Rosberg se queda clavado
Primer abandono del alemán, que sirve el triunfo a Hamilton, mientras Alonso termina el sexto
Aseguraba Fernando Alonso el sábado por la tarde que cualquier piloto de la parrilla que no formara parte del equipo Mercedes y dijera que aún estaba convencido de tener opciones de llevarse este campeonato, estaba mintiendo de forma deliberada. Que el español esté en lo cierto no quita que la gresca por la corona pueda ser atractiva o incluso puedan saltar chispas entre los dos únicos pilotos que optan a encasquetársela. Aunque Hamilton y Rosberg ya han tenido sus más y sus menos todavía es pronto para que el taller de las flechas de plata comience a arder. Sin embargo, si la inercia sigue siendo la que rige hasta ahora solo es cuestión de tiempo que terminen atizándose el uno al otro.
Estamos hablando de dos de los mejores cromos del álbum, dos tipos que poco tienen que demostrar en este negocio, que conducen un coche idéntico y que además son amigos desde que eran niños. Si a todo ello le añadimos la libertad que les deja el equipo para que se midan en corto prácticamente sin reservas, el panorama que se nos presenta justo delante puede llegar a ser explosivo. La igualdad que existe entre los dos lleva a pensar que la cosa se resolverá por detalles.
Hay que aprovechar al máximo estas rachas porque tan pronto como vienen, se van"
Nico Rosberg, tras lograr la pole
Rosberg llegaba a Gran Bretaña con el viento a favor tras acumular dos victorias en las últimas tres grandes premios y 32 puntos más que Hamilton. El alemán circulaba embalado en la misma medida que el británico comenzaba a perder el norte al ver que su presa se alejaba cada vez más. Y de repente, en un escenario tan significativo como Silverstone, todo cambió: el chico de Wiesbaden sufrió el primer abandono de la temporada y su principal oponente sacó tajada de ello dándole un buen bocado a la desventaja (cuatro puntos). Una avería en el cambio de su W05 dejó tirado al germano, que hasta entonces (vuelta 29) lideró el pelotón en todo momento; tanto en la primera arrancada como en la segunda, obligada por el castañazo que Kimi Raikkonen se arreó contra el muro.
La apabullante superioridad técnica de Mercedes ha provocado que las demás escuderías empiecen a centrarse ya en el año que viene
"Hay que aprovechar al máximo estas rachas porque tan pronto como vienen, se van", soltó Rosberg el sábado por la tarde en una especie de premonición. Fue dicho y hecho. Hamilton no desperdició el caramelo y enmendó la pifia del día anterior cuando la falta de tensión le hizo perder una pole más que factible, y con una mano celebró delante de su gente el quinto triunfo del curso. Detrás de él cruzó la meta Valtteri Bottas, enorme la escalada del finlandés de Williams —desde la 14ª hasta la segunda— para conseguir su mejor resultado en la F-1, y el tercero fue Daniel Ricciardo, que una vez más le ganó la partida a Sebastian Vettel (el quinto), con quien mantiene un duelo particular que el australiano domina de largo (7-1). Ante la imposibilidad de plantarles cara a los Mercedes, uno se centra en las guerras que puede afrontar con un mínimo de garantías. En esta ocasión, el tetracampeón se enzarzó con Fernando Alonso (sexto) en un toma y daca de alto voltaje, una reyerta por la quinta plaza que tuvo de todo, maniobras al límite y hasta reclamaciones por radio, que se alargó durante 13 vueltas y que terminó ganando el buque insignia de Red Bull.
La apabullante superioridad técnica de Mercedes y el poco margen que concede el reglamento ha provocado que las demás escuderías empiecen a centrarse ya en el año que viene. Probablemente, los únicos que no lo hacen son Hamilton y Rosberg.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.