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Suspense total

Los cuartos arrancan tras unos octavos arrebatadores Brasil en vela, Colombia en ebullición y Alemania y Francia con cuentas pendientes entre sí

José Sámano
La afición brasileña, durante el partido ante Chile.
La afición brasileña, durante el partido ante Chile.Bruno Magalhaes (AP)

En un Mundial sin tacañones, en el que casi ninguna selección ha recusado la pelota, tras las pasiones de octavos, con partidos palpitantes cada jornada, se avecina un catálogo de cuartos aún más emotivo. Tenía que ser en Brasil, nirvana del fútbol, donde este juego recuperara todo su apogeo, con el balón como objeto de deseo, no como un artefacto, con las porterías siempre a la vista, sin rendiciones previas, con un encuentro tras otro en la noria, imposibles de predecir hasta el final. Ocho selecciones han purgado de lo lindo hasta llegar a las puertas de las semifinales y, salvo Colombia y Francia, que tampoco fueron muy sobradas, el resto ha logrado la clasificación por un dedo, con los postes como milagro, caso de Brasil y Argentina, o con metas extasiadoscomo Keylor Navas, Julio César y Neuer. Por una vez, los porteros no son un solo y se las llevan todas. En un país que siempre utilizó mejor los pies que las manos, este Mundial de guardametas iluminados resulta un homenaje al pobre Barbosa, aquel brasileño proscrito para la eternidad tras el Maracanazo.Este Mundial sirve hasta para ser compasivo con un muerto, aunque ya lo estuviera en vida.

La fiesta de cuartos arranca con un evocador duelo europeo. Alemania y Francia, con cuatro títulos, más de una cuenta pendiente y mucha soltura en su juego. Con estos dos equipos por el medio, imposible no rebobinar hasta la mejor prórroga en la enciclopedia de los Mundiales, aquella increíble remontada germana en la Sevilla del 82. Un partido de leyenda marcado por el matonismo de Harald Schumacher, al que el fútbol condenó para siempre tras su atroz atropello al francés Battiston, al que fracturó dos dientes y una vértebra, y provocó una conmoción cerebral. La Alemania de hoy ya no tiene ese colmillo y ahora le da palique a la pelota con ese fútbol tertulia que intenta imponer a partir de un selecto grupo de centrocampistas. Pero, salvo en su duelo con Portugal, condicionado por la expulsión de Pepe, ningún rival le ha permitido una faena de aliño. Löw quiso desdramatizar que siete de sus futbolistas estén padeciendo un proceso gripal leve.

Francia, por su parte, ha recuperado cierta familiaridad con su mejor pasado. Deschamps, su técnico, ha apaciguado una selección proclive a los incendios en tiempos no muy lejanos, y el equipo pinta bien. Cabaye le da equilibrio; Pogba, versatilidad; Matuidi, carburante; Valbuena, chispa; y Benzema, goles y arquitectura. El enredo francés es Giroud, al que defiende el técnico, pero que en sus apariciones ha sido más otro marcaje para Benzema que una solución. Al madridista se le ha visto más enchufado con Griezmann, más dicharachero en el juego, un detector de espacios, veloz y resolutivo.

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A continuación del órdago franco-alemán, el primer gran pulso individual del torneo: Neymar-James. Brasil será de nuevo un país desierto, en el que no respiran ni los fantasmas cuando juega La Canarinha. Y más ahora, con la congoja de un equipo que ya ha echado un vistazo al infierno. Brasil precisa una actuación convincente para resetearse, para repescar el optimismo con el que afrontó el campeonato. Hoy, las dudas aprietan la soga y la selección y su torcida están en estado de alarma, con pánico a un ultraje mayor aún que el de 1950. Scolari prende mechas populacheras mientras sopesa dar una vuelta de tuerca a su borroso encerado y sentar al improductivo Fred y dejar que Neymar sea el último corneta en ataque.

Neymar Júnior se llevó ayer otro sobresalto fuera del campo a costa de Neymar Sénior. La Folha de São Paulo publicó que el patriarca podría estar implicado en una red de reventa de entradas supuestamente dirigida por el empresario argelino Mohamadou Lamine Fofana con la presunta complicidad de un dirigente de FIFA. El mismo diario brasileño rectificó un día después y matizó que el padre de Neymar solo será llamado como testigo. La investigación también alcanza a un hermano de Ronaldinho y a los exjugadores Dunga, Junior Baiano y Carlos Alberto. Brasil no gana para sustos y, en lo futbolístico, no es extraño que esté en ascuas. Tiene un gran motivo: la fresca y pujante Colombia.

El padre de Neymar es acusado de estar implicado en una red de reventa de entradas

El grupo del argentino José Pékerman ha puesto la música del Mundial, con su fútbol vivaz y desinhibido. Los colombianos dan la sensación de estar alegres de jugar porque sí, sin complejos. Al frente de todos James (de pronunciación castellana), con cara de beato pero un travieso de primera, la figura emergente para el retablo de este Mundial. Habilidoso, técnico, con pausa para articular el juego cuando conviene y un sabueso cuando asalta las porterías rivales. Tiene goles de autor, como su deliciosa maniobra en el tanto que abrió en canal a Uruguay. Al mismo tiempo, de forma sincronizada la cabeza y el cuerpo: un vistazo de espaldas a la meta rival, un do de pecho, un control amortiguado y mientras el cuerpo le giraba el gol ya tenía hora. Pero Colombia no es solo James. Sobre él gravitan estupendos futbolistas como Jackson Martínez y, por encima, Cuadrado, en sí mismo un repertorio futbolístico. Activo, felino, contundente, descarado. Un todo en uno. Uno más, y son muchos, de los alicientes de estos cuartos.

Un duelo al sol entre Neymar y James. Benzema se enfrenta a Neuer. Francia no olvida, Alemania aún sueña con Argelia. Tiembla Brasil y vibra Colombia. Suspense total.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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