La rebelión de los ‘Yugos’
Los goles y el auge de Suiza, articulada en torno al talento de Shaqiri, llevan la firma de futbolistas de origen balcánico
Ecléctica y multiétnica, la esencia de Suiza se recoge en un pequeño frasco, en los 169 centímetros y los 72 kilos de Xherdan Shaqiri (Gnjilane, Kosovo; 22 años). Tan bueno como diminuto, la estrella de la selección helvética iluminó el camino para que el equipo de Ottmar Hitzfeld alcanzase los octavos del Mundial, en los que hoy (18.00, GolT) encara a la Argentina de Messi, otro genio liliputiense. Shaqiri, pulido en la academia del Bayern, le endosó un triplete a Honduras en el duelo decisivo de la fase de grupos frente a Honduras. En su figura ultra musculada, más propia de un gimnasta o un acróbata que de un futbolista de primera fila internacional, se concentran las esperanzas de una Suiza cuyos goles llevan hoy día la rúbrica de la inmigración.
Los siete tantos anotados hasta ahora por el combinado helvético proceden de jugadores cuyo origen trasciende las fronteras alpinas. Seis de ellos (Shaqiri, Mehmedi, Xhaka y Dzemaili) tienen raíces albanesas o macedonias y el restante, obra de Seferovic, tiene su germen en Bosnia. Es el resumen de un equipo construido como una torre de Babel –en el vestuario conviven también jugadores de ascendencia italiana, marfileña o turca–, la expresión de una realidad sociopolítica de un país que el pasado mes de febrero votó en referéndum, con un 50,3% de aprobación de sus ciudadanos, imponer cuotas de entrada a trabajadores procedentes de la Unión Europea.
De origen y sentimiento albanokosovar, Shaqiri fue una víctima más de la guerra en la antigua Yugoslavia. Él y su familia tuvieron que huir de las bombas y buscar refugio en la próspera Suiza, que acoge actualmente a los 370.000 inmigrantes de origen balcánico que conforman la comunidad extranjera más numerosa del país. Observados con recelo y asociados a la criminalidad y las actividades mafiosas, reciben la denominación despectiva de Yugos. Muchos de ellos, incluso, se han visto obligados a disfrazar sus apellidos para disfrutar de más oportunidades laborales y evitar el riesgo de la exclusión social.
En septiembre de 2012, los internacionales Shaqiri, Xhaka y Behrami firmaron una carta dirigida a Joseph Blatter, presidente de la FIFA. El remitente era la Federación de Fútbol de Kosovo, y el motivo, hacerle llegar al dirigente del máximo organismo del fútbol una muestra de agradecimiento por permitir a las selecciones asociadas jugar amistosos contra Kosovo. Oficialmente Kosovo no tiene selección. Tampoco es un país. No al menos para 86 de los 193 Estados miembros de la ONU –España entre ellos- que no reconocen la declaración unilateral de independencia emitida por el Gobierno provisional en 2008.
La decisión del Comité de la FIFA se materializó el 5 de marzo de 2014, y el rival de ese ansiado estreno fue la selección de Haití, que saltó al campo del Estadio Olímpico Adem Jashari, en Kosovska Mitrovica, al norte de Kosovo. El encuentro acabó en empate sin goles. Sin embargo, ni Shaqir, ni Behrami, ni Xhaka jugaron ese partido. El mediapunta del Bayern ha explicado en alguna ocasión que no se planteará jugar con la selección de Kosovo mientras solo pueda disputar amistosos. “Siempre y cuando la situación siga sin aclararse como ahora, no formaré parte activa del equipo”, expresó el mediapunta, según recoge el diario suizo Blick.
Formado en las categorías inferiores del Basilea, Granit Xhaka, de 21, otro de los yugos, rubricó uno de los goles de este Mundial. Lo hizo ante Francia, con una preciosa volea, cuando su equipo, ya sin remedio, caía goleado. Hitzfeld llegó a compararlo con Schweinsteiger, a quien subió al primer equipo del Bayern cuando sólo tenía 18 años. Granit nació en Basilea, como su hermano, el también futbolista Taulant Xhaka (23 años), pero su ascendencia es albanesa. De hecho, Taulant, después de pasar por las categorías inferiores de la selección helvética, se inclinó por jugar con Albania, que, según afirmó, mostró más interés por incorporarle.
Blerim Dzemaili fue otro de los que intentó maquillar la derrota ante Francia. Nacido en Tetovo, en la antigua Yugoslavia, el ahora medio del Nápoles emigró con sus padres a Suiza cuando tenía solo 4 años. De momento solo ha jugado 47 minutos en este torneo, pero fueron suficientes para dejar un balón en la red en un lanzamiento de falta tras colarse entre la barrera gala.
Albanés es también el origen de otro de los goleadores de Suiza. Admir Mehmedi, de 23 años, nació en Gostivar, Macedonia, y acumula ya 23 partidos con la selección helvética. Cedido al Friburgo por el Dynamo de Kiev, Mehmedi no es excesivamente alto (1,83), pero su gol contra Ecuador le destapó como un ariete que sabe cómo ganar la posición. La victoria, ese partido, llegó en las botas del realista Seferovic, de padres bosnios, que redondea la lista de goleadores helvéticos en este torneo.
Ahora, Suiza se agarra al ingenio y el desborde del pequeño Shaqiri para prolongar el sueño. Una fantasía cuyos cimientos, establecidos por el atacante y esos Yugos que ahora se rebelan y reclaman su espacio con goles, va mucho más allá de sus fronteras.
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