De la élite blanca al rey negro
El fútbol, llegado desde Inglaterra, chocó con la resistencia de los intelectuales y tardó décadas en ser el imparable fenómeno de masas que hoy ha creado ídolos eternos
Hace 120 años aterrizaba en Brasil el primer balón de fútbol, traído por un descendiente de ingleses y escoceses que volvía a su país después de un período de estudios en Inglaterra. Lo que tal vez Charles Miller nunca imaginaría es que, con el tiempo, el contenido de su equipaje se convertiría en un símbolo de la identidad nacional de Brasil, traduciéndose en una pasión capaz de unir a ciudadanos de las más diferentes razas, creencias y orígenes en un territorio dos veces la extensión de la Unión Europea, y de paso en una de las mejores tarjetas de visita del talento brasileño para el mundo.
Los comienzos, sin embargo, no fueron muy halagüeños. El fútbol tardaría décadas en popularizarse y ser un fenómeno de masas en este país. Hasta la segunda década del siglo pasado este deporte encontraba una fuerte resistencia, principalmente entre los intelectuales. Restringido a las élites blancas, el foot-ball era considerado un mero extranjerismo pasajero. Graciliano Ramos (1892-1953) y Lima Barreto (1881-1922), dos de los mejores exponentes de la literatura brasileña, fueron muy ácidos en sus comentarios sobre la “novedad” que había desembarcado del Viejo Continente.
“El fútbol va a ser, por algún tiempo, una manía (…) de mucha gente. Con excepción tal vez de uno u otro tísico, completamente imposibilitado para dar el más insignificante puntapié a una bola de caucho, habrá por ahí excitación, un fuego de pajas capaz de durar como mucho un mes”, escribió Ramos en 1921. Barreto fue más lejos. Estudió la creación de una liga para abolir el deporte, señalando el racismo, las peleas y los golpes como algunas de las razones para ello. “El papel del foot-ball (…) es causar disensiones en el seno de nuestra vida nacional. Esa es su alta función social”, resumió, también al inicio de la década de 1920.
En 1914, por ejemplo, un jugador mulato del entonces aristocrático Fluminense Football Club, de Río de Janeiro, llegó a usar polvo de arroz antes de saltar al campo para parecer más blanco. Cuando comenzó a sudar, el invento empezó a escurrírsele por el rostro evidenciando el truco. Se ganó inmediatamente el mote de Polvo de Arroz por parte de la hinchada rival, aunque acabarían haciéndolo suyo como una expresión cariñosa los propios hinchas del club carioca.
Un hito en la introducción del mestizaje que acabaría triunfando en el fútbol brasileño fue la conquista, en 1923, del campeonato de Río de Janeiro por el Vasco da Gama, club de origen portugués, 35 años después de la abolición de la esclavitud. El equipo estaba compuesto por negros, mulatos y blancos de origen humilde. Otros clubes, como el carioca Bangu, ya habían desafiado al estatus vigente al contar con jugadores que no pertenecían a la aristocracia, contribuyendo a poner fin al prejuicio racial de forma gradual en las mentalidades de dirigentes y aficionados.
En medio de esa intensa mezcla de colores y orígenes, el fútbol acabaría reinventándose en Brasil
“El fútbol se volvió popular en Brasil porque consiguió superar los límites cerrados y elitistas de los clubes, de las escuelas y de las empresas que lo practicaban”, dice Bernardo Buarque de Hollanda, profesor de la Escuela de Ciencias Sociales de la Fundación Getulio Vargas. Investigador de la historia social del deporte y autor de varios libros sobre el tema, destaca que otro efecto de esta pasión del brasileño surge del hecho de que el fútbol se convierta en un elemento de nivelación social, y no solo a la hora de jugar en las canchas o en las playas, sino también de ir al estadio. “El fútbol aproxima a las clases sociales, patrones y empleados, blancos y negros, ricos y pobres”.
El periodista e historiador Marcos Guterman, autor del libro El Fútbol explica Brasil, destaca que en un país donde la ascensión social es muy difícil, el hecho de que un deporte haya triunfado es hasta cierto punto secundario. “En primer lugar, lo que el fútbol permitió fue que ricos y pobres se encontrasen en un ambiente de juego sin que fuese determinante perder o ganar. Disputar algo en igualdad de condiciones era ya muy importante”.
Al igual que la fuerte resistencia a los negros, poco a poco fueron saliendo del campo algunas expresiones como offside, referee, penalty, shoot, goal o football club y pasaron a formar parte del lenguaje cotidiano términos como fuera de juego, árbitro, chut o gol. Otro sinnúmero de palabras serían creadas localmente como torcida, del verbo torcer, en origen, una referencia a las damas de sociedad que estrujaban sus pañuelos y guantes de forma discreta para contener la ansiedad o el nerviosismo del juego sin perder la compostura.
El propio origen de la mayoría de los grandes equipos actuales se remonta a la inmigración europea. En Río, los principales clubes del Estado fueron fundados entre 1895 y 1904. Los dos equipos con mayores hinchadas, el Flamengo (Club de Regatas Flamengo) y el Vasco da Gama, también en sus comienzos club de regatas, tienen en sus nombres una referencia a un deporte fomentado por la burguesía británica. Otros dos grandes de ese Estado son el Botafogo, que también fue club de regatas, y el Fluminense.
