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Federer embruja a Ferrer

El suizo levanta su primer Masters 1.000 desde 2012 y su título 80 al mantener su récord perfecto frente al español: 16 victorias en otros tantos partidos

Juan José Mateo
Federer, durante la final de Cincinnati.
Federer, durante la final de Cincinnati. Al Behrman (AP)

Roger Federer ganó su primer Masters 1.000 desde 2012, y el 80º trofeo de su carrera, al vencer 6-3, 1-6 y 6-2 a David Ferrer en la final del torneo de Cincinnati. El encuentro fue todo un contraste de estilos, la inspiración del número tres contra el ritmo y la consistencia del número seis. De nuevo, sin embargo, el suizo embrujó al español.

Hay estadísticas que frenan hasta al más valiente. Ferrer arrancó con una consistencia granítica, y se atrevió a hurgar en el revés de Federer con su drive. En el duelo de treintañeros, en cualquier caso, había ya muchas cicatrices del pasado, y todas escocían en la piel del alicantino. De los quince encuentros previos, el suizo había ganado los quince. En todos esos enfrentamientos, prolongados a lo largo de más de un decenio, el español solo se apuntó cuatro sets, sin que importara la superficie, el continente o el momento de forma de cada uno. Ni el tenista más corajudo del universo podría competir sin tener eso en cuenta. Nadie se tiene tanta fe como para pasar por alto esos datos tremebundos. Hay pocos tan valientes como Ferrer, pero incluso bajo la coraza del gladiador más temible late un corazón de hombre.

Ferrer, durante la final.
Ferrer, durante la final.Al Behrman (AP)

Y así, Federer se agigantó hasta el set y bolas de break en el segundo parcial, con el partido en bandeja. Y así, en su capacidad para negarse a sucumbir al marcador y a los malos recuerdos, a la lógica de que debía perder o perder, fue posible medir qué ha llevado a un tenista como el alicantino hasta la elite.

No hay un top-10 más bajo que el español (1,75m). Le faltan palancas con las que lanzar su saque. Si algo le ha mantenido entre los mejores es la fe, su capacidad para exprimir su capacidad técnica (drive) y atlética (piernas y pulmones), y su bien ganada fama de remontador inasequible al desaliento. Ferrer no solo superó esas bolas de break del inicio del segundo set o el sinsabor de las cuatro desaprovechadas en el primero. Tuvo dos puntos para endosarle un 6-0 a Federer —algo inusitado: el suizo no encaja uno desde 1999—, se llevó el segundo parcial y entró al tercero pisando con una firmeza impropia del tenista que perdía 0-15 los precedentes.

A esas alturas, el análisis del número seis era impecable. Federer se desangraba por el revés, y por ahí le atacaba Ferrer. Federer había bajado el porcentaje de primer saque, y Ferrer se lanzaba a dentelladas sobre los restos. Federer buscaba en la red lo que no encontraba en el fondo, y de pasante en pasante le enseñaba Ferrer que ahí no estaba la clave del encuentro, la llave del título en Cincinnati.

Eres demasiado para mí... quizás te gane en el circuito ‘senior”, bromeó el español

Porque Federer buscaba y buscaba, sin levantar nunca el pie del acelerador, sin dejarse ir, como demostró al procurarse bola de break (6-3 y 1-5) cuando el segundo set ya no podía ser suyo. Como consecuencia de que el suizo nunca dejara de enseñar los colmillos, de que demostrara que hoy, como siempre en la última década, estaba listo para arrancar el triunfo de las manos del alicantino, pasó lo que pasó en el set decisivo. De Federer fueron las primeras bolas de rotura de esa tercera manga (1-2 y 15-40). El campeón de 17 grandes jugó la primera sobre un segundo servicio, y se quedó boquiabierto cuando su contrario pescó una volea increíble en la red. El segundo punto de rotura terminó con una deliciosa dejada del suizo. Punto final. Adiós para el alicantino, porque a favor de viento Federer empezó a sacar con un martillo y él perdió de vista su matrícula.

"Nunca pude ganarle, es demasiado para mí. Quizás en el circuito senior [de retirados]", bromeó luego Ferrer para deleite del público. "Todo mi respeto, eres una gran inspiración para todos", le piropeó Federer.

El título refuerza las aspiraciones del genio de cara al Abierto de EEUU, que comienza el 25 de agosto. A Nueva York llegan el resto de favoritos entre dudas. Novak Djokovic, recién casado, ha caído en octavos de los dos Masters 1.000 norteamericanos. De Andy Murray nada se sabe en los grandes escenarios desde que a finales de 2013 se operó de la espalda. Rafael Nadal, lesionado en la muñeca derecha, anunciará a principios de esta semana si acomete la defensa del título que conquistó el pasado curso. Frente a todos esos interrogantes, un Federer siempre sorprendente, al que no se le acaban los trucos de mago y al que le sobran conejos en la chistera para reinventarse: con los 33 años recién cumplidos, padre de dos parejas de gemelos y sin las piernas de cuando era un jovencito, este tenista de leyenda llega al último grande del curso impulsado por la final de Wimbledon, la de Toronto y el título de Cincinnati, su 22º Masters 1.000. Casi nada.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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