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El Depor rescata un punto sobre la bocina

Un penalti transformado por Isaac Cuenca evita que el Rayo se lleve los puntos de Riazor tras remontar un gol inicial.

Isaac Cuenca, del Depor con Trashorras y Quini, del Rayo.
Isaac Cuenca, del Depor con Trashorras y Quini, del Rayo. Cabalar (EFE)

Tiró el penalti y ya no se jugó más. Desde el banquillo indicaban que fuese Medunjanin el que asumiera la responsabilidad, pero Isaac Cuenca, tras tanto tiempo en la sombra, tiene hambre. Pidió la pelota, obtuvo el permiso de su compañero y minimizó los daños para el Deportivo, esforzado y vulnerable. A la espera de que su errática labor de despachos en el mercado le dejé soluciones de última hora, el cuadro gallego tiene buenas intenciones y buenos agujeros. Uno mayúsculo atrás, lo que denota hasta que punto ha mudado en apenas un verano un equipo que había hecho la campaña pasada virtud de su capacidad para enrocarse atrás sin recibir siquiera cosquillas. Ahora el camino es otro, también los futbolistas. El Depor busca la pelota y padece sin ella, mal negocio cuando delante está un equipo que dirige Paco Jémez. Cuando evolucionaba como central en Riazor se quejó un día a J. B. Toshack porque sentía dolor al golpear el balón. “A mí me duele cuando te veo golpear”, le replicó el galés. No duele ver como la tocan los equipos de Paco, que piden y manejan la redonda como este irreprochable y eternamente renovado Rayo Vallecano, pero al menos el Deportivo litigó por quitársela de inicio con cierto acierto y entre ambos convirtieron el partido en un engorro para el futbolista de mente lenta, reducidos los espacios y el tiempo para operar, interiorizado por casi todos los protagonistas que había permiso para jugarla en cualquier terreno.

DEPORTIVO, 2 - RAYO, 2

Deportivo: Lux; Laure, Lopo, Insua, Canella; José Rodríguez (Luisinho, m. 61), Juan Domínguez (Álex Bergantiños, m. 64), Medunjanin; Cuenca, Fariña; y Toché (Cavaleiro, m. 78). No utilizados: Fabricio, M. Pablo, Wilk y Remeseiro.

Rayo Vallecano: Cristian Álvarez; Quini, Zé Castro, Abdoulaye, Tito; Raúl Baena, Trashorras; Aquino, Bueno (Morcillo, m. 85), Kakuta (Lass, m. 74); y Manucho (Leo Baptistao, m. 58). No utilizados: Cobeño, Nacho, Licá y Pozuelo.

Goles:1-0. M. 6. José Rodríguez; 1-1. M. 40. Bueno; 1-2. M. 72. Bueno. 2-2. M. 93. Cuenca, de penalti.

Árbitro: González González. Amonestó a Lopo, José Rodríguez, Quini, Insua, Tito, Zé Castro, Trashorras y Abdoulaye

Riazor. 18.054 espectadores.

A veces sobra la osadía y falta el acierto o el talento. Apenas expuestos las propósitos, a Abdoulaye Ba, un joven central senegalés de escueta carrera en el fútbol luso, le temblaron las piernas en una cesión a su portero. Quizás por primera vez se ha encontrado con un técnico que le pide combinar hacia atrás en lugar de entregarse al pelotazo. Dejó la pelota a los pies de José Rodríguez, codicioso en la presión alta, y abrió el partido al conceder una ventaja inicial al Deportivo, una preeminencia que no le achantó. Dejó buena impresión en la mezcla, en la combinación en corto y en la capacidad de estetas como el bosnio Medunjanin para exhibir su desplazamiento en largo. Pero el Rayo creció y atisbó claramente las debilidades de su rival. En su corazón tenía un problema el Deportivo, sin firmeza, altura ni oficio para trabajar la defensa de los balones al área, excesivamente permeable. Manucho y Kakuta dejaron pasar el empate justo al filo de la media hora. Ya se jugaba en campo blanquiazul, ya cundía la sospecha de algo iba a pasar. Empató Bueno en el intento más simple, un centro de Aquino que resolvió Bueno de cabeza en el duelo ante Insua, un central con gran proyección, pero con oficio por aprender, sobre todo entre los grandes. La igualada fue la antesala del descanso y la confirmación de varias certezas que marcaban el devenir del partido: cada vez que el balón subía de la cintura el Deportivo estaba en dificultades, también sufría por su debilidad para cerrarse justo ante la línea zaguera.

Víctor Fernández no demoró las correcciones en cuanto le llegaron un par de sustos. Rodríguez y Domínguez, dos magníficos peloteros, se fueron al banquillo. Quiso agrupar al equipo, pero se encontró entonces con el cansancio de sus hombres de ataque, que ya no eran tan efectivos en la salida del balón del Rayo. Marcó Bueno al ganar una acción de nuevo a la zaga oponente en el primer palo y abocó al Deportivo a una contrarreloj que debía recorrer sin su único delantero específico, Toché, que no semeja andar con el depósito de gasolina lleno, metáfora de un equipo que necesita pasar por boxes para ajustar piezas nada más empezar la carrera. Hasta que apareció de nuevo Abdoulaye, ésta vez en la última jugada, para con una mano evitable ayudar a que los locales rescatesen un punto, todo un aliento.

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