El Zaragoza cambia de manos
El presidente Agapito Iglesias, después de una nefasta gestión deportiva y económica que le acerca a la desaparición, vende el club a un grupo de empresarios aragoneses
Desde hace ocho temporadas que el Real Zaragoza es un despiporre, un club carcomido por la nefasta gestión deportiva y económica, situado ahora en el ecuador de la Segunda División, ahogado con las deudas y con un futuro de lo más incierto. Legado del presidente Agapito Iglesias, que ayer acordó con un grupo de empresarios de Zaragoza la venta del 90,6% del paquete accionarial de la entidad. “Por mucho que se haya escrito o hablado, más allá de mis intereses personales, he pretendido en estos últimos tiempos que el Real Zaragoza tuviera una viabilidad y que no desapareciese”, convino Iglesias en un comunicado oficial. Es, en cualquier caso, el fin a una época repleta de calamidades, vericuetos y destrozos, tal y como atestiguó una afición de la Romareda que, inmune al desaliento, abucheó a Iglesias hasta que tomó la decisión de abandonar tan cabizbajo como enfurruñado el palco del estadio.
Las primeras palabras de Iglesias, allá en 2006, fueron de lo más premonitorias. “Os pido perdón de antemano si no estoy a la altura de lo que vosotros esperáis”, anunció. Y se puso manos a la obra, convencido como estaba de que el Zaragoza debía de ser un equipo de Champions, un club que agrupase a todo aragonés. En su empeño, sin embargo, se le fue la mano, toda vez que despilfarró 39 millones en los dos primeros cursos, obra que acabó con el Zaragoza en Segunda División y con la plantilla más cara de la historia de la categoría por los desmesurados salarios. Pero, lejos de tener un plan deportivo, un proyecto de cimientos, Iglesias no se corrigió, hasta el punto de que durante sus ocho años de mandato han desfilado por la Romareda 10 entrenadores –con el anecdótico despropósito de Ander Garitano, que apenas duró ocho días en el cargo porque no acabaron por entenderse- y un total de 129 jugadores. O sea, 16 fichas nuevas por temporada, todo un disparate.
En los ocho años de su mandato han desfilado por el club 10 entrenador y 129 jugadores
Aunque Iglesias siempre advirtió, pasadas las dos primeras temporadas, de que vendería sus acciones al mejor postor, nunca llegó una oferta con cara y ojos o nunca quiso escucharla. Pero ahora, con el agua al cuello, con la advertencia del descenso administrativo por impagos y por la precaria situación económica –Iglesias cogió el club con 70 millones de deuda y lo deja alrededor de 130-, se aceleró el proceso de compraventa. El presidente tenía sobre la mesa cuatro ofertas. Una de Kadir Sheikh, empresario alemán de origen pakistaní que, junto al exdirectivo Javier Laínez, parecían dispuesto a asumir las riendas del club. “Estaba casi todo hecho…”, cuentan desde el Zaragoza; “solo faltaba la firma”. Pero Agapito, acostumbrado a los virajes y reacio a vender las acciones a manos ajenas a la ciudad, decidió retrasar la operación al tiempo que Sheikh se ponía nervioso y solicitaba una reunión a través de los medios de comunicación. Ahora, según fuentes del club, el empresario alemán se siente traicionado, sobre todo porque le ha dejado plantado sin previo aviso, lejos de atender cualquier llamada telefónica.
Similar fuerza tuvo la otra propuesta, iniciativa de unos inversores mexicanos que auguraban un fuerte y generoso desembolso, superior a los ocho millones de euros necesarios para los avales. Pero Iglesias, que en su día creó un fondo de inversiones para hacer y deshacer a su antojo en el club, adujo que prefería el arraigo, la oferta local. Aunque no a toda costa.
Resulta que hace tres meses el director general del club, Jesús García Pitarch, anunció públicamente que quería comprar el Zaragoza. “En las últimas semanas, me he atrevido a trasladarle mi interés y el de otros empresarios aragoneses de hacernos con sus acciones”, explicó. Una candidatura que impulsó la LFP –propuso el nombre de Pitarch tras el último descenso para controlar al club-, que no ha dejado de tutelar el proceso, preocupada por la liquidación de una entidad que se iba al traste. Pero Iglesias, en una guerra abierta con Pitarch (que sin motivo aparente descompuso al club en invierno cuando el Zaragoza se arrimaba al frente de la tabla, como los despidos del capitán Paredes, el adorado Movilla y José Mari; movimientos por los que en febrero se celebrará un juicio), se negó en rotundo a esa vía, del mismo modo que tampoco aprobó el relevo sugerido, el de Mateu Alemany, expresidente del Mallorca.
La LFP ha tutelado el proceso, preocupada como está ante la posible liquidación del club
El problema es que el Zaragoza está a un paso de la desaparición. Si bien superó la Ley Concursal 11 meses después de proclamarla, es una incógnita cómo se afrontará la quita del 50%-60% a pagar en ocho años (aprobada en su día por el 53% de los acreedores), toda vez que aún no se ha empezado a pagar porque una cláusula del contrato explicaba que por descender a Segunda se retrasaba el pago, ahora inminente. Judicialmente acorralado, está, entre otros líos, imputado en un proceso judicial abierto en la plataforma logística de Plaza por supuestas irregularidades en el sobrecoste de la construcción de 128 naves, que partiendo de un presupuesto inicial de unos 14 millones de euros acabaron costando más de 32 millones. Así, el juez le ha retirado el pasaporte por miedo a la fuga.
“Quiero dejar patente mi agradecimiento a quienes han estado en contra tanto de mi persona como de la gestión que hemos llevado a cabo. Esa crítica permanente, sin argumentos ciertos en la mayoría de las ocasiones, acompañada de insultos personales y de intentos de amedrentamiento, a cualquiera de las decisiones que se tomaran en el club, por insignificante que fuera su incidencia, han influido fundamentalmente en la trayectoria del club”, expuso Iglesias, horas después de vender el paquete accionarial en la notaría De la Fuente-Blanco de Madrid al grupo de empresarios (se sugiere que son ocho, pero podrían ser menos) aragoneses, donde el intermediario, Mariano Casasnovas, también fue declarado en 2009 como autor de fraude tributario y condenado a dos años de prisión, que sí pudo eludir. “Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado”, se lee en el Whatsapp de Iglesias, que se negó a contestar a este periódico. A él, sin embargo, le ha superado el Zaragoza. “Les deseo algo de lo que yo no he sido acreedor: que las Instituciones, los medios de comunicación y aquellos que se autoproclaman zaragocistas de corazón, ojalá les permitan trabajar con tranquilidad y les ayuden por el bien de este histórico club que es el Real Zaragoza”, finalizó.
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