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La gran oportunidad de Ferrer

El alicantino gana a Robredo y jugará por la final con Benneteau, el número 41

J. J. MATEO
David Ferrer saluda tras vencer a Tommy Robredo en Cincinnati.
David Ferrer saluda tras vencer a Tommy Robredo en Cincinnati.M. Z.

Por primera vez desde Miami 2013, David Ferrer disputará la semifinal de un Masters 1.000 sobre cemento y al aire libre: el español ganó 6-4, 3-6 y 6-4 a Tommy Robredo, el verdugo de Novak Djokovic, y se citó con Julien Benneteau, el número 41 mundial, en la lucha por un puesto en la final (sábado, 21.00, Tdp). Con el Abierto de Estados Unidos en el horizonte (desde el 25 de agosto), el alicantino busca un resultado que relance su temporada más discreta del último lustro, con un solo título y su lugar en el top-5 perdido.

Fue un partido de alta intensidad. Ferrer quiso dominarlo atacando el revés de su rival, contra el que percutió con la insistencia del que está convencido de que esa es la clave indiscutible. Robredo lo apostó todo a las piernas y el drive, más afilado que nunca, veloz y punzante, lleno de chispas. Pese a que el duelo medía a dos veteranos, la gestión de la tensión y los nervios pronto separó a los tenistas. Robredo, que no estaba en esta ronda de un Masters 1.000 desde 2011, atajó los problemas con decisión, manejando el estrés con pericia. Ferrer, que había superado dos puntos de partido contra Kohlschreiber, se precipitó en ocasiones, y se mostró ávido de victoria, como consumido por una fiebre que le obligara a competir el partido a toda mecha, sin pausa, con mucha prisa. Perdió el segundo set tras ceder un break en un juego que dominaba por 40-0 y cedió otra rotura desde 40-15.

El pulso se igualó desde las emociones, y se convirtió en un duro intercambio de golpes. Quien dominó la estadística de los puntos ganados sobre segundo saque del contrario se destacó en el marcador. El alicantino se llevó el 62% de esos peloteos sobre el servicio de Robredo en la primera manga, y por eso la hizo suya. El gerundense se llevó el 75% de los de su rival en la segunda, y rápidamente le puso su firma. En un cruce que medía a dos jugadores que no se distinguen por la potencia del saque, el resto escribió el guion y llenó de alternativas el partido.

El alicantino se pasó el encuentro bailando con sus demonios, porque vive una temporada difícil, la primera sin tener a su lado a Javier Piles, su entrenador de toda la vida. Ganó por cabezonería, por insistencia y pasión competitiva, también porque la red desvió una bola suya en punto de break y le dio una rotura que le dejó sacando para la victoria. Ahora le espera Benneteau, de 32 años y número 41 mundial, que jamás había competido una semifinal de Masters 1.000. El número seis mundial, sin apenas alegrías en 2014, domina 5-4 el cara a cara y se encuentra ante una opción impensable de volver a pisar la final de un Masters 1.000. Es la gran oportunidad de Ferrer.

La otra semifinal la disputará Roger Federer contra Milos Raonic, tras deshacerse, respectivamente, de Andy Murray (6-3 y 7-5) y Fabio Fognini (6-1 y 6-0).

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Sobre la firma

J. J. MATEO
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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