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La medida de la decepción

El Madrid se enfrenta a la búsqueda de piezas con las que completar una plantilla que ha coleccionado récords, elogios y dos frustraciones seguidas en la final de la Copa de Europa

Faustino Sáez
Laso durante la final ante el Maccabi
Laso durante la final ante el MaccabiJuan Carlos Hidalgo (EFE)

Del síndrome de Stendhal al estrés postraumático en 45 minutos. De vencer por 38 puntos al Barça en semifinales (62-100) a sucumbir por segunda temporada consecutiva en el día clave. De acariciar la gloria de la Copa de Europa a pelear por la Liga como mal menor. En La Scala de Milán, la Cabalgata de las Valkirias del Maccabi de Blatt superó a la Marcha Radetzky del Madrid de Laso.

“No tenemos los mejores talentos, pero fuimos el mejor equipo. El que mejor compitió”, resumió el técnico del equipo israelí. “Los detalles son los que te hacen campeón”, apuntó el entrenador madridista en su análisis reduccionista. El Madrid fue incapaz de poner en valor en la final un torneo memorable en una temporada que arrancó con una racha de imbatibilidad de cuatro meses y 31 partidos. De nada sirvieron sus 2.656 puntos y 1.091 rebotes, más que nadie en la competición. De nada sirvieron sus 25 victorias en 31 partidos, 10 de ellas por más de 20 puntos y al menos cuatro en la frontera de los 40, como en la semifinal —al campeón le bastaron 21 triunfos para serlo—. Siete meses después, el ganador era el Maccabi. El mismo equipo al que los blancos habían derrotado en Madrid y Tel-Aviv en el top 16.

Por segundo año consecutivo en la final continental, el conjunto blanco acabó desfigurado por la intensidad de unos rivales que le sacaron de carril y maniataron su esencia. No encontró el equipo la forma de imponer el plan A ni las alternativas para encontrar un plan B. Ni ante Olympiacos en 2013 ni ante Maccabi este curso, el Madrid fue el Madrid. En ambas finales se encuentran paralelismos como la incapacidad para gestionar ventajas importantes: en Londres malgastaron un 10-27 en el primer cuarto y en Milán un 33-22 (m. 17) y un 67-63 (m. 36); o el desplome en el tramo decisivo del partido: ante Olympiacos encajaron 63 puntos en la segunda mitad (39 en el último cuarto) y ante Maccabi 45 en los últimos 15 minutos (25 en la prórroga).

Lesionado Draper, la rotación ante el Maccabi se concentró en siete hombres

A contraestilo, las anunciadas “trampas defensivas” de Blatt no tuvieron réplica. Una defensa de manos rápidas, alternativas, ajustes y juego duro y físico que desvió progresivamente a los blancos de su hoja de ruta. Mirotic no sacó ventaja en el juego al poste ante rivales más pequeños, Felipe Reyes (máximo anotador del conjunto blanco al descanso con 12 puntos) desapareció enigmáticamente de la pista en el minuto 32 y apenas sumó 2m 54s más en pista en los 13 minutos finales, y la concentración de la producción ofensiva en el perímetro degeneró en una secuencia irreflexiva de tiros desde el 6,75. Los de Laso lanzaron 34 triples y anotaron 11 (32,4%) en una serie que recordó a la que firmaron los blancos en otra de las derrotas simbólicas de su expediente. En su eliminación en los cuartos de final de la Copa de 2013 en Vitoria ante el Barça, en otro encuentro que se decidió en la prórroga, la hoja de servicios de los blancos reflejó un 13 de 39 en triples (33%). Aquel día Llull, el héroe de las dos últimas conquistas coperas, fue señalado por su 6 de 17; ayer, desenfocado, presentó un 0 de 7. Unos porcentajes muy por debajo del 42% que llegó a tener en la primera fase del torneo. Los aclarados a través del bloqueo directo para los uno contra uno de Rice, la agitación del quinteto israelí y su capacidad atlética en el rebote fueron achantando al Madrid.

No tenía a su disposición Laso los grilletes del lesionado Draper para atajar a la estrella rival, Carroll llegó muy justo a la cita tras su operación de rodilla y la rotación en el día D se concentró en apenas siete hombres. No apareció la fortaleza mental que el equipo creía tener adquirida tras superar a la tropa de Spanoulis en el playoff de cuartos. Milán fue a la vez Londres y Atenas. El Madrid no pudo escapar del laberinto y sumó otra derrota en busca de la Novena.

Sin embargo, en territorios propicios para resultadistas, Laso puede acreditar que es el entrenador más laureado del Madrid en los últimos 25 años con cinco títulos en tres temporadas al frente del equipo (tras ganar la Liga de 2013, dos Copas en 2012 y 2014 y dos Supercopas en 2012 y 2013) y un modelo que ha acreditado el éxito de la estabilidad. En la década comprendida entre 2001 y 2011, antes de su llegada al banquillo, los blancos solo incorporaron a sus vitrinas tres trofeos (la Liga del triple de Herreros en 2005 con Maljkovic en el banquillo y la Liga y la ULEB que ganó Joan Plaza en 2007) y, en ese tramo, el club hizo 67 fichajes, de los que 34 (50,7%) permanecieron en el equipo una temporada o menos. Con un porcentaje de victorias del 80,5% (170 en 211 partidos), Laso es el entrenador con el tercer mejor balance en el banquillo blanco. Solo le superan Pedro Ferrándiz con el 85,7% (409 victorias en 477 partidos) y Lolo Sáinz con el 81,1% (561 en 692).

A la espera de resolver la marcha de Mirotic y su recambio, con la perspectiva de la Final Four de 2015 en el Palacio y atendiendo a la trayectoria de un equipo que ha desatado pasiones y coleccionado récords durante siete meses, la línea editorial pasa por el retoque más que por la catarsis. Barça, CSKA y Maccabi, con 14, 13 y 12 presencias en la Final Four respectivamente, solo alcanzaron dos, dos y cuatro títulos, respectivamente. El Madrid de Laso ha jugado dos finales en tres años. El Palacio calibrará el reconocimiento o el reproche a su equipo esta tarde en el partido aplazado de Liga ante el Gipuzkoa (20.45).

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Sobre la firma

Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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