Nadal es todo corazón
El español tumba a Murray pese a encajar un 1-6 de salida y un 2-4 en la manga decisiva
Fue la victoria del camaleón. Un impresionante ejemplo de capacidad de adaptación y talento para detectar sobre la marcha qué ajustes tácticos acometer. Rafael Nadal jugará hoy (20.00, Tdp) las semifinales del Masters 1.000 de Roma contra el peligrosísimo Dimitrov tras remontar 1-6, 6-2 y 7-5 a Andy Murray en un partido en el que se vistió de Mr. Jekyll y Mr. Hyde. El número uno encajó un 1-6 de salida en el que el revés cruzado de su contrario martilleó su drive, desnudando sus defensas, quitándole la iniciativa, penalizando su segundo saque y aculándole contra la valla. Superado por tierra, mar y aire, Nadal se lanzó a pecho descubierto a por el encuentro, y empezó a ganar en la red lo que perdía en el fondo. Llovía en Roma, pero ardía el duelo entre los gritos del gentío (“¡Andy!”), que vio cómo el ganador perdía un 2-0 de ventaja en la tercera manga y cómo recuperaba con una racha portentosa de puntos sumados un 2-4 en contra. Tenis épico, combate para tipos duros.
“Esta victoria me hace sentir vivo. Fue difícil”, acertó a decir Nadal, que ganó 12 de los 13 últimos puntos. El adjetivo, sin embargo, se quedó corto.
Fue un pulso castigador. A los dos tenistas les dolió la raqueta, la cabeza y el alma. El duelo exigió todo de los rivales, y todo lo sacrificaron los contrarios en el altar de la victoria. Nadal, mejorado en el juego, sufrió para convertir sus opciones de rotura (cuatro de doce), estadística que antaño fue su sello: en consecuencia, sus piernas devoraron kilómetros, su raqueta tuvo que pelear a contracorriente (percutiendo el drive de Murray, no el revés) y su mente volvió a graduarse en pasión, en deseo, en ganas de ganar aunque la victoria cueste los pulmones, los ojos y la vida entera. Murray, en su mejor partido desde que en 2013 se operó de la espalda, perdió varias veces la ventaja conquistada (el 1-6 o el 2-4 en la tercera manga), y por eso tuvo que impulsar hacia terrenos desconocidos su drive, su punto débil. Se compitió al límite, y al límite los dos rompieron sus barreras. El espectáculo tuvo la intensidad de una guerra. Murray quiso ser Aníbal y sus elefantes, los invasores de Roma. Nadal fue más que las murallas de la ciudad eterna: fue sus soldados, sus ciudadanos y sus esclavos, todos juntos para detener, expulsar y derrotar al intruso tras rozar la derrota.
Tras jugar tres maratones en tres partidos para llegar a semifinales, el número uno se cruzará con Dimitrov, un tenista al alza y con un revés a una mano que no sufre contra su drive. El búlgaro, con un partido más, suma 6h 21m horas de juego, por 8h 44m del español, exento de primera ronda. Pase lo que pase en Roma, donde por primera vez desde 2005 llega a esa etapa de un torneo en tierra habiendo cedido una manga en todos los duelos, el campeón ya sabe una cosa: viajará a Roland Garros (desde el 25 de mayo), habiendo recuperado una de las señales que le distinguían. En su corazón, vuelve a arder el fuego del que quiere ser eterno.
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