“Atacar, atacar y atacar”
Guardiola empezó a preparar la vuelta en la cena del Bayern en un hotel del Paseo de la Castellana
El día que Guardiola aceptó ser entrenador del Bayern asumió ciertas condiciones, entre otras, los hábitos de conducta del club en la Champions, que pasan por atender a los medios antes del partido en el hotel de concentración, y por una atención personalizada a los patrocinadores de la entidad tras los encuentros, con deferencias a un grupo de aficionados que, por sorteo, acceden a la cena. A ese evento acuden los jugadores —Javi Martínez recibió la visita de algunos excompañeros del Athletic, por ejemplo—, los directivos y el cuerpo técnico en pleno. Es tan cierto que en según qué circunstancias los jugadores preferían subir a la habitación y desaparecer como que algo parecido le pasó a Guardiola el miércoles, ya de madrugada, cuando llegó al hotel Intercontinental, en La Castellana, con el aire traspuesto tras el 1-0, su primera derrota como entrenador en el Bernabéu.
Apareció en el salón entre aplausos de la afición y se sentó, tenso aún por el partido, al lado de Karlz-Heinz Rummenigge, presidente de la entidad bávara, que, según manda el protocolo, cogió el micrófono y habló antes del desfile ante el bufet de la cena. "Ha sido un partido increíblemente interesante, emocional e intenso", reconoció. "No es un resultado deseado", admitió ante los aficionados que llenaban la sala. Pero avisó: "Estoy muy lejos de decir que no podemos corregir el resultado. Chicos, solo os puedo decir una cosa: después del partido me he levantado del palco y no he tenido la impresión de que los dirigentes del Real Madrid estaban felices. Saben lo que les espera el martes en Múnich. En comparación, su partido en Dortmund será agradable. Les mostraremos que el Bayern, en casa, tiene una calidad que en verdad recuerda un poco a un infierno", dijo el presidente. En ese momento, Guardiola empezó a relajarse. Cuentan los presentes que, durante la cena, en la que Pep apenas probó bocado, el presidente le mostró la confianza absoluta. "Remontaremos, no tengo duda", se le escuchó.
"Saben lo que les espera el martes en Múnich, un infierno", afirma Rummenigge
Guardiola sabe de sobra que una cosa es lo que dice el presidente y otra lo que expresa en la televisión Beckenbauer, presidente de honor, que se despachó feliz al asegurar que el Madrid mereció marcar más goles. "Esperamos que en Múnich, con nuestra afición y nuestros dirigentes apoyando, le demos la vuelta a la eliminatoria", le respondió en caliente, aún en las catacumbas del Bernabéu, el entrenador catalán. Al Kaiser hace años que la afición le toma en Baviera por lo que hace, comentarista de televisión, pero más allá de las fronteras germanas resulta chocante su discurso y con frecuencia, contradictorio.
Guardiola tardó apenas un bocado en levantarse tras la derrota, física y anímicamente. "No come cuando gana así que cuando pierde, imagina", dicen sus colaboradores. Consumada la derrota, Pep pensó en Múnich. "No hemos atacado suficientemente bien", les dijo a sus ayudantes. "En el Arena se trata de buscar soluciones para atacar, atacar y atacar. Es la única manera", convino. "Hemos de generar las suficientes oportunidades ante Casillas como para que no les baste su presencia". Todo pasa, dice, por generar pasillos en banda y aprovechar las segundas opciones, consciente como es de que les espera un partido semejante al de las semifinales contra el Chelsea, hace dos años, con el Barça. "Miraremos el Dortmund-Madrid [2-0]", avisaron sus ayudantes. "Lo miraremos todo", retó Guardiola, que asumió errores defensivos y remarcó los defectos en ataque, que en su opinión justificaron la derrota. "Hemos de atacar más y mejor", se le escuchó decir.
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