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El Atlético asalta San Mamés

En dos escaramuzas, el equipo de Simeone remonta el gol inicial de Aduriz para el Athletic y certifica su pase a semifinales

Raúl García marca el gol del empate
Raúl García marca el gol del empateRAFA RIVAS (AFP)

Y al final se perdió la magia. Cuando parecía que bajo la manga no había nada, apareció el conejo y San Mamés descubrió que para el truco no hacían falta muchos elementos. El partido se había preparado para la ocasión. Peñas, acompañamiento del equipo, fogonazos periodísticos, tradición, influjo y todos los sustantivos y adjetivos que se quieran usar para facilitar el placer de la Copa del Rey. Pero a la postre, con cinco disparos a puerta el Atlético, el rey de la simplicidad, se llevó el partido y la eliminatoria sin tener muy claro por qué. Ni cómo. Pero se lo llevó con dos goles oportunos, adecuados, sin demasiado lustre, pero efectivos, y se enfrentará en semifinales al Real Madrid.

Athletic, 1 - Atlético, 2

Athletic: Iago Herrerín; Iraola, San José, Laporte, Balenziaga; Iturraspe, Mikel Rico (Iabi Gómez, m. 67); Susaeta (Kike Sola, m. 75), Ander Herrera (Beñat, m. 78), Muniain; y Aduriz. No utilizados: Iraizoz; De Marcos, Erik Morán y Gurpegi.

Atlético: Courtois; Juanfran, Miranda, Godín, Filipe Luis (Insua, m. 14); Gabi, Koke; 'Cebolla' Rodríguez, Raúl García, Adrián (Sosa, m. 79); y Diego Costa (Alderweireld, m. 90). No utilizados: Aranzubia; Mario Suárez, Villa y Manquillo.

Goles: 1-0. M. 42. Aduriz. 1-1. M. 55. Raúl García. 1-2. M. 86. Diego Costa.

Árbitro: Mateu Lahoz. Amonestó a Laporte, Raúl García, San José, Koke e Iraola.

Unos 30.000 espectadores en el estadio de San Mamés.

Que fluya el balón, dijo Valverde, es decir, que nada es todo, fluye que dijo el filósofo del río. No consta en el acta previa lo que dijo Simeone a los suyos en el vestuario, pero lo que dijo no lo debieron de entender. El partido no se trabó, no fue una madeja imposible de encontrarle la vesícula. El Atlético, aleccionado o no, sordo o no, decidió que la primera parte iba en el inventario de un almacén vacío: es decir, proteger la estantería donde reposaba el gol conseguido en el Vicente Calderón y que trabajase el necesitado. Es decir, el Athletic era un náufrago braceando, y el Atlético era un bañista viendo morir las olas. Diego Costa se animó de salida en un mano a mano con Herrerín que desacreditó su jerarquía. El hispano brasileño no vio la luz, solo una camisola granate que le cegó el horizonte. Hasta ahí llegó el Atlético, que decidió que el buzo era su traje. Y a partir de ahí surgió el Athletic, quizás no en su mejor versión pero sí en la más adecuada al evento: redujo el campo a la mitad (que para eso era suyo), se adueñó del balón (que para eso era suyo) y acometió a veces con talento, a veces con orgullo hasta convertir a su rival, siendo quien es, a la condición de actor secundario.

No era mal negocio para el Athletic robarle al Atlético la posibilidad de disfrute porque quien no goza, por lo general juega peor. Si tiene jerarquía se aburre. Y se aburría Koke, y se helaba Diego Costa, enredado en la guerra de guerrillas. Y así crecía el Athletic. Y creció más aún cuando Aduriz cazó un centro de Balenziaga y lo mandó 10 centímetros más lejos de los largos brazos de Courtois. En poco más de media hora el Athletic había liquidado la deuda del Vicente Calderón. La resurrección era posible teniendo en cuenta que el carcelero estaba dormitando, soñando con la conjunción astral, llámese espíritu Simeone o el señor de los anillos.

El Athletic lamentó al final no sacar más provecho de la primera mitad

Moría el Atlético en su área y vivía el Athletic en casa ajena. El gol le dejaba con 70 minutos para la épica. Pero el Atlético tiene un chip interactivo y en el descanso vio que el camino era el equivocado, que defendiendo la portezuela de su área difícilmente iba a salvarse del desahucio. Y salió en la segunda mitad de otra manera: más arriba, más agresivo, con su 4-5-1 desde la temprana lesión de Filipe Luis (m. 15) por un problema muscular. Y entonces la batalla cambió: la batalla fue de uno contra uno en vez de uno contra nada. Raúl García pilló un balón suelto, Herrerín se lo despejó. El futbolista navarro se adecentó la camisola y lamentó no haberle dado más rosca al balón. La pelota le volvió y entonces la puso en la red como quien lava para subir el gol del empate.

Los visitantes no hicieron otra cosa que trabajar, como si fueran una roca

Ahí (minuto 54) murió la eliminatoria. No estaba el partido para virtuosos sino para esforzados de la ruta y los puertos de montaña eran demasiados en poco tiempo. El Atlético es una roca, así que la montaña no le asusta. Con que intimide su presencia le vale para sobrevivir o para deslumbrar. Ayer tiró del kit de supervivencia que incluso le dio para un segundo gol, obra de Diego Costa en un fuera de juego mal tirado por el Athletic, que el brasileño alojó en la red como quien deja la llave a un amigo: se fue, miró por si venía un compañero, quebró al portero y dejó el balón en el lugar que dice gol. Si el Athletic estaba moribundo con el gol de Raúl García, Diego Costa le apuntilló.

Si se repasa el partido, el Atlético no hizo otra cosa que trabajar, que enfangarse y el Athletic lamentará no haber traducido en una novela de éxito sus apuntes de la primera mitad. Ahí tuvo el Athletic el ofrecimiento a su premio, la virtud, el genio, la esperanza en su visión primigenia. No la aprovechó. El Atlético, más científico, una roca, calculó las probabilidades, midió su espacio, rebuscó en el cajón de las sorpresas y encontró el collar de perlas de la abuela. Y de paso se llevó no solo la eliminatoria sino el placer histórico de ser el primer equipo que gana en el nuevo San Mamés. Nunca se sabe que es más importante en la historia.

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