En São Paulo, en cuya capital se jugó el primer partido de fútbol de este país en 1895, entre el São Paulo Railway, con empleados de la compañía del mismo nombre y Charles Miller, y The Gas Company, la empresa suministradora de gas, la historia no fue diferente. Tres de sus principales clubes (Corinthians, Santos y Palmeiras) surgieron entre 1910 y 1914 –el São Paulo fue fundado oficialmente en 1935-. El Corintihians, por ejemplo, fue bautizado con el nombre de un equipo inglés que realizaba una exitosa gira por el país.
Incluso el Palmeiras se llamó Palestra Italia hasta la II Guerra Mundial, cuando fue forzado a cambiar de nombre por aludir a un país del Eje, cumpliendo un decreto delentonces presidente Getulio Vargas, que se puso del lado de los aliados durante el conflicto. Otra entidad que siguió el mismo camino fue el Cruzeiro, de Minas Gerais, en el sureste del país, actual campeón brasileño y llamado también Palestra Italia hasta 1942.
La comunidad iberoamericana también contribuyó a la consolidación del fútbol en Brasil. Entre los inmigrantes portugueses destacaban junto al Vasco da Gama diversos equipos llamados Portuguesa. Incluso los españoles, que también participaron en la fundación del Corinthians y otros grandes clubes, dieron origen al Hespanha FC, uno de los fundadores de la Federación Paulista de Fútbol. El equipo, que hoy milita en las divisiones inferiores de São Paulo, pasaría a llamarse Jabaquara también obligado por un decreto de Getulio Vargas.
Brasil es hoy el único país que ha participado en todas las ediciones de la Copa del Mundo
En medio de esa intensa mezcla de colores y orígenes, el fútbol acabaría reinventándose en Brasil. Para explicar el proceso, el profesor Buarque de Hollanda cita al sociólogo Gilberto Freyre, autor del clásico Casa Grande Senzala (1933). “Freyre revalorizó la tradición plástica portuguesa y su fusión con herencias afro-amerindias brasileñas. Su visióndel fútbol fue formulada en función de la inversión de la técnica corporal del jugador europeo. El brasileño, por el contrario, dio énfasis a los pies y al movimiento de las caderas revirtiendo la interpretación inicial del fútbol como invento anglosajón”.
El primer gran crack del fútbol en Brasil, que duraría hasta el inicio de los años 30, fue Arthur Friedenreich (1892-1969). Hijo de un comerciante alemán y de una lavandera negra, el jugador mulato tuvo en su ascendencia europea un punto de apoyo para ingresar en el club Germania, de São Paulo, pese a su origen humilde. Hay quien cree que superó el récord de 1.281 goles marcados por Pelé décadas después. A pesar de un desempeño extraordinario, Friedenreich no disputó la Copa del Mundo de 1930 en Uruguay. La razón se debió a una agria disputa entre bastidores entre los Estados más poderosos de Brasil, São Paulo y Río de Janeiro. Brasil acabaría eliminado en la primera fase y algunos jugadores paulistas celebraron el mal resultado.
Ya en la era del profesionalismo, el primer gran ídolo fue Leónidas da Silva (1913-2004), que acabaría entrando en la historia del fútbol como el inventor de la chilena. También fue llamado Diamante Negro, lo que inspiró una marca de chocolatinas del mismo nombre en 1939, que aún se vende en la actualidad. Delantero habilidoso y famoso por su elasticidad, marcó el único gol de la breve participación de la selección brasileña en 1934, en el Mundial de Italia.
Cuatro años después, Leónidas brillaría como artillero en el Mundial de Francia con siete goles. En ese tercer campeonato de la historia, la selección daría un salto al tercer lugar siendo eliminada en las semifinales por Italia, que acabaría siendo la campeona, por 2 a 1. A pesar de las dificultades de transporte y de alojamiento de la época, como era mantenerse en forma durante los 15 días de viaje en barco hasta Europa, Brasil consiguió comparecer y es hoy el único país que ha participado en todas las ediciones de la Copa del Mundo.
Fue también en el Mundial de Francia en el que el defensa negro Domingos da Guia fue reconocido por sus regates cortos dentro del área, cuyo origen es muy peculiar, según explica el profesor Buarque de Hollanda. “Años después, él afirmó que sus fintas estaban inspiradas en el miudinho, un tipo de danza próximo a la samba. A partir de aquelMundial, la relación entre fútbol, samba y mestizaje nunca se despegaría de la identidad nacional”.
El periodista Guterman va más lejos. “Oriundos de una situación social en la que los héroes son muy raros, siempre estuvimos marcados por el dribling y no por el juego colectivo, aunque este se haya vuelto una obsesión en los últimos años. El brasileño siente admiración por quien soluciona problemas aparentemente irresolubles”.
El éxito del Diamante Negro y de Domingos da Guia podría haber sido mayor fuera de Brasil si no se hubieran suspendido los campeonatos hasta 1950 debido a la II GuerraMundial. Pero ya estaba formándose una nueva generación, la de Pelé y Garrincha, que superaría el trauma del Maracanazo del recién inaugurado Maracaná con capacidad para casi 200.000 personas. Aquella tarde de la derrota de Brasil ante Uruguay en la final, Pelé, entonces de nueve años, vio a su padre llorar junto a la radio. Le prometió darle un título mundial para consolarlo. El futuro rey del fútbol no solo cumpliría su promesa en 1958, en Suecia, sino que contribuiría a dar inicio a una larga hegemonía de Brasil en los Mundiales. El fútbol brasileño nunca más sería el mismo.
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