La novia de Bjoerndalen sí acierta
Alegrías repartidas y gran decepción estadounidense encabezada por Shaun White
La jornada de alegrías repartidas tuvo protagonistas en el éxito y en el fracaso. El más sonado, que encabezó la serie de decepciones estadounidenses, fue el de Shaun White, el rey del snowboard, solo cuarto en el half-pipe. La mayor alegría, con un toque personal, fue para Darya Domracheva, la novia de Ole Einar Bjoerndalen, el noruego eterno, pero cruel cuarto en la persecución. Su compañera de viaje desde 2012, que provocó su divorcio de la italiana Natalie Santer, sí acertó en la combinación de esquí nórdico y tiro.
Domracheva, de 27 años, no era la favorita en la prueba y sí en la inicial de sprint, donde falló, curiosamente, al revés que su novio. Pero se tomó cumplida revancha ayer. Empezó a 14,4s de la cabeza (la salida en persecución se efectúa según el orden de llegada en el sprint), pero no estuvo detrás mucho tiempo. Antes de la mitad de la prueba, a los 4 kilómetros, se colocó ya líder. Fue tras la segunda serie de cinco disparos en posición tumbada y no abandonó el primer lugar pese a fallar el último tiro de las dos series de pie. Esquió con una potencia enorme y logró un triunfo aplastante, con casi 40 segundos sobre la noruega Tora Berger. La primera aspirante al oro falló también una diana final, pero en caso de acertar tampoco le habría dado tiempo a alcanzar a Domrachova, que le llevaba una ventaja muy cómoda. Las penalizaciones, que obligan a dar una vuelta de 150 metros, suponen unas pérdidas de unos 20 segundos.
Revancha de IPod
White, doble oro olímpico en el half-pipe (recorrido con saltos en una pista con forma de media cuba) aspiraba a la tercera gloria. Pero antes de Sochi empezaron a irle mal las cosas con una caída. No participó ya en la nueva prueba del slopestyle, donde volvió a caer en un entrenamiento, pero se le vio relajado y contento en la ceremonia de apertura. De su genialidad cabía esperar cualquier cosa. De hecho, se metió directamente en la final con una espléndida manga de calificación. Pero en las dos decisivas falló en la primera y no pudo alcanzar el podio en la segunda.
Igor Podlatchikov, de origen ruso, pero con nacionalidad suiza, era ya uno de los grandes en Vancouver hace cuatro años, pero se llevó el gran disgusto al quedarse sin medallas. Esta vez se tomó cumplida revancha. Y a White lo acabaron de echar del podio las dos “H” japoneses, Hirano e Hiraoka, plata y bronce. Todos ellos le superaron en una segunda manga de acrobacias y alturas enormes por los bordes de la pista.
Noruega, suma y sigue
Noruega perdió el oro en biatlón ayer, pero suma y sigue en el esquí de fondo. Ganó las dos pruebas de sprint con Hattestad en hombres y oro y plata en mujeres, con Falla y Oestberg. La “razzia” interminable está lanzando a Noruega, el plusmarquista de victorias en los Juegos invernales, a otro triunfo absoluto en el medallero por países.
Canadá, pleno en sus saltos
Y si Noruega domina el fondo, Canadá arrasa en el esquí libre. Tres pruebas, tres oros. Dara Howell ya era favorita y se llevó el oro en el también nuevo slopestyle con las dos tablas. Otro disgusto moderno para Estados Unidos, que aspiraba al oro con Deri Herman, y menos mal que Devin Logan fue plata ante otra canadiense, Kim Lamarre. Los vecinos del norte americano han ganado seis medallas de nueve en este deporte, frente a dos del gran sur. La otra fue rusa, otro grande que no acaba de arrancar y que como no gane el hockey hielo masculino y el patinaje individual acabará en una catástrofe nacional.
El luge, pista alemana
El luge tiene un color alemán casi absoluto. Ya lo era desde hace años, pero el femenino mucho más. Natalie Geisenberger arrasó desde la primera manga de las cuatro que se disputan en dos días, y a más de unos impresionantes 120 kilómetros por hora. La pista está mucho más protegida que la trágica de Vancouver, pero el vértigo no cesa. La potente Geisenberger, 26 años, 1,83 metros y 76 kilos, bronce hace cuatro años, dejó en la plata a la oro de allí, su compatriota Tatiana Huefner, más veterana, 30 años y de algo menor complexión, 1,78 metros y 77 kilos.
El doble éxito siguió así a Félix Loch, vencedor masculino, único alemán en ese podio. Al segundo, Langheman, le quitó el bronce el inmenso italiano Armin Zoeggeler, único deportista ya que ha ganado seis medallas en otros tantos Juegos en la misma prueba. El también legendaio gemano, Georg Hackl, que se retiró con cinco y le ganó muchas veces, torció el bigote que aún lleva mientras el veterano del norte italiano mostraba su júbilo. Quizá era más por la medalla perdida en ese momento para su país, pero también porque él quedaba relegado en la historia. La patinadora y compatriota Claudia Pechstein aún podría sumar igualmente su sexta medalla si sube al podio en los 5.000 metros, pero en pruebas distintas (también le queda el relevo). Pero en su caso, la antigua mancha de un dopaje la acompañará también siempre.
Relax holandés
Holanda no podía ganarlo todo en el patinaje de velocidad, pero tampoco dejar de sumar medallas. La coreana Lee le quitó su primer oro, lo que entraba dentro de todos los pronósticos. Incluso que se llevara la plata la rusa Olga Fatkulina. Pero no tanto que obtuviera el bronce Margot Boer. Fue otro fastidio más para Estados Unidos, pues su estrella, Heather Richardson, sólo fue octava. De momento se tiene que conformar con el bronce de su novio en los 5.000 metros el primer día. Todo un flechazo, pues Jorrit Bergsma le pidió casarse antes de los Juegos con ella con unas letras enormes pintadas en una playa.
Lágrimas por un oro
Otra alemana Carina Vogt se convirtió en la primera mujer que gana la nueva prueba de salto de trampolín femenino. Estaba entre las favoritas, pero también fue gruesa la decepción de la japonesa Sara Takanashi, que había dominado prácticamente toda la temporada de Copa del Mundo de forma abrumadora. Pero su nivel bajó al acercarse los Juegos y sus vuelos empezaron a acortarse. En Sochi sólo le llevaron al terrible cuatro puesto.
Vogt parecía clara vencedora tras un primer salto de 103 metros, pero se derrumbó con un segundo de 97,5. Arrodillada, pensando en el desastre, estalló al ver para su sorpresa que por poco más de un punto se llevaba un oro histórico. Sus lágrimas fueron de alegría, pero también por la rabia y decepción de los segundos en que tardaron los jueces en dar la puntuación de distancia y estilo. Lo sorprendente es que la consolaron sus rivales, especialmente la austriaca Daniela Iraschko-Stolz, a quienes había quitado el oro.
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