería encabezar el director general del grupo. Este es el final de una era y por eso he decidido dejar mi cargo después de casi 23 años maravillosos e inolvidables, al margen de los que pasé al lado de Enzo Ferrari en la década de los setenta”, declaraba ayer Montezemolo en un comunicado.

Así, este boloñés de 67 años pone fin a una trayectoria de más de cuatro décadas como empleado de il cavallino rampante, donde entró en 1973 como ayudante de Enzo Ferrari, y donde en 1991 asumió la presidencia de manos de Gianni Agnelli. Eso ocurrió justo un año después de la celebración del Mundial de fútbol de Italia 1990, en el que dirigió el comité organizativo.

El sábado pasado, Montezemolo asomó por Monza con motivo del Gran Premio de Italia para acallar los rumores que apuntaban a que su adiós estaba al caer. Al día siguiente le contestó Marchionne con un mensaje que bien podía interpretarse como su sentencia definitiva: “Esto hay que arreglarlo. La clave de todo aquello que hacemos se articula alrededor de nuestras victorias en fórmula 1. No es algo negociable. No quiero ver a uno de nuestros pilotos terminar el séptimo o el 12º. No me interesa a mí y no le interesa a Fiat”.

El ejecutivo se va porque su propuesta empresarial es opuesta a la de Marchionne

Montezemolo no se va porque quiera sino porque su propuesta en cuanto al modelo de negocio que debe seguir Ferrari no tiene nada que ver con la de Marchionne. Por eso y porque ya no tiene el poder de antes, cuando era consejero delegado (2004-2010). De hecho, las dos opciones son opuestas, y Fiat ha encontrado en los nefastos resultados obtenidos últimamente en la F-1 el pretexto perfecto para hacerse con el control del activo más valorado del gigante de Detroit.

Al margen de las consecuencias que pueda tener en la Scuderia el cambio de presidente, está por ver cómo reaccionará el mercado. Bajo la batuta de Montezemolo, Ferrari no solo encadenó la mejor racha de la historia de la F-1 —cinco títulos entre 2000 y 2004—, sino que también se ha posicionado como una marca única en el mundo. Suya es aquella fórmula paradójica que puso en marcha hace un par de años y que se articulaba alrededor de un objetivo: incrementar el precio de sus deportivos para aumentar su exclusividad, sin que ello repercutiera negativamente en la rentabilidad.