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El Barça recupera su estilo

La Real sucumbe a su cautela y al juego coral del equipo azulgrana, rival del Madrid en la final

Messi marca entre Mikel González y Gaztañaga.
Messi marca entre Mikel González y Gaztañaga.DAVID RAMOS (GETTY)

Si el Barça buscaba un jardín donde jugar, Anoeta fue el lugar apropiado. Fuera por el resultado de ida (un ochomil casi imposible pero no inaccesible), fuera por la actitud cautelar de la Real, que se movía entre la fe y la desconfianza, es decir entre meter un gol o no encajarlo, o fuera porque el Barça encontró el compás que dormitaba en un cajón olvidado, lo cierto es que el corazón del partido se paró demasiado pronto, cuando Messi, interlineado como un apunte genial, paró el reloj. A la media hora dijo basta y se sacó un disparo desde la frontal del área al que Zubikarai apenas puso las yemas de los dedos para desviarlo lo justo, pero insuficiente, para que se acunara en la red como se duerme un niño. Y la semifinal ya fue un duermevela, con el Barça meciendo la cuna, haciendo nanas con el balón, arrullando el juego, bajo la batuta de Xavi, el violín de Cesc y el espíritu de cantautor de Messi eligiendo los versos apropiados. La final de Copa, el sábado 19 de abril ante el Madrid, fue una melodía demasiado conocida ante una Real que no fue coral.

R. SOCIEDAD, 1 - BARCELONA, 1

Real Sociedad: Zubikarai; Zaldua, Ansotegi, Mikel, José Ángel; Gaztañaga (Elustondo, m. 67), Xabi Prieto (Canales, m. 82), Zurutuza; Vela, Seferovic (Chory Castro, m. 61) y Griezmann. No utilizados: Bravo; Agirretxe, Rubén Pardo y Ros.

Barcelona: Pinto; Alves, Piqué, Mascherano, Jordi Alba; Xavi (Song, m. 66), Busquets (Bartra, m. 90), Cesc; Pedro (Alexis, m. 77), Messi e Iniesta. No utilizados: Valdés, Adriano, Sergi Roberto y Tello.

Goles: 0-1. M. 27. José Ángel pierde la pelota y Messi convierte después de un eslalon y desde el borde del área. 1-1. M. 87. Griezmann remata a la red un pase de Castro.

Árbitro: Teixeira Vitienes. Amonestó a Busquets, Vela, José Ángel, Zurutuza y Cesc.

Anoeta: 28.153 espectadores.

Porque la Real tenía a sus solistas desafinados. No les faltaba la voz, simplemente les faltaba micrófono. Arrasate no puso todo en juego (Agirretxe y Rubén Pardo se quedaron en el banquillo), pero sobre todo condenó a Vela a navegar en el océano vacío de la delantera y cuanto más se aleja Vela del balón, más se aleja la Real del gol. Cabe pensar que el mexicano es una flecha con espacio para volar, pero cabe pensar que las flechas las lleva él a la espalda. Griezmann, más retrasado, casi nunca le encontró. Y sin flechas, la Real es un enemigo romo.

Desafilada la Real, el Barça campó por sus respetos, es decir recuperó su autoestima, tejió y destejió a su antojo, hizo encaje de bolillos, con tacto suave y pases vertiginosos, con Cesc de vértice angular para medir el tamaño de cada pase (ahora corto, ahora largo) y el astro flotando ante su mirada. Es lo que tiene salir en frío. A la Real le pudo la cabeza en detrimento del corazón, y eso tratándose de una semifinal de Copa es una invitación al colapso. Se trataba, se supone, cuando tienes todo en contra, de matar o morir en la empresa, como dejó dicho Pablo Neruda en su semblanza de Joaquín Murieta. Pero la Real no optó ni por lo uno ni por lo otro, y el Barça se adueñó primero del balón, luego del campo, más tarde del reloj y así del partido para disfrutar de sus correrías en ese moderno passing game que le enamora.

El cielo se le abrió con su gol a Messi, tan necesitado de mensajes positivos

A la media hora, un poco menos, la cueva se abrió y le dejó un regalo a Messi, que más que cerrar la eliminatoria le abría el cielo al argentino, tan necesitado de mensajes positivos. Es decir, la cautela había sido para la Real más perjudicial que el riesgo. El miedo a volar le había mandado a la lona al primer perdigonazo. ¿Y ahora qué, si la puerta se había abierto sin necesidad de forzar la cerradura? El partido ya era de Cesc y no de Vela, ya era de Alves y no de Griezmann. Lo había sido desde el principio, por méritos propios y por concesión ajena. El Barça quería el balón y la Real el espacio. El Barça lo encontró desde el principio; la Real lo vio en un mapa.

