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Sobresaltos en el caos

El miedo, las curvas y dos mínimas cotas generan un final loco plagado de caídas para una etapa tonta, que gana Trentin a Sagan por un centímetro

Carlos Arribas
Trentin abraza a su compañero de equipo Kwiatkowski, de espalda.
Trentin abraza a su compañero de equipo Kwiatkowski, de espalda.EFE

No llovió y la etapa, llana, llanísima, salvando dos mínimas cotas de cuarta cerca de meta, iba de Épernay (cita para la salida: esquina Moët y Chandon con la Viuda, así se las gasta el Tour) a Nancy, y se esperaba tranquila dentro del estrés habitual, con lo cual, para adornar las pedaladas, se podría escribir tanto de champagne como de la conjetura de Poincaré, el polímata decimonónico que nació en la ciudad lorena. Pero el primer asunto es tan repetido, está tan gastado, que no tiene más fuerza que la contenida en una botella espumosa abierta hace un mes; y el segundo, que una mente tan obtusa que ni siquiera entiende de qué van la topología y el álgebra como para entender la existencia de esferas en la tercera dimensión pueda intentar metaforizar con ello es tan imposible como conseguir que una policía de Nancy, también obtusa al máximo, pueda entender que las vallas hay que apartarlas cuando pasa un coche acreditado con un periodista al volante.

CLASIFICACIÓN

ETAPA

1. Matteo Trentin (ITA/Omega Pharma Quick Step), los 234,5 kilómetros en 5h 18' 39''

2. Peter Sagan (Esl/Cannondale) mismo tiempo

3.. Tony Gallopin (Fra/Lotto-Belisol) m. t.

12. Alejandro Valverde (Esp/Movistar) m. t.

GENERAL

1. Vincenzo Nibali (ITA/Astana) 29:57:04.

2. Jakob Fuglsang (DIN/Astana) a 2.

3. Peter Sagan (SVK/Cannondale) a 44.

9. Alejandro Valverde (ESP/MOVISTAR) a 2:11.

16. Alberto Contador (ESP/Tinkoff) a 2:37.

Mejor, sin duda, hablar del viejo Zubeldia (si a un ciclista de 37 años se le puede llamar viejo), en el que nadie se fija (quizás por el uniforme negro con que el Trek viste a sus chavales), pero que está ahí (el tercer español mejor clasificado, a 3m 59s de Nibali). Para el guipuzcoano de Usurbil el del 14 es su 13º Tour, lo que hace de él, el ciclista quizás más regular en la resistencia que se pueda conocer, el español con más grandes boucles en el bolsillo (una más que Indurain, dos más que Perico Delgado y Paco Galdos), y aparece por el control de firmas impoluto, perfectamente afeitado, sin una mala venda a la vista, rodeado de ciclistas heridos y doloridos por tan mala vida que les han dado las primeras etapas de una carrera cuyas carreteras parece que las carga el diablo, como el lenguaje. “Ya me acuerdo de primer Tour, de las caídas y las heridas que resistí”, dice Zubeldia, cuya mirada muestra una tranquilidad inhabitual, no huye buscando resquicios por los lados, no se altera. “Después ya he aprendido. La experiencia es vital para no caerse. El día de Reims, por ejemplo, justo antes de la rotonda en la que se produjo la gran montonera vi que había gasoil en el asfalto tan mojado. Frené un poco y me patinó la rueda, así que fui prudente. Al segundo siguiente, delante de mí se cayeron 20”.

La aspiración de Zubeldia (quinto en dos Tours y sexto en otro) es quedar entre los 10 o 15 primeros, así que puede guiar la bicicleta con la sabiduría de quien prefiere perder tiempo a romperse los huesos, sin arriesgar, porque sabe además que el tiempo se puede recuperar en una fuga tonta, mientras que los huesos cuestan la retirada. Valverde, sin embargo, por ejemplo, aspira a ganar el Tour, no puede permitirse no arriesgar para estar siempre delante y llega a firmar con la barba de cuatro días que se deja cuando tiene la cabeza absorbida por la carrera, por los nervios y la tensión, la lengua rápida y la mirada disparada. Habla, nervioso, de la tensión nerviosa y reza por que llegue la montaña donde todo se calme y se acaben los capítulos de caos y sobresaltos en esta novela. Pero antes de los Vosgos, que se anuncian espléndidos para el puente del 14 de julio, lunes, estaba Nancy, otra dura prueba de supervivencia.

Trentin ganó a Sagan por un centímetro, tal y como lo demuestra la foto-finish.
Trentin ganó a Sagan por un centímetro, tal y como lo demuestra la foto-finish.AP

Y no solo Valverde, que se manejó bien finalmente, rápido como en las clásicas, en su sitio, y no solo Contador, siempre afilado, siempre bien acompañado por algún fosforito, sino todo el pelotón corrieron los últimos kilómetros de una etapa velocísima (44 de media) como víctimas de una crispación colectiva, agarrotados sobre el manillar, el sillín y los pedales, el triángulo ciclista, víctimas de la famosa fatiga nerviosa que convirtió dos repechitos en la entrada de Nancy en verdaderos tourmalets en los que se quedaban agotados hombres hechos y derechos, y que hizo de cualquier frenazo extemporáneo el prólogo de caídas dolorosas (y con consecuencias a largo plazo) de las que fueron víctimas, entre otros, los ilustres aspirantes Van Garderen, el habitual Van den Broeck y también Talansky, el polaco de Miami, que se cayó en la última recta.

La etapa fue para el italiano Matteo Trentin, uno del clan de lanzadores de Cavendish que quedó liberado con la retirada del inglés, y que con su bigotito pelirrojo y media perilla, y la gorra antigua llevada a la antigua, con la visera levantada, es la viva imagen de un póster de la modernidad. Ya ganador en Lyon hace un año, Trentin le ganó por un centímetro a Sagan (su tercer segundo puesto), quizás gastado porque había atacado antes.

Dicen en el pelotón que Contador tiene ganas de devolverle a Nibali el golpe del pavés y que en la llegada empinada a Gérardmer podría hacerlo. Cuando lo oye, el chico de Pinto sonríe. “A Nibali y a todos”, dice. “Tengo que reducir la ventaja desde ya, pero Gérardmer es muy explosivo para mí, es más de Valverde y otros clasicómanos. A mí esperadme el lunes”. Y Nibali dice: “No le quitaré ojo a Alberto. Es el maestro de los ataques inesperados”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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