“Pura y absoluta potencia”
Navratilova analiza a Kvitova, campeona en tan solo 55 minutos, la final más rápida de los últimos 31 años en Londres
Hay lágrimas por todos los lados. Llora la checa Petra Kvitova, campeona por 6-3 y 6-0 ante la canadiense Eugenie Bouchard y en tan solo 55 minutos, la final más rápida de los últimos 31 años. Llora Martina Navratilova, que en el palco no puede reprimirse cuando escucha cómo su compatriota menciona a su padre (quien también llora), lo que le lleva a ella a pensar en el suyo. Y llora, lágrimas silenciosas y privadas, la derrotada, que a los 20 años pierde la primera final grande de su carrera pese a que solo suma cuatro errores no forzados. ¿Cómo puede ser eso?
"Se llama potencia. Fuerza. Una cosa que no se puede enseñar en las escuelas y contra la que no hay defensa cuando entra en acción", dice sobre Kvitova la gran Navratilova, campeona de 18 grandes, nueve de ellos en Wimbledon, donde ahora hace 20 años perdió el partido decisivo contra Conchita Martínez. "Petra se movió muy bien y demostró que puede pegar desde las dos alas e incluso cuando se está estirando", sigue mientras se prepara para degustar una bandeja de sushi. "Eugenie compitió un partido limpio... pero se vio completamente sobrepasada por la pura potencia, potencia absoluta, de Petra, que nunca levantó el pie del acelerador", añade la exnúmero uno mundial. "Eugenie no sintió en ningún momento la pelota. Petra la sintió [mueve un dedo contra otro, para indicar que se refiere al tacto], desde el inicio. Cuando miró a la bola, vio una pelota de baloncesto. Atacando como atacó la bola, solo Serena Williams podría haberle parado", cierra.
"Se llama potencia. Una cosa que no se puede enseñar en las escuelas", dice Navratilova
"Me presionó y me robó mis oportunidades", reconoció la derrotada, sin dictado al saque ni al resto, sobrepasada una y otra vez por los 28 ganadores de la luego campeona, que reventó una y otra vez la pelota mientras llenaba la catedral del tenis con sus "¡Bjod! [¡Vamos! en checo]".
Kvitova se enfrenta ahora a la digestión del título, que se le atragantó cuando lo celebró en 2011. Desde entonces, aunque se mantuvo en el top-10 y celebró la Copa de Maestras, sufrió para enfrentarse a la presión que acompaña a los títulos, al escrutinio de la prensa y al arribismo de los que quisieron asociarse con su éxito y luego la dejaron con el corazón roto. Tenista de percha grande (1,82m y 70 kilos a los 24 años), la checa es la única tenista de la generación de los años 90 que ha ganado títulos de Grand Slam.
"Pero tras estos tres años entiendo mejor mis emociones, lo que esto significa", dijo la ganadora de dos grandes. "Desde mi título de 2011, viví un periodo de subidas y bajadas. Ahora me siento más relajada", añadió. "Manejar la presión de aquel primer título del Grand Slam no fue fácil. De hecho, fue muy difícil. Ahora sé que estoy lista: cada partido de este torneo ha sido muy duro mentalmente", se despidió la campeona.
Así, Kvitova se marchó de Londres coronada de nuevo. Antes de de eso, a la checa le pidieron que definiera sus movimientos en la pista y su capacidad para recuperar los ataques de Bouchard en la final, como si no importara que sea una tenista de armadura pesada. Lo dejó en una palabra: "¿Mi movilidad? Mágica".
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