Pedro salta a por el balón con Gaztañaga
Pedro salta a por el balón con GaztañagaJOSEBA ETXABURU (Reuters)

Por eso en su hoja de ruta, la Real anotó un desmarque de Vela que salvó Pinto y un disparo al poste del mexicano, esplendoroso, para lacrar su mensaje de asistencia al partido. Y por eso, el Barça firmó, además del gol, una oportunidad manifiesta de Pedro, un disparo de Alves y, sobre todo, en la segunda mitad, una doble oportunidad de Messi y Cesc a las que respondió en ambos casos Zukikarai con un manual de reflejos. Entre lo uno y lo otro, sin embargo, mediaron mil pases barcelonistas y algunos detalles correosos del equipo de Arrasate para maquillar sus ojeras. A sabiendas de que la noche había terminado a primera hora, quería la Real que al menos la última Copa no fuera de garrafón.

Al conjunto donostiarra le pudo la cabeza en detrimento del corazón

Pero el Barça había cercado el terreno desde el principio y no estaba dispuesto a descolgar su bandera del borde del área. Hasta con ocho jugadores llegó a rodear el poblado con esa fiebre que le mueve a disparar no más allá de medio metro del gol. Resuelta tan pronto la eliminatoria, bueno era entrenar a la tropa en los valores semiocultos en la espesura de anteriores partidos.

La Real, ya adormecida, tiraba de colorete y el público, primero volcado en la mística de las grandes hazañas, decidió emprenderla con Elustondo, cuando sustituyó a Gaztañaga, en recuerdo de su error en el Camp Nou. Siempre hay un culpable, moral o real, para la frustración. Pero fue el Barça quien le dejó en Donostia y consiguió una plaza en la final de Copa frente al Real Madrid. No la perdió Elustondo aunque a muchos se lo pareciera. Griezmann hizo el gol del empate al borde del final y las bufandas tuvieron la oportunidad de airearse. Perdida la guerra, se salvó la batalla. Pero había ganado el balón y había perdido el miedo.

Messi iguala a Zarra

LUIS MARTÍN | San Sebastián

Martino elige: Iniesta juega y Fàbregas se mueve en una ecuación que permite al técnico juntar a los dos en un mismo dibujo. El manchego, teórico falso extremo, abandono a la primera la banda para ocupar la zona del volante que en teoría era de Cesc, dándole carrete a la llegada de Alba. El volante de Arenys se dejó ver barriendo el frente de ataque, jugando de todo, en un improvisado torbellino ofensivo en el que se siente muy cómodo, de manera que Iniesta, excelente en el ultimo envite contra el Sevilla, no perdió protagonismo porque Fàbregas le regalo todos los espacios a la espalda de Messi. Hiperactivos, mezclaron cada vez que tuvieron la pelota, siempre a uno o dos toques, tan dinámicos que fueron imparables por sorprendentes.

Apostó Martino por el mismo grupo de centrocampistas que en la visita del Madrid al Camp Nou, renunciando a Alexis para ganar toque y dominio sin renunciar a la profundidad. Si Fàbregas llegó antes de 9 o de volante por la derecha, Iniesta lo hizo por dentro antes que por fuera, cubriendo espacios a la espalda de Messi, cómodo al juntarse con ellos y con Xavi, conscientes de que les queda Busquets de guardaespaldas.

Intenso, dominante y presionante el Barça, José Ángel se equivocó y Messi certificó el pase a la final de la Copa del Rey con el Madrid de rival, el sábado 19 de abril. El tanto del 10 iguala los 335 de Zarra. El vasco los consiguió en 354 partidos con el Athletic y Messi los ha celebrado en 404 partidos con el Barça. El argentino es el máximo goleador de la historia azulgrana tras Paulino Alcántara, que firmó 369 goles, incluidos los partidos amistosos; ya solo le faltan ocho para superarle en duelos oficiales. Messi, que lleva 11 tantos en la Liga, seis en Champions y cinco en la Copa este curso, está cómodo como punto y final.

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