Mourinho pierde el encanto
El técnico ‘blue’ sufre la desafección de buena parte de la plantilla que le despidió en 2007 como un héroe
La magia de José Mourinho, aquella capacidad carismática y febril que deslumbró a directivos, jugadores, adversarios y aficionados del Chelsea entre 2004 y 2006, se ha extinguido. Los únicos que permanecen fascinados por el entrenador son los fanáticos, prisioneros de viejos recuerdos. Los funcionarios del club y el propietario, Roman Abramovich, son escépticos. Entre los jugadores, solo Azpilicueta, Ivanovic y Cech le profesan un respeto reverencial. El resto, le obedecen con la fatiga mental del autómata. Si por algo es irreprochable la plantilla del equipo londinense es por su profesionalidad. Allí, salvo Terry y el orgulloso Schürrle, todos aguantan lo que les echen.
Mourinho fue despedido del Chelsea en 2007 pero no perdió el contacto con los líderes del vestuario. Durante años habló con Terry, Lampard y Cech. Los animaba en las horas bajas, los exaltaba en la gloria, les pedía que siguieran en el club cuando meditaban marcharse, y, finalmente, les prometía que contaría con ellos si regresaba, que serían piezas fundamentales en su proyecto, y que lo haría con la certeza de quien siempre veló por el club blue. Las charlas, según confiesan los capitanes a sus amigos, tenían un tono épico y sentimental.
Solo Azpilicueta, Ivanovic y Cech le profesan un respeto reverencial
El contraste entre la oratoria romántica y la realidad fue brusco. Lo primero que hizo Mourinho el pasado verano fue poner a David Luiz a la cabeza de la lista de bajas y anunciarle a Terry que sería titular fijo. Ese fue el plan hasta que el Barcelona hizo una oferta por David Luiz y, para asombro de Abramovich, el técnico la rechazó. En el intento de solapar su incoherencia, colocó al brasileño en la zaga y mandó a Terry al banquillo. Por poco tiempo. Terry mantuvo una dura conversación con Mourinho, que, agobiado, le restituyó. Pero la confianza entre el capitán y su jefe fue irrecuperable. Tanto que, desde entonces, Terry va indagando si los jugadores que más promueve Mourinho, como Oscar, tienen vinculación con el agente Jorge Mendes. Al capitán le preocupa el conflicto de intereses que pueda resultar de la relación del técnico y su representante.
Lampard también se siente decepcionado. Sobre todo, desde que Mourinho fichó a Matic en enero. En su intento por justificar la contratación del centrocampista serbio, el mánager parece querer devaluar a sus competidores. Su invectiva pública a Lampard en París, acusándole de haber facilitado el gol de Pastore (3-1), dejó un regusto amargo en el club. Abramovich, que siente un aprecio especial por Lampard, nunca quiso fichar a Matic. La comisión técnica advirtió al dueño que Matic, que estuvo en la plantilla del Chelsea en la temporada 2009-10, nunca exhibió cualidades de gran organizador, tal y como aseguraba Mourinho. El técnico insistió durante semanas en la urgencia del fichaje argumentando que el equipo necesitaba un mediocentro con criterio para mover rápido la pelota y agilizar el ataque en estático. Abramovich sospechó de la valía de un jugador que no podía jugar la Champions (la había disputado con el Benfica) y al que, además, representa Mendes. Finalmente, cedió a la persuasión y pagó 25 millones de euros de cláusula.
Los consejeros de Abramovich creen que Mourinho está obsoleto
Abramovich se molestó cuando su entrenador se excusó públicamente diciendo que su equipo es un recién nacido frente a potencias como el United o el City. El ruso sabe que el axioma es falso: él paga las cuentas. Ningún club inglés ha gastado más que el suyo en jugadores en la última década. Esta temporada ocupa el primer puesto con 130 millones de euros, por delante del City (120) y el United (80), y los gastos no se contraerán ya que el equipo no acaba de funcionar.
Los asesores técnicos de Abramovich observan que Mourinho preparó al Chelsea para jugar contra equipos grandes pero no para enfrentar a los medianos y pequeños, que son la inmensa mayoría. El Chelsea fue competitivo contra United, City, PSG y Arsenal (cosechó siete victorias, tres empates y dos derrotas), pero fracasó ante rivales que le cedían el balón y la iniciativa. Perdió dos veces ante el Basilea, empató dos contra el West Bromwich Albion, y cayó frente a Newcastle, Stoke, Aston Villa y Crystal Palace. El Sunderland, último clasificado de la Premier, le derrotó dos veces. La presencia de Matic, presunto remedio contra el bloqueo, no ha mejorado las cosas. Los consejeros de Abramovich sentencian que el fútbol de Mourinho, que en Inglaterra pudo resultar sofisticado y sorprendente hace diez años, hoy está obsoleto.
Mourinho lleva todo el año reclamando un delantero centro al club. Lo ha hecho sin parar y subrayando los defectos de Demba Ba y Fernando Torres para fundamentarse. El preferido de Abramovich es Cavani pero su entrenador pidió primero a Falcao y luego —cuando Falcao se lesionó— a Diego Costa. A ambos los dirige Jorge Mendes.
Agotado ante la capacidad del mánager para generar conflictos, Abramovich está harto. Dicen en el club que el ruso parece aletargado, como los jugadores, ante la tensión permanente que produce el jefe. Esa peculiaridad no la perdió nunca. Pero ya casi nadie le sigue por fe en su liderazgo. Ahora le siguen porque no encuentran otra cosa mejor que hacer.
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