Messidependencia
El reto de Martino para el encuentro del Calderón es ahora conjuntar el fútbol del equipo con el del número uno
Hasta la pelota aguardaba la salida de Messi. La circulación era rápida, las llegadas abundantes e incluso se había contado un gol de Cesc. Jugaban bien los azulgrana, alegres y virtuosos, siempre cerca del área de Codina. Y, sin embargo, al fútbol azulgrana le faltaba precisión y maldad, la mirada asesina del 10. Los excelentes movimientos de Cesc parecían necesitar de un punto y final como el de Messi. Las diagonales de Pedro y Alexis seguramente habrían acabado todavía mejor con el 10. A buen seguro que los excelentes pases interiores de Iniesta tendrían más continuidad con Leo. La sensación, certera o falsa, era que al partido, por más pintón que fuera, le faltaba Messi.
No es lo mismo que Messi esté lesionado o que se siente en el banquillo del Camp Nou. Acostumbrarse a su ausencia resulta más sencillo que esperar a salga a la cancha 58 días después de su lesión en campo del Betis. La jornada había estado diseñada al fin y al cabo para la reaparición de Messi. Incluso Tito estaba anoche en la grada con su hijo Adrià. El poder hipnotizador del 10 es de tal magnitud que la hinchada pidió que saliera a tirar el penalti de Valera. Aguardaba a que el árbitro le dejara entrar y la afición solo tenía ojos para Messi. Apenas se había reparado en la jugada de Pedro. Cesc transformó finalmente la pena máxima y acto seguido, pasada la hora de partido, compareció Messi.
La jornada estaba diseñada para la reaparción de Leo
Y entonces comenzó un encuentro diferente, media hora distinta, protagonizada por el 10. Habilitó a Alexis y Pedro, malos finalizadores, para después ajustar un libre directo muy cercano al marco del Getafe y finalmente dejar dos goles de autor propios de un depredador, los mismos que habían marcado sus compañeros en 60 minutos con un buen juego coral. No tuvo mayor problema para controlar el cuero y rematar con la zurda el rebote a jugada de Montoya y en la prolongación remachó una estupenda acción individual.
El protagonismo de Messi disimuló el buen juego colectivo del Barça, de nuevo vulnerable en determinadas acciones, tanto a balón parado como en las transiciones, no aprovechadas por los muchachos de Luis García. Ahí está precisamente el reto de Martino para el Calderón; conjugar el fútbol del equipo con el del número uno. El éxito de la messidependencia consiste en que Leo desequilibre al rival sin desequilibrar al propio Barcelona. La mezcla siempre funcionó cuando el 10 estuvo en plena forma.
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