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“¿Quién no tiene un amigo del Atleti?”

Miles de aficionados españoles empiezan a llegar a Lisboa y se mezclan en las calles que sufren grandes atascos

Antonio Jiménez Barca
Aficionados del Atlético y del Madrid, camino de Lisboa para asistir a la final.
Aficionados del Atlético y del Madrid, camino de Lisboa para asistir a la final. Oto (EFE)

En una esquina de la plaza de Restauradores, en el corazón de Lisboa, una camarera lleva una bufanda blanca y morada del Real Madrid en bandolera; otro camarero del mismo local trata de atraerse clientes con una camiseta del Atlético de Madrid. Exquisita neutralidad. El negocio es el negocio. Casi todos los bares anuncian la retrasmisión del partido de la final de la Champions. Hay muchos policías por las calles, se producen atascos monumentales por la llegada de los autocares de los jugadores a los hoteles. La ciudad se prepara para la gran invasión: la extraña avalancha de dos hinchadas procedentes, en su gran mayoría, de la misma ciudad, que viaja, en muchas ocasiones, junta, hermanada.

Tráfico lento y estaciones abarrotadas

Solo los más madrugadores llegaron el viernes por la mañana a Lisboa. El grueso de los aficionados del Atlético de Madrid y del Real Madrid que han decidido seguir la final de la Champions en la capital portuguesa lo harán entre la noche del viernes y a lo largo del sábado. Los primeros trenes tenían prevista la salida en la noche del viernes: a partir de las 22.50 los rojiblancos desde Atocha, desde las 23.30 los blancos desde Chamartín.

El otro punto caliente de la peregrinación futbolera son las carreteras. Muchos aficionados han decidido recorrer los más de 600 kilómetros que separan Madrid y Lisboa.

Más de 300 agentes de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil forman parte de este dispositivo preparado por la DGT para garantizar la seguridad de los desplazamientos a la capital lusa. Las mismas fuentes creen que entre las 4 y las 5 de la madrugada del viernes al sábado puede ser el tramo horario en que mayor número de personas inicie el viaje.

El Atlético ha fletado más de 80 autobuses para sus socios. Y la red social especializada en en coches compartidos Blabacar asegura que se ha duplicado el número de vehículos que se ofrecen para llegar a Lisboa.

La policía portuguesa calcula que Lisboa acogerá cerca de 120.000 personas. El estadio sólo tiene sitio para la mitad. El resto verá el partido en bares, en cafeterías o en casas de amigos. La gran parte llega el sábado por la mañana. Pero el viernes, a las cinco de la tarde, caminaban ya de avanzadilla por la plaza del Rossio cinco tipos con bufandas del  Atleti y sonrisa de quien se ve vencedor. Uno de ellos, Julito El Verbenas, por edad, vio por la televisión la mítica final del Atlético de Madrid con el Bayern de Múnich en 1974. Los otros son todos cuarentones y no se acuerdan de aquel legendario partido. Todos tienen entrada menos uno: Juan Carlos, de 48 años, tiene previsto acercarse al estadio poco antes de que comience el partido y tratar de arañar a un reventa una entrada a menos de 300 euros. Incluso esperará a que empiece el partido para forzar el precio.

Cerca, en la Praça da Figueira, lugar de encuentro de la hinchada del Real Madrid, un grupo de seis hinchas escucha a una mujer portuguesa dar explicaciones de algo: tres son del Real Madrid, tres del Atletico de Madrid, ninguno tiene entrada y la chica portuguesa, a la que contactaron por medio de un conocido, les alquila un lugar en su casa por 25 euros por persona y día. De añadidura, y gratis, les enseña la ciudad. También tratarán de conseguir algo en la reventa, pero la intención más parece una excusa para haberse acercado a Lisboa desde Madrid que una esperanza fundada.

A unos metros al sur de la ciudad, en la Praça do Terreiro do Paço, donde la UEFA ha instalado un conjunto de actividades recreativas, cinco hombres y un niño lo miran todo con ojos de turista encantado. Han llegado juntos desde Madrid, en una furgoneta. Se alojan en Estremoz, una localidad portuguesa a 180 kilómetros de Lisboa, a 150 euros la noche. “Un hotel que en su vida se ha llenado”, dice guiñando el ojo Roberto Gutiérrez, de 45 años, socio del Real Madrid. Todos tienen entrada. Uno de ellos, Paco Laranque, con la camiseta atlética con el nombre de Villa a la espalda, abraza al chico, Miguel Laranque, de 13 años, su hijo, que luce una camiseta firmada por Cristiano Ronaldo. Cerca, en una terraza, un seguidor del Atlético y otro del Real Madrid, que también han viajado juntos, se toman una cerveza al sol. La policía portuguesa ha desaconsejado la instalación de pantallas gigantes en las calles por razones de seguridad, porque es imposible separar a las dos aficiones. Es cierto: es imposible separarlas. Gutiérrez, el hincha del Real Madrid que ha llegado en furgoneta, lo sabe, y mirando sonriente y satisfecho al de la camiseta de Villa, que a su vez es padre del adolescente del Madrid, dice: “Hemos venido juntos y nos volveremos juntos, claro. ¿Quién no tiene un amigo del Atleti?”.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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