Penya, un título y un estilo de vida
El Joventut homenajea al equipo que hace 20 años le dio la Copa de Europa en Tel Aviv
“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”. Viene a cuento la frase de Gabriel García Márquez porque, al cumplirse 20 años del título de la Penya en la Copa de Europa, los recuerdos se agolpan en flashes atemporales, en retazos caprichosos, a veces desordenados cronológicamente. A muchos se les viene a la mente el cachetazo de Obradovic a uno de sus jugadores en el Partizán para recriminarle una de las últimas jugadas de la final de 1992 ante el Joventut, el triple decisivo de Djordjevic, la exultante celebración de Danilovic subido a una de las mesas de los periodistas para abrazarse con el maestro de los maestros de jugadores y entrenadores yugoslavos, Asa Nikolic, o el monumental cabreo de Lolo Sainz, que le duró todo el viaje de vuelta desde Estambul hasta Barcelona.
JOVENTUT, 59; OLYMPIAKOS, 57
Joventut: Rafa Jofresa (4), Villacampa (16), Smith (6), Thompson (9), Ferran (17), Morales (2) y Tomàs Jofresa (5).
Olympiakos: Bakatsias (2), Sigalas (14), Paspalj (15), Tarpley (12), Fasoulas (2), Tomic (10), Tarlac (2), Limniatis (2) y Stamatis (0).
Árbitros: Cazzaro (Italia) y Virovnik (Israel).
Final de la Copa de Europa disputada el 21 de abril de 1994 en el pabellón La Mano de Elías de Tel Aviv. 10.000 espectadores.
Aquella final que perdió el Joventut, dos años antes de la que ganó en Tel Aviv, también forma parte de la leyenda. Para entender lo que significó el mayor éxito en la historia de la Penya no se debe olvidar la nefasta racha de los equipos españoles en la Copa de Europa en aquella época. Desde 1980, con el Madrid de Corbalán, Brabender, Romay, Iturriaga y Szcerbiak, entre otros, se habían sucedido los fracasos, especialmente sonoros los del Barcelona en la final de 1984 ante el Banco Di Roma de Larry Wright, del Madrid un año después ante el Cibona de Drazen Petrovic y los tropezones sucesivos del Barcelona ante el Jugoplastika, antes del varapalo del propio Joventut en aquellos fatídicos últimos segundos de la final en Estambul.
Los jugadores de la Penya se plantaron en Tel Aviv con una mochila repleta con todos esos nefastos precedentes. Sufrieron en la semifinal ante el Barcelona, como lo habían hecho antes de la Final Four ante el Madrid y, solo una semana antes de viajar a Tel Aviv, fueron apeados de toda competición europea para el siguiente año al perder en los octavos de final de la Liga ACB ante el CAI Zaragoza. El Olympiakos, que entonces todavía se escribía con k y contaba con jugadores de primera fila como Paspalj, Tarpley, Fasoulas, Sigalas o Tomic, cometió el error de creerse ganador in pectore, con un punto de presunción. “Si no dan un duro por nosotros, peor para ellos”, sentenció Villacampa que, a sus 30 años, se debatía en una pequeña crisis de juego y había sido incluso abucheado en el partido de liga ante el CAI.
Obradovic, ocho veces campeón de la Copa de Europa con cuatro clubes diferentes, afirma que el título que ganó con la Penya le marcó a fuego
Obradovic, dos años después de ser el verdugo del Joventut en 1992, fue fichado para relevar a Lolo Sainz, el entrenador con el que los badaloneses ganaron dos Ligas. El técnico serbio era un sargento de hierro. Programaba hasta tres entrenamientos al día, mañana, tarde y noche. Pero antes de la semifinal ante el Barcelona decidió llevar a su equipo al zoológico y, antes de la final, a un parque de aves. Algunos jugadores se explayaron en un campo de golf. “Todavía recuerdo a Thompson subido a un cochecito de golf diciendo que estaba muy cansado”, evoca Villacampa, que cinco años después conquista el máximo título se convirtió en el presidente del Joventut. La fórmula funcionó en una final en una final en la que hubo de todo. Villacampa y Ferran llevaron el peso del ataque y valió el triple del “cansado” Corny Thompson.
Hubo más, mucho más en los cuatro segundos y ocho décimas que quedaban. Entre otras cosas, cuando le hicieron falta a Paspalj, un tiempo muerto. Villacampa, pícaro, confesó tiempo después que le preguntó a Obradovic si podía importunar al jugador montenegrino, lo que en el argot se llama comer la oreja. “Le dije en mi inglés macarrónico que sí, que ya eran campeones, pero que tenía que meter los tiros libres”. Los falló. Y a pesar de que los cronometradores hicieron de la suya y el tiempo se alargó al menos el doble de los cuatro segundos que quedaban, el Joventut se proclamó campeón. 20 años después, la Penya homenajea a los campeones. Obradovic, ocho veces campeón de la Copa de Europa con cuatro clubes diferentes, afirma que el que el título que ganó con la Penya le marcó a fuego. Lo demuestra que se estableció y mantiene su casa en Alella, a pesar de que ha vivido en Serbia, en Italia, en Grecia y, ahora, en Turquía. 20 años después, ratifica lo que dijo el el 22 de abril ante la repleta plaza del pabellón olímpico donde se celebró el mayor éxito de la entidad: “La Penya no es solo un club, es un estilo de vida”, sentencia.
Hoy, el club brindará un homenaje a aquella plantilla que ganó el título en 1994 con ocasión del partido de la Liga Endesa ante el Herbalife Gran Canaria, equipo que dirige Pedro Martínez, exentrenador del Joventut, con el que consiguió la Copa Korac en 1990, y que había dirigido al equipo junior que hizo historia con tres títulos consecutivos y en el que jugaron, entre otros, Morales, Ruf, Pardo, Rosa, Dani Pérez y Tomás Jofresa.
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