Ferrari es una paradoja
Los boyantes resultados económicos de la 'Scuderia' contrastan con su fracaso en la F-1
Esta temporada, a Luca Cordero de Montezemolo se le ha visto en dos grandes premios, Bahréin e Italia, dos carreras en las que ninguno de los dos pilotos de Ferrari pudo pasar de la novena plaza. En Manama, el presidente de la Scuderia protagonizó una de esas escenas que tanto le caracterizan al abandonar el circuito antes de que el ganador (Lewis Hamilton) cruzara la meta. Se fue con el gesto de quien está viviendo un calvario. El suplicio era ver cómo Fernando Alonso y Kimi Raikkonen eran incapaces de medirse a los más rápidos por la falta de velocidad de sus F14T. Entre aquella cita y la siguiente (China), Stefano Domenicali, el director de la división de F-1, fue relevado por Marco Mattiacci, un hombre de negocios sin ninguna experiencia en competición que llegó desde Estados Unidos, donde presidía el área comercial de la marca.
El pasado fin de semana, Montezemolo se dejó caer por Monza el sábado pero no se quedó hasta el domingo por superstición, aunque el hecho de no estar allí tampoco ayudó demasiado: Alonso abandonó por primera vez después de 29 grandes premios y Raikkonen terminó el noveno; el español perdió la cuarta plaza de la tabla de puntos y el equipo, la tercera.
En 2013 se entregaron un 5,4% menos de coches pero la facturación creció
El trompazo de Ferrari ante su hinchada hizo de altavoz de los latigazos que por la mañana soltó Sergio Marchionne, administrador delegado de Fiat —que posee el 90% del accionariado de Ferrari—, que en una cumbre de empresarios dijo que “algo hay que hacer” para cambiar la dinámica perdedora de il cavallino rampante, y que “ver terminar a sus corredores en la séptima o la 12ª plaza no es lo que le interesa ni a mí ni tampoco a Fiat”. La última vez que en Maranello se celebró el título de pilotos fue en 2007, precisamente con Raikkonen, mientras que el último cetro de constructores data de 2008. Al margen de que estos números sean del agrado o no de Marchionne, la aciaga temporada del constructor italiano, que solo acumula dos podios en 13 pruebas, se ha convertido en el pretexto perfecto para que Fiat pretenda hacerse con el control del activo más atractivo y valorado del grupo.
A nivel económico, la gestión que ha hecho Montezemolo en estos 23 años al frente de la compañía es impecable. De hecho, el caso de Ferrari es prácticamente único entre los fabricantes de automóviles. Uno de los objetivos que la empresa se marcó en 2013 era tan paradójico como reducir el número de ventas de vehículos de calle para aumentar su exclusividad, sin que ello provocara una caída de la rentabilidad. El año pasado se entregaron un 5,4% menos de sus deportivos y, sin embargo, su facturación creció otro 5%. A finales de semana, Ferrari tiene previsto presentar sus números de 2014, y todo apunta a que su beneficio puede superar por primera vez los 400 millones de euros.
Probablemente, no hay nadie más indicado que Montezemolo para comandar el proyecto empresarial del símbolo más universal del automovilismo, de la misma forma que puede ocurrir que su filosofía ya no encaje como principal impulso de una escudería que compite en el Mundial de Fórmula 1 con Red Bull y Mercedes, dos equipos que en los últimos cinco años han zarandeado el statu quo que siempre había dominado el campeonato.
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